"Estoy a gusto conmigo misma"
Lindsay Davenport, líder de la clasificaciónmundial pese a caer ante Pierce, no se queja de que otras exploten su imagen y ganen más dinero
No es guapa y lo sabe. La estadounidense Lindsay Davenport, de 28 a?os, fue una número uno discreta cuando alcanzó por primera vez esa posición, en 1998, y lo es ahora que ha extendido su reinado desde el 18 de octubre hasta Roland Garros pese a perder ayer ante la francesa Mary Pierce por 3-6 y 2-6 en los cuartos de final. Y es que el icono ruso, María Sharapova, de 18, que podría haberla destronado de superar en París una ronda más que ella, fue batida igualmente por la belga Justine Henin-Hardenne por 4-6 y 2-6.
Probablemente, eso es lo que habrían querido muchos de los dirigentes del circuito femenino de tenis, conscientes de que una reina rubia, alta, delgada, con una mirada angelical, como Sharapova, es la mejor imagen para vender su producto. No en vano ya exprimieron en su momento a su compatriota Ana Kurnikova, a la que presentaron como una sex-symbol y les salió bien. Kurnikova ganó más dinero que todas las grandes sin conseguir anotarse siquiera un torneo. Sharapova brilló en 2004 en Wimbledon y su cara llenó las portadas y su cuenta corriente.
"Las Williams dirigen empresas, hacen anuncios... A Sharapova le encanta aparecer en revistas. Yo no podría soportarlo"
Sin embargo, Davenport no se queja de su destino. "Me siento a gusto conmigo misma", confiesa; "he ganado una enorme cantidad de dinero por lo que hago. Y entiendo que otras jugadoras exploten su imagen y estén siempre en la televisión o las revistas. Yo sería incapaz de soportarlo". Hace unas semanas, estuvo seleccionada con el equipo de Estados Unidos junto a las hermanas Williams, Serena y Venus, y se quedó alucinada: "Dirigen sus sociedades y hacen programas televisivos, sesiones fotográficas y anuncios. Y Sharapova, a la que le encanta aparecer en las publicaciones, hace otro tanto".
La mayor parte de estas cosas le han estado vetadas a Davenport. "No me importa", asegura; "lo único que intento es hacer bien las cosas en la pista y pasar inadvertida fuera de ella". En realidad, llegó al tenis casi por casualidad, pues había nacido en una familia del voleibol: su padre era jugador olímpico y su madre dirigente federativa. Decidió dar raquetazos en contra de la opinión de ésta, que la quería nadando. Cuando comenzó a ganar, muchos se sorprendieron. Fue campeona júnior del Open de Estados Unidos, pero nadie creía que fuera a ser profesional. "Imaginaban que acabaría en las Ligas universitarias", comenta; "pero, a los 15 a?os, me hice profesional y uno y medio más tarde ya estaba entre las diez primeras".
Era un gran momento para ella, pero coincidió con la separación traumática de sus padres. Le afectó. Y los grandes especialistas comenzaron a decir que nunca ganaría una competición del Grand Slam porque a los 20 aún no lo había logrado. Seguía siendo distinta, muy alta (1,89 metros) pero pasada de peso (91 kilos). Entonces, bajo la supervisión de Robert Van't Hof, su entrenador en esa etapa, comenzó un régimen de adelgazamiento. Perdió 15 kilos y en 1998 ganó su primer título grande, el Open de Estados Unidos, a los 23: "Aquello me liberó. Ya no iba a escuchar más críticas. No soy rencorosa, pero sí sensible". Un mes más tarde desbancó a la suiza de origen eslovaco Martina Hingis y prosiguió una carrera jalonada con títulos en Wimbledon (1999) y el Open de Australia (2000), pero también por las lesiones en la rodilla derecha y el pie izquierdo. En 2004 se planteó abandonar para tener hijos. Pero fue cuando llegó a ser número uno: "La mayoría de las anteriores sufrieron lesiones y yo estaba en mi mejor momento. Así que decidí seguir". En enero disputó la final australiana y después ganó en Dubai y Amelia Island en su camino hacia la capital francesa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás a?adir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.