El 'no' franc¨¦s como oportunidad
De haberse producido una victoria del s¨ª el pasado domingo, hubiera sido por muy escaso margen. La gran mayor¨ªa de los l¨ªderes pol¨ªticos franceses y europeos habr¨ªan respirado aliviados, y se hubiesen encarado las ratificaciones posteriores con la sensaci¨®n de que lo peor hab¨ªa pasado. No ha sido as¨ª. El no ha superado con creces al s¨ª, y lo ha hecho con niveles de participaci¨®n en las urnas y, sobre todo, con niveles de debate p¨²blico desconocidos en los asuntos relacionados con la construcci¨®n europea. No comparto el alarmismo que parece imperar en muchos de los comentaristas a los que he escuchado y le¨ªdo estos d¨ªas. Tampoco me parece justo echar las culpas a la utilizaci¨®n del refer¨¦ndum como v¨ªa por la que ratificar el proyecto de Constituci¨®n Europea. Tratemos de ver la cuesti¨®n desde una perspectiva positiva, y para ello apunto algunas oportunidades que se abren en esta semana de pasi¨®n europea que completar¨¢ Holanda con el muy probable, en el momento de escribir estas l¨ªneas, voto asimismo negativo.
En primer lugar, deber¨ªamos evitar cargarnos el refer¨¦ndum como mecanismo de consulta directa en momentos de especial significaci¨®n y cuando las posiciones y los dilemas atraviesan las l¨ªneas de segmentaci¨®n partidista. En parte, este asunto ya apareci¨® en la r¨¢pidamente olvidada votaci¨®n espa?ola del 20 de febrero. La opci¨®n de ratificar por la v¨ªa de la consulta directa el texto constitucional europeo no encuentra su desmentido en el no, sino al rev¨¦s. Como reconoce Le Monde, "[el voto] ha sido emitido tras un debate como ha habido pocos en la historia de este pa¨ªs", y no como en el caso espa?ol con poco m¨¢s del 40% de votos, sino con casi el 70% del electorado. Me molesta la cantinela de estos d¨ªas sobre la adulteraci¨®n que significa el refer¨¦ndum en relaci¨®n con la voluntad popular expresada en los esca?os de la Asamblea Nacional francesa. Surgen por doquier los que, en vez de tratar de entender el mensaje de hast¨ªo y cansancio de la ciudadan¨ªa en relaci¨®n con la labor de unas ¨¦lites pol¨ªticas vistas como autistas y dedicadas a sus propios asuntos y dilemas, atacan al refer¨¦ndum como la expresi¨®n demag¨®gica y veleidosa de un pueblo poco preparado para entender las complejidades del texto a debate. Tenemos la oportunidad de recuperar el valor a?adido de las instituciones de la democracia directa como nuevo reto para los pol¨ªticos, para los partidos, demasiado encerrados en su solo juguete de las instituciones.
En segundo lugar, tenemos la gran oportunidad de tratar de ponernos de acuerdo o al menos de debatir qu¨¦ Europa queremos, qu¨¦ valores deber¨ªan fundamentar su futuro. Se va repitiendo la cantinela de que este refer¨¦ndum ha sido el "refer¨¦ndum del miedo". Perm¨ªtaseme decir que he visto tambi¨¦n muchas amenazas por parte de los que propugnaban el s¨ª. Se ha abusado del tremendismo para descalificar a los que se atrev¨ªan a dudar de hacia d¨®nde se dirige Europa. Se han dado por supuestos y por a¨²n vigentes muchos principios fundacionales de la Uni¨®n Europea, cuando el mundo, y con ¨¦l Europa, ha cambiado dr¨¢sticamente en los ¨²ltimos 15 o 20 a?os. No queda casi nada del consenso socialdem¨®crata-democristiano que fund¨® la nueva Europa de la posguerra en las d¨¦cadas de 1940 y 1950. Y no podemos seguir creyendo que esos son valores compartidos sin m¨¢s cuando la realidad cotidiana de la gente, sus precariedades, sus miedos, sus frustraciones, sus dilemas morales, su falta de empleo, no les permiten seguir pensando que el futuro ser¨¢ siempre mejor, y que s¨®lo necesitamos confiar en los que saben c¨®mo lograrlo. ?Es censurable tener miedo ante lo que cada uno siente y percibe en su cotidianidad? Lo que conviene no es censurar a una gran parte de la ciudadan¨ªa por expresar de manera quiz¨¢ confusa e inconexa sus preocupaciones, sino aprovechar la oportunidad que se abre para reimplicar y concernir a esa ciudadan¨ªa en la construcci¨®n de Europa, que hasta ahora ha sido vista excesivamente sesgada en sus componentes mercantiles.
En tercer lugar, podemos aprovechar el sonoro golpe del no franc¨¦s para reconsiderar qu¨¦ sentido y qu¨¦ perspectiva tiene Europa tras sus sucesivas ampliaciones. La ¨²ltima ampliaci¨®n ha sido vista por muchos franceses como una simple expansi¨®n del mercado, que abr¨ªa nuevas posibilidades a los inversores y empresarios, pero que aclaraba poco hacia d¨®nde ¨ªbamos. La imprecisi¨®n de los confines europeos y la posibilidad de la apertura a Turqu¨ªa no tienen por qu¨¦ ser consideradas algo negativo. Pero al no plantearse abiertamente, al mantenerse la ambig¨¹edad, al contribuir todo ello a la constante sensaci¨®n de que todo es un asunto de "unos cuantos que se lo guisan y se lo comen", se acaba favoreciendo todo tipo de especulaciones y refuerza las percepciones negativas sobre los efectos reales o imaginados de la ¨²ltima ampliaci¨®n. La leyenda del fontanero polaco, que quita trabajo a diestro y siniestro, no puede ser aducida como raz¨®n de fondo del no, a no ser que lo que se pretenda sea diluir sus efectos en la forma de hacer pol¨ªtica y quedarse autosatisfechos aduciendo que la derrota del s¨ª obedece a las bajas pasiones de una gran parte de la ciudadan¨ªa francesa. Tenemos la oportunidad de hacer pedagog¨ªa y de reconstruir desde abajo el sentido y el alcance de una Europa que sigue siendo una esperanza para m¨ª y para muchos.
Finalmente, tenemos la gran oportunidad de politizar Europa y su construcci¨®n. Es absurdo atacar a los que votaron no por el hecho de que agitaban el fantasma del liberalismo, cuando muchos de los que aluden a ello agitaban otros fantasmas, como los de la incoherencia, el utopismo o la coalici¨®n de los insatisfechos, para desacreditar a algunos de los que apuntaban a que la cosa no iba bien. Si tenemos la impresi¨®n de que la gente ha simplificado la realidad y contrapone simpl¨ªsticamente globalizaci¨®n y neoliberalismo conservador, tratemos de demostrar que ello no es as¨ª y construyamos mayor¨ªas s¨®lidas que defiendan una manera humana de entender las relaciones econ¨®micas. Si queremos evitar simplificaciones, cuidemos a los Bolkenstein que van por ah¨ª lanzando directivas que parecen apuntar a que los "sin informaci¨®n" quiz¨¢ tienen algo de raz¨®n. O sea, que el no franc¨¦s ofrece muchas oportunidades. S¨®lo hace falta otra mirada.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.
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