Un 'iceberg' llamado acoso escolar
El suicidio de una chica en Alicante reactiva la preocupaci¨®n sobre el matonismo en las aulas
Estudiaba duro. Quer¨ªa ser fiscal. Pero el sue?o inmediato de Cristina, a sus 16 a?os, era viajar a Estados Unidos. Sus padres denuncian que tres compa?eras de colegio la zaher¨ªan constantemente. En Navidad, presentaron una denuncia por agresiones. Y despu¨¦s, dicen, todo sigui¨® igual. El colegio lo niega. Pero si su familia est¨¢ en lo cierto, Cristina, que salt¨® de un puente de 25 metros el martes en Elda (Alicante), constituir¨ªa una punta de iceberg, la segunda en ocho meses, que retrata el intenso dolor de aquellos ni?os y adolescentes que sufren agresiones constantes por parte de sus compa?eros de aula: es decir, que est¨¢n sometidos a acoso escolar o bullying. Tanto Cristina como Jokin, el adolescente de 14 a?os de Hondarribia (Guip¨²zcoa) que se suicid¨® en septiembre, buscaron la misma salida: se lanzaron al vac¨ªo.
Ambos casos han funcionado como aldabonazos en la conciencia social, dicen los expertos. Igual que ocurriera con la violencia machista tras la muerte, en 1997, de Ana Orantes, hoy el acoso escolar empieza a definirse, a preocupar. No es que haya m¨¢s violencia, dicen los conocedores del bullying. Si acaso, mantienen algunos, se ha vuelto m¨¢s grave. Pero todos convienen en que se hace m¨¢s visible. "Estamos levantando la cortina que deja ver el problema", dice Rosario Ortega, catedr¨¢tica de Psicolog¨ªa del Comportamiento, una de las primeras estudiosas del tema en Espa?a, "hay muchos casos, s¨ª, pero no una epidemia".
Dos datos sobre un silencio que se rompe: el Defensor del Menor de Madrid recibi¨® 18 quejas por acoso en 2003, mientras que en 2004 fueron m¨¢s del doble: 42. En el Tel¨¦fono del Menor de la Fundaci¨®n ANAR (Ayuda a Ni?os y Adolescentes en Riesgo) se dispararon las llamadas por bullying (del 2% al 9%) en el ¨²ltimo trimestre de 2004. Lo que sigue son algunas claves del fen¨®meno:
- Una definici¨®n. "Si a un chaval le machacan a diario, si nadie le habla, si no juegan con ¨¦l, todo se convierte en algo oscuro", dice Javier Urra, psic¨®logo de la Fiscal¨ªa de Menores de Madrid y ex Defensor del Menor de esa comunidad. El acoso escolar no es un conflicto puntual o una pelea en el patio del colegio. Se trata de un juego perverso de dominio de unos compa?eros sobre otros que se mantiene en el tiempo.
- Las causas. Hay varios motivos, dice la catedr¨¢tica Mar¨ªa Jos¨¦ D¨ªaz-Aguado, y destaca uno: la incoherencia de la sociedad frente a la violencia. Aunque ¨¦sta se condene, se toleran agresiones menores y cotidianas. Y los ni?os est¨¢n expuestos ahora a comportamientos agresivos m¨¢s extremos, desde los videojuegos a la televisi¨®n.
- Cu¨¢ntos lo sufren. Tres de cada 10 alumnos de la ESO dicen haber padecido insultos, el 8,5% ha sido amenazado, y el 4,1%, agredido, seg¨²n un informe del Defensor del Pueblo de 2000 (ver gr¨¢fico de la p¨¢gina siguiente). La edad cr¨ªtica se sit¨²a entre los 11 y los 15 a?os. La experta Ortega aporta algunas precisiones: entre el 15% y el 35% de los alumnos se involucra en actitudes y comportamientos intimidatorios, abuso de poder y exclusi¨®n, "algo frecuentemente tolerado". Entre el 2% y el 15% puede ser v¨ªctima o agresor de violencia prolongada y cruel. Es algo "grave y oculto". Hay m¨¢s chicos que chicas implicados, en proporci¨®n de 5 a 1. Y ocurre en lugares no supervisados por los adultos (patios de recreo, pasillos, entradas y salidas). Pero tambi¨¦n las aulas son escenarios de violencia "mal interpretada y a veces tolerada por los profesores".
- Qui¨¦n lo sufre
. Todos pueden ser v¨ªctimas con tal de que sean elegidos por el agresor. Corren m¨¢s riesgo aquellos que tienen necesidades educativas especiales, los de minor¨ªas ¨¦tnicas desfavorecidas, los extranjeros o los chicos que no coinciden con el estereotipo machista, dice D¨ªaz-Aguado.
- Qui¨¦n acosa. "Prepotentes, con buenas habilidades sociales, fr¨ªos emocionalmente y, en algunos casos, v¨ªctimas de violencia dom¨¦stica", dictamina Ortega. "Se tratar¨ªa de un l¨ªder, pero en negativo", explica Urra, "el que se dice: no se me dan bien los estudios, quiero que me respeten, voy a escoger a alguien diferente, que baja los ojos, que sufre".
- Los padres. "Existe un problema de convivencia que nos preocupa de forma creciente", asegura la presidenta de la confederaci¨®n de padres laicos, Ceapa, Lola Abell¨®. Cree que se debe fomentar la educaci¨®n para la resoluci¨®n de conflictos desde la etapa infantil y la implicaci¨®n de los padres en la escuela. "Los padres delegamos el cuidado de nuestros hijos en el colegio y los profesores porque estamos convencidos de que hay vigilancia sobre ellos", dice Luis Carbonell, el presidente de la Confederaci¨®n Cat¨®lica de Padres de Alumnos (Concapa).
- Los profesores. "Hay m¨¢s sensibilizaci¨®n entre los docentes en los ¨²ltimos meses", dice el director de un instituto de Madrid. "Antes ven¨ªan los chicos que quer¨ªan estudiar. Ahora, al ser obligatoria la ense?anza hasta los 16 a?os, en nuestras aulas hay alumnos desmotivados. Eso aumenta los problemas. Encima, los ni?os est¨¢n siendo educados de otra manera. El padre no es capaz de hacerse con sus hijos".
- Qu¨¦ hacer. "?Qu¨¦ dice cualquier padre al hijo que le cuenta que alguien le pega? Pues que devuelva el golpe, que se defienda. Ah¨ª est¨¢ la primera contradicci¨®n", dice D¨ªaz-Aguado. "La escuela tendr¨ªa que funcionar como el estado de Derecho: se detiene la violencia, se protege a la v¨ªctima y se castiga al agresor. Eso ser¨ªa lo coherente". El psiquiatra Luis Rojas-Marcos es contundente: "Tolerancia cero al acoso y al encubrimiento en los colegios. Hasta con carteles".
Se deber¨ªa disponer de un detector que pare en seco las agresiones. Ortega destaca la que tienen desde este trimestre las escuelas del Pa¨ªs Vasco: los inspectores han dejado una herramienta para documentar el acoso y alertar a la inspecci¨®n. Y habr¨ªa que prevenir: muchas comunidades tienen programas experimentales para educar en la convivencia. Educaci¨®n pretende, adem¨¢s, que con la nueva ley se refuercen las tutor¨ªas y que se incorporen especialistas en resoluci¨®n de conflictos.
?Y qu¨¦ deben hacer los padres para detectar el acoso escolar? Si su hijo suele acudir encantado al colegio y de repente no quiere ir, hay que averiguar por qu¨¦, dice la profesora Mar¨ªa Jos¨¦ D¨ªaz-Aguado. Otro indicador ser¨ªa que en casa deje de hablar de sus amigos s¨²bitamente o que prefiera no salir al recreo. "Y hay que observar si est¨¢ m¨¢s triste o si duerme peor. Los ni?os lo vomitan todo por la noche", concluye una maestra que tambi¨¦n es madre.
No te calles, ¨²nete
"El adolescente calla. Porque queda como un calzonazos o un chivato; pero el ni?o chilla", dice una maestra experimentada, "por eso es m¨¢s f¨¢cil, creo, detectar el acoso escolar en la primaria". Entre un 15% y un 20% de los adolescentes que sufren acoso en el colegio no se lo dice a nadie, seg¨²n un informe nacional del Defensor del Pueblo difundido en 2000.
La pubertad instaura el terror a ser se?alado como chivato. Es el momento de convertirse, en muchos casos, en testigos c¨®mplices y mudos de los manejos de los agresores, dicen los expertos, algo que perpet¨²a el maltrato. "Hasta los nueve o 10 a?os, es la opini¨®n del adulto la que cuenta, la pregunta constante de 'se?o, ?est¨¢ bien?' Desde los 11 a los 18 a?os, si algo te importa es que no te rechacen tus iguales", explica Rodrigo Garc¨ªa, asesor del Defensor del Menor de Madrid. "Haces lo imposible para que no te dejen de hablar. Quieres ser valioso, prestigioso, tener amigos. Te callas porque temes que los agresores te hagan lo mismo. Lo que hay que hacer es animar a que cualquier chaval que lo pase mal lo pueda decir. As¨ª, el violento se queda solo".
La investigadora Rosario Ortega insiste en el papel fundamental del chaval que es espectador de las vejaciones a sus compa?eros: "Si mira hacia otro lado, alimenta el fen¨®meno, el agresor se siente cada vez m¨¢s impune y la v¨ªctima, m¨¢s sola". "Lo m¨¢s mencionado por los agredidos", destaca la catedr¨¢tica Mar¨ªa Jos¨¦ D¨ªaz-Aguado, "es el aislamiento. Y por eso es muy importante romperlo. Por ejemplo, con adultos en los que el adolescente pueda confiar".
Porque, ?a qui¨¦n acuden los chavales que sufren acoso? A los amigos, sobre todo. El 60% lo hace, dice el informe del Defensor del Pueblo. Luego, a la familia (35%-40%) y a los profesores (10%-15%). Pero, de nuevo, uno de cada cinco no se lo cuenta a nadie.
As¨ª que el silencio es norma. "Por una parte, la v¨ªctima se culpa de lo que le hacen, lo considera una debilidad y no lo dice", describe el psiquiatra Luis Rojas-Marcos, "por otra, los testigos callan porque en esas edades la fuerza del grupo es extraordinaria y luego est¨¢n los profesores, que o lo niegan o no lo ven. No est¨¢n preparados para reconocerlo y combatirlo".
Javier Urra, ex Defensor del Menor de Madrid y psic¨®logo de la Fiscal¨ªa de Menores, toca a rebato: "Hay que hacer una gran llamada a los chicos, decirles: 'No se¨¢is cobardes'. Hay que montar grupos no para machacar, sino para defender".
"En el momento en el que el ni?o habla, la historia se rompe. El acosador se siente desenmascarado. Y eso hay que ense?arlo desde la infancia", concluye la misma maestra, "los cr¨ªos tienen que distinguir lo que es ser un chivato y lo que no. El chivato es el que dice: 'Pepito ha sacado el tamagotchi'. Pero pedir ayuda es denunciar que alguien te est¨¢ insultando o decir que a Pepito le quitan el estuche o la mochila y le est¨¢n amargando la existencia".
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