Justiprecio
La tragicomedia del di¨¢logo con ETA amenaza con ser el cuento de nunca acabar. Por si fueran pocas las incontables agendas que tiene abiertas el presidente Zapatero para demostrar su valor para gobernar, ahora ha rizado el rizo abriendo la madre de todas las agendas, que es la pacificaci¨®n del contencioso vasco. ?Qui¨¦n le habr¨¢ mandado embarcarse en semejante encerrona? Si pretende convertirse en el Tony Blair espa?ol, como le susurran las sirenas austroh¨²ngaras, debe recordar que el acuerdo de Viernes Santo ha encallado en un est¨¦ril bloqueo institucional, empantanado como est¨¢ en la impune persistencia de un terrorismo mafioso de baja intensidad. Y la prueba de que la paz de Belfast se ha saldado con un fracaso es que los dos partidos moderados que la firmaron se han hundido electoralmente, en beneficio de los dos extremismos opuestos. Traducida esa experiencia del Ulster a Euskadi, eso quiere decir que el di¨¢logo con ETA s¨®lo beneficiar¨¢ a Batasuna y al PP, en perjuicio del PNV y del PSE.
Entonces, ?por qu¨¦ se ha arrojado al vac¨ªo Zapatero de este modo? Probablemente, para apuntarse el tanto medi¨¢tico de la iniciativa pacificadora. En las democracias de audiencia se gobierna y se hace oposici¨®n robando la iniciativa pol¨ªtica a golpe de primera plana. Y eso fue lo que sucedi¨® en el debate sobre el estado de la naci¨®n, cuando Zapatero se defendi¨® del ataque de Rajoy improvisando una propuesta de paz. Con semejante golpe esc¨¦nico de efecto logr¨® desde luego robar el protagonismo del debate, imponiendo su iniciativa sobre la agenda pol¨ªtica. Pero esto defraud¨® las expectativas de ETA, que esperaba ser ella quien tomase por sorpresa la primera iniciativa pacificadora imponiendo as¨ª su propia agenda. De ah¨ª que, ante la oferta de paz formulada por el Parlamento espa?ol, de momento ETA se haya hecho la sorda, dejando que corra el tiempo hasta que pueda ofrecer, cuando ya nadie se la espere, su propia iniciativa de paz.
Pero una vez rota la agenda antiterrorista anterior, que exclu¨ªa de ra¨ªz cualquier negociaci¨®n, nadie duda ya de que antes o despu¨¦s el Gobierno dialogar¨¢ con los terroristas para discutir el precio que ambas partes han de pagar para celebrar la escenificaci¨®n de la paz. Pues aunque la hipocres¨ªa pol¨ªtica lo disimule, tampoco duda nadie de que habr¨¢ un precio mutuo a pagar. El problema es marcar el l¨ªmite de aquel justiprecio m¨¢s all¨¢ del cual ya no hay trato justo sino indigna compraventa de la justicia. Y ese l¨ªmite infranqueable es el de la impunidad, pues las violaciones de los derechos humanos no pueden quedar impunes. De ah¨ª que el ¨²nico precio que puede pagar el Gobierno es otorgar indultos legales, una vez resueltos todos los procedimientos previstos en la Ley de Enjuiciamiento Criminal. El Estado de derecho es una m¨¢quina que no puede detener su marcha ni siquiera cuando los terroristas anuncien una tregua definitiva. Y para que puedan obtener medidas personales de gracia, antes deber¨¢n entregarse a la justicia asumiendo su condena penal. S¨®lo entonces, tras haber reconocido en sede judicial sus cr¨ªmenes, podr¨¢n ser merecedores, no de una imposible amnist¨ªa, pero s¨ª de un indulto generoso.
Pero el justiprecio rige para ambas partes, pues tambi¨¦n los terroristas habr¨¢n de pagar algo para poder cubrir su retirada de la lucha armada con un manto de dignidad. Saben que si prosiguen su huida hacia delante en su carrera criminal ya no llegar¨¢n a ninguna parte. Pero si pagasen cierto precio, podr¨ªan recuperar su dignidad pol¨ªtica obteniendo una salida honorable. ?Qu¨¦ precio deber¨ªan pagar para adquirir legitimidad? S¨®lo hay uno que deber¨ªa exig¨ªrseles en justicia: el reconocimiento p¨²blico de que han violado los derechos humanos de sus v¨ªctimas. De ah¨ª que deber¨ªan ser ¨¦stas las m¨¢s interesadas en que fructifique la negociaci¨®n con los terroristas, pues s¨®lo as¨ª alcanzar¨¢n reparaci¨®n moral, ya que los cr¨ªmenes seguir¨¢n irredentos mientras sus autores no asuman en p¨²blico su responsabilidad. Indulto a cambio de reparaci¨®n a las v¨ªctimas: he aqu¨ª el justiprecio a pagar.
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