La Universidad de C¨¢diz mejora la atenci¨®n a los discapacitados con un servicio individualizado
Alejandro Fern¨¢ndez, sordo y alumno de Educaci¨®n F¨ªsica, relata su experiencia
Hay sirenas que suenan en el campus que no escuchan los sordos. Pantallas que no ven los ciegos. Carteles a los que no llegan los minusv¨¢lidos f¨ªsicos. La Universidad de C¨¢diz (UCA) ha perfeccionado su atenci¨®n a los discapacitados con un servicio espec¨ªfico que pretende escuchar sus necesidades y formar en ellas a la comunidad universitaria. Las facultades gaditanas tienen actualmente 20 alumnos con alguna discapacidad. Estudiantes como Alejandro Fern¨¢ndez, de 24 a?os, con una sordera de nacimiento, que se prepara para convertirse en profesor de Educaci¨®n F¨ªsica.
Alejandro lleva dos a?os en la Facultad de Ciencias de la Educaci¨®n de Puerto Real. En las clases le ha acompa?ado desde 1? una int¨¦rprete de lenguaje de signos que le ha ofrecido la Universidad. Pero su vida estudiantil no siempre ha sido as¨ª. De peque?o, tuvo muchos cambios. Pas¨® de un colegio de oyentes a uno de sordos. En el primero, no hab¨ªa suficientes medios para atenderle. En el instituto, tuvo un profesor de apoyo, aunque reconoce que continuaron las diferencias. Ahora en la UCA el trabajo de Olga Verano, su int¨¦rprete, le sirve para entender las clases. Quedan algunos flecos, pero se siente bien.
En esos flecos va a trabajar Teresa Lozano como coordinadora del Servicio de Atenci¨®n a la Discapacidad, dependiente de la direcci¨®n general de Acci¨®n Solidaria. Trata de atender las necesidades de alumnos, profesores y personal universitario que presentan sordera, alguna deficiencia visual o minusval¨ªas f¨ªsicas.
Una labor que se hac¨ªa antes de crear este servicio. Los sordos cuentan con int¨¦rpretes en su estancia en la facultad. Los ciegos disponen de un sistema tecnol¨®gico que le transforma a audio las lecciones. Y para los minusv¨¢lidos f¨ªsicos se han tratado de eliminar todas las barreras arquitect¨®nicas; aunque Lozano piensa que no es suficiente.
Por eso, el servicio que ella coordina establecer¨¢ contactos con las principales asociaciones de discapacitados para culminar otros objetivos. Entre ellos, un estudio exhaustivo sobre las barreras arquitect¨®nicas en la UCA, que se quiere tener listo para el primer trimestre del pr¨®ximo curso y, sobre todo, mejorar la formaci¨®n de la comunidad universitaria. Se trabaja ya en la elaboraci¨®n de un dossier para que los profesores puedan preparar sus clases a discapacitados. "Queremos que con estos alumnos haya un trato normalizado pero que se atiendan sus necesidades especiales", dice Lozano.
Alejandro ve con buenos ojos este dossier. "Los profesores me respetan pero ser¨ªa bueno que contasen con una gu¨ªa para que comprendiesen las caracter¨ªsticas de la comunidad sorda", mantiene. Que comprendan que con leer los labios no basta. O que necesitan m¨¢s tiempo para hacer sus ex¨¢menes, algo que recoge la ley. Alejandro quiere que entiendan que, para hablar con ¨¦l, Olga, su int¨¦rprete debe ser invisible, o que las sirenas se podr¨ªan sustituir por luces.
Son peticiones que realiza para gozar realmente de igualdad de oportunidades, aunque se siente plenamente adaptado entre sus compa?eros. Tanto que sus profesores olvidan a veces que a ¨¦l no le basta con un silbato, sino que necesita que levanten una mano.
Alejandro lleva luchando desde ni?o por no sentirse discriminado. Y aunque ha ganado muchas batallas, ha perdido otras como la beca Erasmus para estudiar en Mil¨¢n. Se la hab¨ªan concedido, pero cuando supieron que era sordo, se la denegaron. Ahora intenta entrar otra facultad italiana y ha pedido una explicaci¨®n a los responsables de Mil¨¢n.
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