Estatut, recta final
Una de las amenazas que hoy se ciernen sobre el proceso de reforma pol¨ªtica es que no se consiga vertebrar una propuesta de amplio apoyo parlamentario en el mismo Parlament. La preocupaci¨®n de que esto ocurra crece cuando no s¨®lo hay ciertas dudas sobre la participaci¨®n de los populares en el acuerdo de reforma estatutaria y del modelo de financiaci¨®n, sino que por motivos opuestos estas dudas se trasladan tambi¨¦n a la capacidad de alcanzar acuerdos entre todos los partidos que de manera evidente podemos relacionar con el catalanismo pol¨ªtico. Es cierto que un proceso pol¨ªtico como el que nos ocupa es muy relevante, no en vano estas reformas no se llegaron a plantear con anterioridad en los 25 a?os de autogobierno, y que de esa relevancia se pueden desprender consecuencias para cada uno de los partidos pol¨ªticos en funci¨®n del resultado final. Entra dentro de los c¨¢lculos razonables el pensar que la posici¨®n que cada formaci¨®n pol¨ªtica mantenga en referencia al proceso de elaboraci¨®n del Estatut puede tener efectos en la capacidad de retener, incrementar o reducir apoyos electorales. La evidencia de ese dato tiene el riesgo de que se sobrevalore el c¨¢lculo de costes y beneficios posibles para cada formaci¨®n, y se minimicen los efectos que el proceso va a producir en el conjunto del pa¨ªs en funci¨®n de cu¨¢l sea el resultado del mismo.
Es razonable que en el momento de la discusi¨®n aparezcan matices y puntos de vista distintos -no en vano la pluralidad pol¨ªtica de la sociedad catalana es notable, y una prueba de ello es que se expresa en cinco formaciones parlamentarias-, pero otra cosa muy distinta es que en esas posiciones se hinchen los c¨¢lculos sobre el r¨¦dito futuro que se espera obtener. En ese sentido, no dejan de sorprender determinadas posiciones de apariencias maximalistas entre quienes durante m¨¢s de dos d¨¦cadas de mayor¨ªa parlamentaria sometieron la pol¨ªtica catalana al pragmatismo m¨¢s extremo. No es f¨¢cil encontrar un hilo conductor entre la estrategia del peix al cove que permiti¨® a Pujol desarrollar todas sus capacidades dial¨¦cticas y pol¨ªticas, y la actual posici¨®n que CiU mantiene, en muchos sentidos de clara inspiraci¨®n confederal y de dif¨ªcil encaje sin una reforma radical -harto improbable, por otra parte- de la Constituci¨®n espa?ola.
Es evidente que CiU est¨¢ tejiendo una red que persigue, por una parte, limitar electoralmente el terreno a ERC; por otra, encontrar fisuras en la mayor¨ªa gubernamental, y finalmente, hacer entrar en contradicci¨®n al Gobierno espa?ol y a quienes le apoyan -entre otros los mismos que sustentan el Gobierno catal¨¢n- ante lo que fueron sus promesas sobre las reformas en Catalu?a y lo que finalmente van a realizar. La ¨²nica precauci¨®n que CiU debe tener es la de no quedar atrapada en esa misma red que teje para otros. Ser¨ªa terrible para sus intereses que la opini¨®n p¨²blica retuviera que el consenso en Catalu?a se resquebraja por la posici¨®n maximalista que la federaci¨®n nacionalista mantiene o simplemente que ganase cuerpo la idea de que CiU est¨¢ dispuesta a sacrificar espacios de acuerdo o de retrasarlos simplemente en beneficio propio.
En otro contexto podemos detectar otra de las amenzas que se intuyen hoy contra el buen fin del proceso de reforma estatutaria y de financiaci¨®n: la posibilidad de que una mayor¨ªa parlamentaria espa?ola rechace una parte relevante de las propuestas que le plantee el Parlament. Es indiscutible que las posiciones que as¨ª se expresan han crecido en las ¨²ltimas semanas, especialmente en referencia a la propuesta de financiaci¨®n auton¨®mica realizada por el Gobierno catal¨¢n. Una prueba de que el camino de la propuesta catalana no va ser un paseo triunfal por la capital del Estado son las reuniones que delegaciones del PSC y del PSOE estan celebrando, con cierta discreci¨®n, para evaluar los puntos de discordia e intentar minimizarlos buscando elementos de concordia. L¨®gicamente, la peor parte en esta jugada se la puede llevar el PSC, ya que su margen de maniobra es especialmente estrecho. Lo que finalmente se apruebe en el Parlament no depende s¨®lo de su voluntad. Hay mayor¨ªas alternativas a las que se supone que son las naturales dadas las circunstancias de gobierno en Catalu?a. De la confluencia de esa posibilidad y de la reflexi¨®n anterior puede emerger el peor de los escenarios posibles para el PSC, la capacidad de CiU de arrastrar a ERC e ICV en propuestas por encima de lo que presumiblemente el Parlamento espa?ol est¨¢ en disposici¨®n de apoyar.
L¨®gicamente, ¨¦se no es el ¨²nico escollo para que llegue a buen puerto el Estatut, y tampoco s¨¦ si es el m¨¢s probable. Lo cierto es que las semanas que quedan para cerrar una propuesta en Catalu?a pueden ser consideradas, por razones obvias, unas de las m¨¢s importantes desde la transici¨®n pol¨ªtica. La responsabilidad es de todos ellos, pero eso no impide que finalmente a cada cual se le puedan pedir responsabilidades por sus posiciones y conductas. Un fracaso pol¨ªtico de estas dimensiones tendr¨ªa consecuencias a largo plazo. Por eso es razonable exigir de nuestra clase pol¨ªtica todo su esfuerzo para hacer que esta traves¨ªa llegue a buen puerto. Lamentablemente, la propuesta que se haga desde Catalu?a no es una condici¨®n suficiente para tener nuevo Estatut, pero s¨ª una condici¨®n necesaria. No se trata de rebajar posiciones, sino de situarlas en el nivel m¨¢ximo de lo que es razonable y posible. ?ste es el encaje que nuestros parlamentarios deben realizar. Ni m¨¢s ni menos.
Jordi S¨¢nchez es profesor de Ciencia Pol¨ªtica
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