Comencemos por la cultura

Una vez m¨¢s, la cultura se adelanta. En unos momentos en que hay quien tiene dudas sobre el futuro inmediato de la construcci¨®n europea, la concesi¨®n del Premio Pr¨ªncipe de Asturias de Comunicaci¨®n y Humanidades a los seis grandes institutos culturales de Europa se?ala de nuevo el camino.

Europa ha sido durante siglos el germen de las m¨¢s extraordinarias creaciones culturales, pero al tiempo que nos sentimos orgullosos de ello lo olvidamos con demasiada frecuencia. De hecho, la cultura ya estuvo ausente del Tratado de Roma, lo que llev¨® a Jean Monet a pronunciar una de sus frases m¨¢s recordadas: "Si volviera a empezar la construcci¨®n de Europa, comenzar¨ªa por la cultura".

Hoy resulta m¨¢s imprescindible que nunca construir un espacio cultural com¨²n. De la misma forma que las guerras europeas han sido guerras civiles, compartimos la cultura en m¨¢s alto grado de lo que a veces imaginamos, pues para todos constituyen referencias comunes Bach, Shakespeare, Proust, Claudio Magris, Fernando Pessoa y Vel¨¢zquez. Europa es ante todo sin¨®nimo de cultura, es en s¨ª misma un concepto cultural, y de ella -de sus lenguas, de sus culturas- han ido surgiendo brotes que se han desparramado por todos los continentes, que se han asentado en ellos y que d¨ªa a d¨ªa regresan a nosotros para hacernos m¨¢s sabios y prudentes.

El espa?ol constituye un buen ejemplo. Es la lengua materna de 40 millones de europeos y de casi 400 millones de americanos, y por eso la cultura espa?ola resulta impensable sin el argentino Jorge Luis Borges, el mexicano Octavio Paz, el peruano Vargas Llosa y tantos otros americanos. Tambi¨¦n sin el catal¨¢n Salvador Espriu, la gallega Rosal¨ªa de Castro y la lengua vasca. El acta del jurado lo deja meridianamente claro: la difusi¨®n ling¨¹¨ªstica y cultural de los grandes institutos supone tambi¨¦n extender los valores ¨¦ticos y human¨ªsticos que constituyen el sustrato de la civilizaci¨®n occidental.

Recibo la noticia del premio en M¨¦xico, tras un viaje de trabajo por este pa¨ªs hermano y por el sur de Estados Unidos, es decir, por una de las inmensas no fronteras de nuestra lengua com¨²n. El colombiano ?lvaro Mutis, que est¨¢ a mi lado, me comenta: "Es de justicia, porque el Cervantes es el mascar¨®n de proa de la cultura espa?ola e hispanoamericana en todo el mundo". Nada m¨¢s halagador.

Lo cierto es que para el Instituto Cervantes este premio supone muchas cosas. Es el reconocimiento a uno de los institutos culturales m¨¢s j¨®venes y que en apenas 14 a?os ha alcanzado las m¨¢s altas cotas de prestigio, a mis cuatro antecesores y a los 1.500 miembros del Instituto que trabajan en casi 40 pa¨ªses. Es tambi¨¦n el reconocimiento a la idea de una Europa unida y a nuestro europe¨ªsmo, que se plasma en la colaboraci¨®n asidua con el resto de los galardonados, y que siempre hacemos compatible con la vocaci¨®n hispanoamericana. Y es un orgullo obtener uno de los premios m¨¢s prestigiosos del mundo que adem¨¢s lleva el nombre de quien inaugura todos nuestros centros y que constituye nuestro mejor aval.

C¨¦sar Antonio Molina es director del Instituto Cervantes.