Las sagas de L¨ªbano
Medio centenar de grandes familias se reparten el poder de esta rep¨²blica de cuatro millones de habitantes y 19 confesiones religiosas. Una historia de clanes, tradici¨®n y pol¨ªtica en el d¨ªa que comienzan las elecciones legislativas.
"Ser miembro de una gran familia en L¨ªbano no es f¨¢cil. El prestigio y la influencia hay que gan¨¢rselos d¨ªa a d¨ªa, en un pulso constante. Tenemos que trabajar duro. Con u?as y dientes. Incluso poniendo en peligro nuestra propia existencia, la vida", afirma Amine Gemayel, uno de los grandes se?ores de L¨ªbano, sentado en el sof¨¢ de su casa en el barrio residencial de Sin el Fin, en Beirut, donde se instal¨® hace cinco a?os, al regresar de un largo exilio en Suiza, Francia y Estados Unidos.
Amine Gemayel, de 63 a?os, cristiano maronita, fue el presidente de L¨ªbano desde 1982 hasta 1988, uno de los periodos m¨¢s sangrientos de la guerra civil. Sus gestos y manera de hablar constituyen un reflejo del desasosiego que a menudo tortura a esta rep¨²blica de Oriente Pr¨®ximo. Vive en tensi¨®n, paseando a grandes zancadas de una parte a otra de su despacho, en la segunda planta de un edificio permanentemente custodiado por hombres armados.
Sobre sus espaldas recae hoy el peso de toda una saga, los Geyamel. La puso en pie su padre, Pierre, un farmac¨¦utico oriundo de Bikfaya y asentado en Beirut en los a?os veinte, donde fund¨®, con otros cristianos maronitas, el partido Kataeb (Falange), a imagen y semejanza de las organizaciones fascistas de la Alemania nazi. Su hermano Bechir fue el heredero. Dot¨® al partido de una milicia de m¨¢s de 6.000 hombres, embri¨®n de un verdadero Estado dentro de la Rep¨²blica de L¨ªbano. Muri¨® en un atentado a su cuartel general pocos d¨ªas despu¨¦s de que fuera elegido presidente del pa¨ªs y mientras esperaba tomar posesi¨®n de su cargo. Fue entonces cuando Amine, el menor, que nunca hab¨ªa so?ado con dedicarse a la pol¨ªtica, fue catapultado a la c¨²pula del clan, al tiempo que recib¨ªa del Parlamento el mandato de dirigir la Rep¨²blica de L¨ªbano. El pen¨²ltimo de los Gemayel tom¨® posesi¨®n de las ruinas del palacio presidencial de Baada el 23 de septiembre de 1982, dejando atr¨¢s su lujoso despacho de abogado.
"La familia Gemayel est¨¢ ligada a L¨ªbano. Nuestro partido, Kataeb, ha sido durante mucho tiempo la punta de lanza de la resistencia e independencia. Por eso, durante mi exilio, el r¨¦gimen de Damasco tuvo especial inter¨¦s en apropiarse de la organizaci¨®n", explica el ex presidente mientras traza las l¨ªneas generales de un ambicioso proyecto que pasa por recuperar el partido para transmitir luego la herencia de un Kataeb renovado al mayor de sus tres hijos, Pierre, de 33 a?os, diputado desde el a?o 2000 y candidato a las pr¨®ximas legislativas.
Los Gemayel no son los ¨²nicos. Alrededor de medio centenar de grandes familias mandan hoy en L¨ªbano. El poder se transmite de padres a hijos, como si se tratara de un sistema feudal; pero en realidad es un r¨¦gimen singular, sometido al debate democr¨¢tico de la calle. El clan familiar es uno de los instrumentos b¨¢sicos del juego pol¨ªtico de esa peque?a rep¨²blica del Mediterr¨¢neo, de poco menos de 10.000 kil¨®metros cuadrados y algo m¨¢s de cuatro millones de habitantes y 19 comunidades religiosas.
Todas estas comunidades tienen sus grandes familias. As¨ª, los musulmanes sun¨ªes est¨¢n representados por los Karame, los Salam, los Solh y, m¨¢s recientemente, los Hariri; los chi¨ªes tienen a los El Zein, los Hamade o los Assad; los maronitas, a los Gemayel, los Chamoun, los Frangie, los Lahoud o los Edde, y los drusos, a Youmblat y Arslane. Incluso las comunidades m¨¢s peque?as, como las alawitas, tienen a los Hbous, y los griegos cat¨®licos, a los Pharaon. No hay censo fidedigno de poblaci¨®n, y tampoco un registro oficial de clanes.
En el periodo comprendido entre 1920 y 1975, una treintena de familias control¨® los dos tercios del Parlamento. Durante los 15 a?os de guerra civil, algunos clanes, como los Youmblat, los Gemayel o los Chamoun, crearon sus propias milicias. La firma de los acuerdos de Taef en 1989 convirti¨® a aquellos se?ores de la guerra en se?ores de la paz. El proceso de mutaci¨®n y transformaci¨®n es constante. Ahora muchos de estos clanes se han colocado al frente de Revoluci¨®n de los Cedros para reclamar la salida de las tropas sirias e impulsar el proceso de regeneraci¨®n pol¨ªtico de L¨ªbano. Es un nuevo esfuerzo por eternizarse. Constituyen un bloque compacto enfrentado a otros grupos familiares que han optado por permanecer fieles al r¨¦gimen de Damasco, que durante cerca de tres d¨¦cadas ha venido ocupando su pa¨ªs.
"Tenemos que remozar las viejas estructuras familiares-pol¨ªticas. Gestionarlas como si se tratara de empresas", afirma el maronita Carlos Edd¨¦, de 56 a?os, licenciado en ciencias empresariales, dirigente del clan de los Edd¨¦ y propietario de un viejo partido que trata de renovar, Bloque Nacional. Es un patrimonio familiar de m¨¢s de 500 a?os de antig¨¹edad que hered¨® hace exactamente cinco a?os, cuando muri¨® su t¨ªo Raymond. Por aquella ¨¦poca, Carlos Edd¨¦ se encontraba en Brasil con su esposa y sus cuatro hijos. Le comunicaron la herencia por tel¨¦fono cuatro d¨ªas despu¨¦s del sepelio: "El partido te ha nombrado secretario general".
El legado familiar que Carlos Edd¨¦ gestiona desde el 8 de mayo de 2000 lo constituye el Bloque Nacional, pero incluye adem¨¢s una finca de vi?edos en el valle de la Bekaa y una lujosa casa situada en el coraz¨®n de Beirut. Esta mansi¨®n fue la residencia oficial de su abuelo Emile, tercer presidente de L¨ªbano, durante el mandato franc¨¦s, desde 1936 hasta 1941. En este mismo lugar vivi¨® su t¨ªo Raymond, durante 23 a?os diputado, hasta que en 1977 los atentados y la guerra civil le obligaron a huir para refugiarse en Par¨ªs, donde muri¨® agitando el frente de la oposici¨®n antisiria.
Carlos Edd¨¦ ha vuelto a L¨ªbano tras 24 a?os de ausencia. Ha abrazado los viejos fantasmas, dispuesto a enfrentarse a un triple reto: refundar L¨ªbano, regenerar el partido y reforzar el clan familiar. Todo ello sin renunciar a las ra¨ªces y a la tradici¨®n. Pero conserva abierta su casa brasile?a de S?o Paulo, donde guarda su colecci¨®n de discos y sus libros. Es su ¨²ltimo refugio. Su hijo mayor, Pierre, acaba de cumplir 11 a?os.
La galaxia de los clanes maronitas de la oposici¨®n libanesa es amplia. Dory Chamoun, de 74 a?os, con cuatro hijos y ocho nietos, licenciado en derecho por la Universidad Cat¨®lica de Saint Joseph, dirige con pu?o de hierro el Partido Nacional Liberal (Al Ahrar) desde Deir el Kamar, la antigua capital medieval del emirato de Mont Liban, en las monta?as del Chouf. Fue en esta localidad donde Camille Chamoun, su padre, impuls¨® la saga familiar, irrumpiendo en la vida pol¨ªtica. Altern¨® sus mandatos de diputado con los de presidente de la Rep¨²blica desde 1952 hasta 1958. A los 85 a?os, en plena guerra civil, traspas¨® el liderazgo a su hijo mayor, Dany, jefe a la saz¨®n de una aguerrida milicia bautizada con el nombre de Los Tigres, enemiga implacable de los palestinos y aliada de Israel.
El asesinato de Dany Chamoun; de su esposa, Ingrid, y de dos hijos de siete y cinco a?os de edad por un grupo de milicianos rivales el 21 de octubre de 1990, supuso el punto de partida de la carrera pol¨ªtica de su hermano Dory. El nuevo se?or de los Chamoun recibi¨® como herencia el partido Al Ahrar, pero adem¨¢s a Tamara, su sobrina de apenas 10 meses, que logr¨® salvarse de la matanza de sus padres gracias a unas criadas que la escondieron en un ba?o de la casa. Acaba de cumplir 15 a?os.
"A pesar de que no amaba la pol¨ªtica ni a los pol¨ªticos decid¨ª aceptar el reto y dejar el mundo de los negocios en el que hasta entonces me hab¨ªa movido. Comprend¨ª que hab¨ªa que salvar la saga familiar y L¨ªbano", asegura Dory Chamoun en el despacho del Ayuntamiento de Deir el Kamar, donde desde hace cuatro a?os es alcalde. Su hijo Camille, de 47 a?os, padre de tres hijos e industrial fabricante de barcos en el puerto de Jounieh, asegura la perennidad del clan. ?l tambi¨¦n milita en la oposici¨®n.
El feudo de los Chamoun, en las monta?as del Chouf, limita con el de los Youmblat, la m¨¢s importante familia drusa de L¨ªbano. La historia de los Youmblat, que arranca a principios del siglo XIX, la constituye una sucesi¨®n interminable de muertas violentas: desde hace medio siglo, los Youmblat tienen adem¨¢s una organizaci¨®n, el Partido Socialista Progresista. La formaci¨®n serpentea por los meandros de la pol¨ªtica sin importarle las contradicciones. Hoy, el PSP se ha convertido en un instrumento de la oposici¨®n antisiria y del proceso de regeneraci¨®n de L¨ªbano. Hace dos d¨¦cadas era un aliado incondicional de Damasco.
Walid, el l¨ªder de los Youmblat, cumplir¨¢ 58 a?os el pr¨®ximo 7 de agosto. Licenciado en ciencias pol¨ªticas, se hizo cargo de la saga en 1977 tras el asesinato de su padre, Kamal. Ha sido cinco veces ministro y otras tantas diputado. Su heredero ser¨¢ Taimour, el ¨²nico var¨®n de su primer matrimonio con la jordana Jervet Jamboluad. En estos momentos de inseguridad, su padre ha optado por enviarle a estudiar al extranjero.
Los s¨¢bados y los domingos, Walid Youmblat, en mangas de camisa, recibe a los miembros de la comunidad drusa. Es un acto de servitud y lealtad, pero tambi¨¦n la ocasi¨®n para impartir justicia, dar consejos o simplemente estrechar las manos. Su residencia, el castillo de Mujtara, en el coraz¨®n del Chouf, nunca cierra sus puertas. En las ¨²ltimas semanas, sin embargo, la vigilancia es m¨¢s estrecha. Hombres armados, herencia de las milicias drusas formadas por asesores de la Uni¨®n Sovi¨¦tica durante la guerra civil, patrullan por los alrededores. "Es absurdo dar facilidades a quienes deseen cometer un atentado", asegura Walid Youmblat. El pasado mes de octubre, el diputado Marwan Hamade, uno de sus m¨¢s fieles amigos y colaboradores, salv¨® la vida en un atentado perpetrado en el centro de Beirut. El asesinato de su amigo y compa?ero Rafik Hariri el 13 de febrero en Beirut constituy¨® la ¨²ltima y m¨¢s dolorosa advertencia de los sicarios de Damasco, los mismos que acabaron con la vida de su padre. Desde entonces, Youmblat ha optado por encerrarse en su residencia del Chouf y evitar la mansi¨®n de la calle Clemenceau en Beirut, mucho m¨¢s dif¨ªcil de vigilar.
Los pactos y las alianzas familiares en L¨ªbano constituyen una malla complicada de intereses de todo tipo, incluso los econ¨®micos. Michel Pharaon, de 46 a?os, miembro destacado de la comunidad griega cat¨®lico-malekita y licenciado en empresariales por las universidades de Par¨ªs y Beirut, es responsable de un imperio financiero implantado en 16 pa¨ªses. Es el fruto de 150 a?os de trabajo incansable de los miembros de una saga que se extiende por Austria, Francia y L¨ªbano. Los Pharaon, comerciantes insaciables, controlaban en el siglo XVIII el puerto de Alejandr¨ªa; en el XIX, el de Haifa, y hasta hace poco, el de Beirut. La lista de sus propiedades e intereses abarca todos los sectores, especialmente el gas; pero tambi¨¦n los medios de comunicaci¨®n, incluida la principal cadena de televisi¨®n de Beirut y el peri¨®dico L'Orient Le Jour. Bancos, aseguradoras, constructoras y empresas agr¨ªcolas, farmac¨¦uticas y electr¨®nicas son fuentes inagotables de ingresos.
Michel Pharaon ha heredado tambi¨¦n de sus ancestros el amor por los caballos (posee una cuadra de m¨¢s de 300 animales) y la pasi¨®n por la pol¨ªtica (es diputado desde 1996). Michel milita en el frente opositor. Se le considera un sat¨¦lite del clan Hariri. Es un punto de enlace y di¨¢logo entre las comunidades cristianas y musulmanas sun¨ªes.
"Las grandes familias libanesas son un ejemplo de tolerancia y a la vez de diferenciaci¨®n", asegura Michel Pharaon en su lujoso apartamento, de discutible gusto, situado en lo alto de la colina de Jaber Tabet, desde la que se divisa una buena parte de Beirut. Pierre, de 15 a?os, ser¨¢ su heredero, aunque por ahora parece m¨¢s interesado por el f¨²tbol.
Abdel Latif el Zein, de 72 a?os, abogado, dos veces ministro de Agricultura y diputado desde hace m¨¢s de cuatro d¨¦cadas, es un miembro destacado de la comunidad musulmana chi¨ª del sur de L¨ªbano. Su familia est¨¢ fuertemente incrustada en la historia de su pa¨ªs. En los ¨²ltimos a?os era usual encontrar dos miembros del clan El Zein sentados juntos en el Parlamento. Su padre, Youssef, muri¨® siendo diputado a los 87 a?os y dejando atr¨¢s una saga engendrada con seis mujeres que le dieron 10 hijos y 8 hijas.
El ¨²ltimo de los El Zein es un hombre tolerante que ha sabido cohabitar perfectamente con las grandes organizaciones pol¨ªticas chi¨ªes; es decir, Amal y Hezbol¨¢. Es un ejercicio pol¨ªtico de supervivencia al que dedica todo su tiempo, pero especialmente en fin de semana, cuando se traslada a su residencia de Kafarruman, cerca de Nabatie, a unos 80 kil¨®metros al sur de Beirut, para reencontrase con sus vecinos y a la vez electores. Su residencia es un enorme caser¨®n que su abuelo compr¨® al ¨²ltimo gobernador otomano. Con el caser¨®n adquiri¨® la propiedad de una buena parte del pueblo, incluida casas, tierras y la vida de los vecinos.
"La salida de las tropas sirias significa que ya somos mayores y que podemos vivir sin tutelas, pero rechazo categ¨®ricamente cambiar esta tutela por la de Francia o Estados Unidos", asegura el diputado El Zein. Desde el sal¨®n de su casa de Kafarruman, mientras espera la llegada de su ¨²nica hija, Nayla, y sus dos nietas para comer, El Zein otea el horizonte de su clan. Su sucesor ser¨¢ uno de sus cinco sobrinos, elegido en una asamblea familiar.
No son momentos f¨¢ciles para los Hbous de Tr¨ªpoli. Lo mismo les sucede a los Karam¨¦, a los Frangie o los Lahoud. Sus nombres quedar¨¢n para siempre asociados a la ocupaci¨®n siria, a la que han venido sirviendo con mayor o menor diligencia. Sobre los Hbous recae adem¨¢s un elemento sospechoso adicional: ser miembros destacados de la comunidad musulmana alawita, a la misma que pertenece la familia Asad, presidentes incombustibles de Siria. "Mucha gente en L¨ªbano piensa que tengo comunicaci¨®n directa con los Asad. No es verdad. La ¨²ltima vez que vi a Bachar el Asad, el actual presidente de Siria, fue en la boda de una prima hace muchos a?os, antes de que accediera al poder", afirma Ahmed Hbous, de 63 a?os, licenciado en ciencias econ¨®micas y pol¨ªticas. Su saga construy¨® la refiner¨ªa de Tr¨ªpoli y el oleoducto que desde Damasco llevaba el crudo iraqu¨ª hasta el Mediterr¨¢neo. Las instalaciones fueron clausuradas tras la primera guerra del Golfo.
Los Hbous vivieron durante d¨¦cadas a la sombra pol¨ªtica de los Frangie, oriundos tambi¨¦n de Tr¨ªpoli. Pero desde hace 15 a?os, los Hbous salieron del ostracismo. En 1996, Ahmed Hbous se present¨® a las elecciones legislativas. Su candidatura fue la m¨¢s votada en la historia parlamentaria de L¨ªbano: 123.000 papeletas.
"Es muy dif¨ªcil estar solo y aislado en el Parlamento. Me estoy replanteando continuar", asegura Ahmed Hbous mientras insin¨²a la posibilidad de dar un portazo a la pol¨ªtica sin dar tiempo a que su hijo Mohamed Ali, de 26 a?os, reci¨¦n licenciado en derecho, tome el relevo. Hbous es un excelente jugador de p¨®quer, quiz¨¢ por eso no le gustan las cartas que le han dado en esta partida.
Los Solh y los Salam, dos sagas hist¨®ricas sun¨ªes musulmanes implicadas en el nacimiento del moderno L¨ªbano, est¨¢n inmersas en el escepticismo. No les gusta el rumbo de su historia. Su influencia ha quedado mermada por el ascenso imparable de otro clan sun¨ª, los Hariri. El asesinato de su l¨ªder, Rafik Hariri, ha acabado eclips¨¢ndolos.
Layla Solh ten¨ªa tres a?os cuando su padre, el ex primer ministro Riad el Solh, muri¨® asesinado en la carretera del aeropuerto de Amm¨¢n. Aseguran que uno de sus guardaespaldas, al advertir los primeros disparos, le aconsej¨® que se tumbar¨¢ en el suelo del autom¨®vil, pero ¨¦l se neg¨®: "Quiero ver la cara de los que me disparan". Su legado fue el Pacto Nacional de 1943, que elabor¨® con el presidente Bacher el Khury, armaz¨®n del moderno L¨ªbano, en el que se establecen las cuotas de poder entre las diferentes comunidades religiosas. Sus ¨²nicos herederos son sus cinco hijas: Mona, Bahija, Alisa, Lamia y Layla.
La vida de Layla est¨¢ marcada por el dolor de la muerte de su padre, pero tambi¨¦n por la de su esposo, Majed Hamade, miembro de una destacada familia chi¨ª de Balbek. Se hab¨ªan conocido en la Facultad de Derecho, donde ambos eran estudiantes. Enviud¨® cuando ten¨ªa 51 a?os y tres hijos. As¨ª, se ha convertido en albacea del legado de su padre y a la vez del de su marido. Ahora espera el d¨ªa que su ¨²nico hijo var¨®n, Sabri, cumpla los 26 y pueda presentarse a las elecciones como diputado.
Layla ha sido la ¨²nica mujer ministra en la historia de L¨ªbano. Fue responsable de la cartera de Industria en el Gobierno de Omar Karam¨¦. De su paso por el Ejecutivo ha conservado una visi¨®n cr¨ªtica hacia las declaraciones suntuosas de solidaridad de la Uni¨®n Europea y una aversi¨®n hacia aquellos pol¨ªticos que entonces eran firmes defensores de la presencia siria en L¨ªbano y ahora se han convertido en sus detractores.
"El Pacto Nacional, el compromiso de convivencia y equilibrio entre las diferentes comunidades que fragu¨® mi padre en 1943, no es una ficci¨®n, est¨¢ a¨²n vigente. La gente en la calle lo ratifica cada d¨ªa. Otra cosa es lo que hacen los pol¨ªticos", asegura Layla mientras desde el ventanal de su despacho vigila atenta la estatua en bronce de su padre, colocada en lo alto de un pedestal en uno de los rincones del barrio de Solidere, esa nueva Beirut de cart¨®n piedra. Desde hace a?o y medio, Layla preside en Beirut la fundaci¨®n caritativa del pr¨ªncipe saud¨ª Walid Ben Talal, el hijo de su hermana Mona.
Tammam Salam, de 59 a?os, musulm¨¢n sun¨ª, comparte tambi¨¦n esta visi¨®n esc¨¦ptica hacia los cambios "r¨¢pidos y precipitados", pero sobre todo detesta a los pol¨ªticos que tratan de comprarlo todo, incluso su propia historia. Es un hombre de principios. Dirige una saga que se remonta al Imperio Otomano. Su casa, un enorme palacio en la colina de Mousseitbeh, es uno de los escenarios de la historia de L¨ªbano: sirvi¨® de refugio a los conspiradores de la independencia. All¨ª se fragu¨® el Pacto Nacional, la bandera y el himno.
La familia Salam, fundadora y propietaria de la compa?¨ªa a¨¦rea Middle East Airlines, es un punto de engarce y cohesi¨®n del c¨®ctel confesional. Una postura dif¨ªcil de mantener en un pa¨ªs atormentado. Su padre, Saeb, se vio obligado a exiliarse, en plena guerra civil, tras haber sufrido dos atentados. Vivi¨® en Ginebra hasta los 85 a?os de edad, pero regres¨® a Beirut en 1994 para morir en su ciudad. Tammam, su hijo mayor, ha heredado el esca?o de diputado y ese saber hacer que le han acabado convirtiendo en el se?or de Beirut. Odia la groser¨ªa.
"Bush tiene la costumbre desde hace tiempo de hablar de L¨ªbano continuamente, olvidando que, desde hace 50 a?os, ¨¦ste es un pa¨ªs democr¨¢tico que tiene una historia en la que se han celebrado elecciones limpias", asegura en el sal¨®n de su casa, rechazando as¨ª las nuevas injerencias extranjeras en la historia de su pa¨ªs. Su hijo Saeb, de 29 a?os, ingeniero inform¨¢tico, vive en Nueva York. ?l ser¨¢ su relevo.
La familia Khoury, la tercera gran familia hist¨®rica de L¨ªbano, est¨¢ a punto de cancelar su presencia en la vida pol¨ªtica. Su luz se est¨¢ extinguiendo. Michel el Khoury, de 78 a?os, es el hijo de Bechara el Khoury, presidente de la Rep¨²blica de L¨ªbano desde 1943 hasta 1952. La saga no tendr¨¢ continuidad. Malek, de 52 a?os, ha rechazado desde Ginebra la propuesta de relevo que le hizo su padre. Sus otras dos hijas en Francia no parecen muy interesadas en la pol¨ªtica. Con la misma firmeza que reconoce que es el ¨²ltimo de la saga, explica que en 1975 decidi¨® disolver el partido Destur, la organizaci¨®n que hab¨ªa creado su padre y que su t¨ªo Salim corrompi¨®.
Michel el Khoury est¨¢ dispuesto a agotar la historia con elegancia. En dos ocasiones ha sido ministro -Defensa e Informaci¨®n-, pero sobre todo ha desempe?ado "misiones de Estado", aunque las biograf¨ªas oficiales se empe?en en hablar de ¨¦l como ex gobernador del Banco Central de L¨ªbano. Se ir¨¢ con las manos vac¨ªas. La guerra civil destruy¨® los archivos y los recuerdos de su familia. Lo ¨²ltimo que les quedaba, la casa, la compr¨® una de las inmobiliarias de Rafik Hariri para servir de sede de su cadena de televisi¨®n, que, parad¨®jicamente, se llama Futura.
"No estoy apegado a los t¨ªtulos de grandeza. Adem¨¢s, las cosas han cambiado; los partidos se han convertido en grandes sociedades an¨®nimas, las grandes familias de L¨ªbano ya no tienen la envergadura que ten¨ªan antes", dice Michel el Khoury. Atardece sobre Beirut mientras la conversaci¨®n se prolonga en la semipenumbra. Luego se levantar¨¢ del sill¨®n, se dirigir¨¢ con lentitud hacia el vest¨ªbulo, har¨¢ un gesto ceremonioso de despedida y acabar¨¢ cerrando con suavidad la puerta.
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