Mercurio, Almad¨¦n y el legado minero
Un real decreto publicado en el BOE de 18 de enero de 2005 aborda la necesaria regulaci¨®n de la contaminaci¨®n. La norma hace un loable esfuerzo al recoger la variedad de sustancias que pueden ser consideradas como t¨®xicas y los niveles m¨¢ximos que no deben superarse en los suelos para evitar efectos nocivos sobre la salud de los humanos y los seres vivos en general. Sin embargo, cuando llega al cap¨ªtulo de los metales pesados, tan relacionado con la miner¨ªa, y por ende tan sensible en este pa¨ªs, se hace inconcreto.
En relaci¨®n con el decreto citado se han difundido comentarios de lectura ambigua, por ejemplo sobre si la regi¨®n de Almad¨¦n est¨¢ o no contaminada (EL PA?S, 14 de diciembre de 2004). Analicemos someramente el caso de Almad¨¦n y su mercurio para ejemplificar algunas caracter¨ªsticas de la contaminaci¨®n derivada de la miner¨ªa. Como consecuencia del reparto que la geolog¨ªa y la geoqu¨ªmica hicieron de este elemento durante la historia del planeta, en este lugar se form¨® la mayor concentraci¨®n natural de este metal que se conoce en la Tierra. Pues bien, en el distrito minero de Almad¨¦n podemos reconocer la presencia de mercurio en condiciones de mayor o menor peligrosidad. As¨ª, all¨ª se dan las tres formas principales de este elemento: 1) Una amplia presencia de sulfuro de mercurio (HgS: cinabrio, que es el mineral o mena del que se extrae el metal por miner¨ªa y metalurgia), que es muy estable en el medio ambiente. 2) El mercurio met¨¢lico (Hg?), que tambi¨¦n es relativamente inerte; no obstante conviene recordar que el mercurio met¨¢lico, en presencia de luz, y a trav¨¦s de un proceso ayudado por la temperatura, pasa a mercurio gaseoso, el cual s¨ª constituye un riesgo serio para la salud humana. 3) Finalmente tambi¨¦n se detectan localmente contenidos considerables de metilmercurio (CH3Hg), la especie (forma) m¨¢s t¨®xica del metal, que convendr¨ªa controlar cuidadosamente.
Existe la creencia de que lo natural es saludable, lo cual no siempre es as¨ª. Nada m¨¢s natural que las setas o las plantas t¨®xicas, y a¨²n as¨ª pueden ser venenos fulminantes. Como consecuencia, el entorno de Almad¨¦n, por m¨¢s que el mercurio sea all¨ª algo natural, debe de ser estrechamente vigilado y all¨ª, como en otras regiones mineras, debe de poderse regular con precisi¨®n qu¨¦ concentraci¨®n, qu¨¦ forma qu¨ªmica o qu¨¦ combinaci¨®n de circunstancias deben prevenirse, limitarse o restaurarse, porque en ello va la salud de las personas y la calidad de sus bienes (como cultivos, ganados, bosques). Aquella regi¨®n, de singular atractivo, no es resistente a la contaminaci¨®n de los derivados t¨®xicos del mercurio por el hecho de guardar mucho cinabrio y mucho mercurio en sus rocas y en sus suelos. No, es como cualquier otra y sus moradores deben de estar tan protegidos como los dem¨¢s.
El caso de Almad¨¦n no es aislado. Espa?a registra una historia minera y metal¨²rgica importante desde los tiempos del Imperio Romano. Siglos de miner¨ªa han dejado un legado, a veces oculto, de escombreras de minerales, que constituyen de facto potenciales problemas ambientales y de salud. La carga mineral que no se explot¨® en su momento por razones de atraso tecnol¨®gico o se explot¨® s¨®lo de manera parcial est¨¢ siendo sometida a procesos qu¨ªmicos naturales (oxidaci¨®n, hidr¨®lisis) que act¨²an sobre dichos minerales contribuyendo a su disoluci¨®n, y por tanto, a la liberaci¨®n de metales pesados. Sin tener que retroceder demasiado en el tiempo, en Espa?a existen cientos de minas abandonadas (con sus escombreras asociadas), cuya explotaci¨®n ces¨® en el siglo XIX o XX.
La cuesti¨®n, en definitiva, es que el problema de la dispersi¨®n de los metales pesados en ¨¢reas mineras no queda resuelto con el actual real decreto ni resulta f¨¢cil de solucionar. En todo caso, se hace necesario fijar de forma m¨¢s clara qu¨¦ niveles y de qu¨¦ productos son los que realmente resultan desaconsejables para la salud de los ocupantes de un suelo, de forma que se pueda regular tambi¨¦n en este sector, de forma concreta, la necesidad de tomar medidas de protecci¨®n.
Pablo Higueras y Ana Crespo son profesores de las Universidades de Castilla-La Mancha y Complutense de Madrid respectivamente.
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