Garganta Profunda, ?deber o venganza?
El ex agente del FBI Mark Felt asegura que cumpli¨® con su obligaci¨®n. Pero para los colaboradores de Nixon, fue un traidor
Que la exclusiva haya correspondido a una publicaci¨®n mensual es una paradoja m¨¢s en la revelaci¨®n del misterio mejor guardado de la historia del periodismo. Mark Felt, de 91 a?os y fr¨¢gil salud f¨ªsica y mental, era Garganta Profunda, la fuente que conserv¨® su anonimato durante casi 33 a?os a pesar de haber precipitado con sus filtraciones la primera y ¨²nica dimisi¨®n de un presidente de EE UU, Richard Nixon. Su familia asegura que este anciano delicado, due?o en su d¨ªa del segundo despacho m¨¢s importante en el FBI, todav¨ªa mantiene un conflicto personal con el concepto de "lealtad"; desvelado el misterio, los antiguos colaboradores de Nixon creen que Felt no es un h¨¦roe sino "una serpiente".
Armados ahora con el desenlace del enigma, los historiadores explicaban ayer con efusi¨®n que Mark Felt reun¨ªa en su perfil los dos elementos que requer¨ªa la identidad de Garganta Profunda: acceso a la informaci¨®n y un motivo para filtrarla. S¨®lo unos pocos de quienes ayer revisaban lo escrito y dicho en los ¨²ltimos 33 a?os reconoc¨ªan su incapacidad para haber visto al elefante en la cacharrer¨ªa.
Felt no parece saber por qu¨¦ lo hizo. En algunas entrevistas publicadas en a?os de mayor lucidez, este individuo nacido en Twin Falls (Idaho) en 1913 parece mostrar una end¨¦mica fidelidad hacia los servicios de inteligencia a los que entreg¨® su juventud y su madurez. Seg¨²n el relato de Vanity Fair, Felt, paseado en silla de ruedas por un enfermero, piensa a menudo en voz alta; entre frases inconexas o incoherentes, el enfermero recuerda haberle o¨ªdo decir que "un hombre del FBI debe ser leal al departamento" y, en varias ocasiones, una afirmaci¨®n que ahora parece reveladora: "Era mi deber hacerlo".
Que fuera su deber o su venganza es lo que ahora se dirime, y la diferencia entre h¨¦roe o traidor parec¨ªa ayer ciertamente estrecha. En las pocas conversaciones que ha mantenido con su familia sobre su papel en el caso Watergate, Felt parece genuinamente convencido de que era su obligaci¨®n impedir la presencia de un pol¨ªtico corrupto en la Casa Blanca. Sin embargo, el repaso a su situaci¨®n profesional en aquellos a?os proporciona argumentos para el resentimiento.
Por primera vez, el FBI hab¨ªa dejado de ser la instituci¨®n que guiaba al presidente de EE UU para ser, muy al contrario, un organismo supeditado al poder de un individuo -Nixon- obsesionado con la posesi¨®n y el control de la informaci¨®n. La muerte de J. Edgar Hoover hab¨ªa dejado un despacho vacante en la direcci¨®n del FBI al que aspiraba con l¨®gica su n¨²mero dos, Mark Felt. Como demostraci¨®n irrefutable de las aspiraciones controladoras de Nixon, el elegido como sucesor no fue este fiel insider, profundo conocedor de los laberintos del espionaje, sino un advenedizo llamado Patrick Gray, de nula experiencia en los servicios de inteligencia pero buenos contactos con el poder desde su bufete de abogados a sueldo del Partido Republicano.
La llegada de Gray era una demostraci¨®n de poder. Era 1972. "Est¨¢bamos enfrentados a la Casa Blanca en casi todo", escribi¨® Felt en un libro de memorias que guardaba su secreto inconfesado.
Justo entonces, el 17 de junio, la polic¨ªa detiene a cinco individuos cuando trataban de instalar micr¨®fonos en la sede del Comit¨¦ Nacional Dem¨®crata en el complejo Watergate, a orillas del r¨ªo Potomac. Aunque el asalto fue chapucero (uno de ellos se identific¨® como ex agente de la CIA y otro llevaba una agenda con el tel¨¦fono de la Casa Blanca), la maquinaria de Nixon se moviliz¨® de inmediato para tratar de mantener esa noticia en las p¨¢ginas de informaci¨®n local del diario The Washington Post. Cuando Felt comunic¨® a Gray su capacidad para vincular el dinero recibido por los asaltantes con fondos electorales del Partido Republicano, el director del FBI le conmin¨® a dejarlo estar. Felt conoc¨ªa al joven periodista Bob Woodward por su investigaci¨®n de un caso anterior, nada pol¨¦mico. Ahora Woodward investigaba el asalto al Watergate y Felt sab¨ªa hacia qu¨¦ madeja conduc¨ªa el hilo. Los dos acabaron nuevamente en contacto ("un accidente de la historia", lo llama Woodward) entre los muros herm¨¦ticos de un aparcamiento subterr¨¢neo en el que Felt recomendaba al periodista que siguiera "la pista del dinero". El resto s¨ª que es historia.
Ayer, los antiguos colaboradores de Nixon, resentidos todav¨ªa por haber perdido sus empleos en esa ¨¦poca o haber figurado permanentemente en la lista de candidatos a ser Garganta Profunda, no parec¨ªan dispuestos a cerrar f¨¢cilmente este ep¨ªlogo de la noticia del asalto al Watergate. Para Pat Buchanan, que le escrib¨ªa los discursos a Nixon, Felt "lo hizo por venganza, porque no le hab¨ªan ascendido en el FBI. No creo que Garganta Profunda sea un h¨¦roe, creo que es una serpiente". Henry Kissinger, secretario de Estado y consejero de Seguridad Nacional de Nixon, tambi¨¦n se mostraba dolido al recordar aquellos a?os y parec¨ªa convencido de que el esc¨¢ndalo no fue el caso Watergate, sino que Felt lo filtrase: "Creo que era un hombre con problemas. No contemplo lo que hizo como algo heroico. No es heroico espiar a tu presidente cuando ocupas un alto cargo".
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