V¨ªa estrecha
Enriqueta Antol¨ªn (Palencia, 1941) emprendi¨® hace tiempo un largo viaje hacia la memoria, atraves¨® todos los t¨²neles de los secretos de familia, vade¨® los silencios de un tiempo dif¨ªcil -la posguerra espa?ola- y nos dio, a sus lectores, en plena madurez, una conmovedora trilog¨ªa (La gata con alas, Regiones devastadas y Mujer de aire, 1992-1997), en la que los ojos desconcertados y avispados de una ni?a (una mujer que sub¨ªa al tren de la memoria) testimoniaban una Espa?a atroz, encalada por el humor de muchas de aquellas situaciones, por la candidez de la ni?a y por la presencia del abuelo, un personaje extraordinario.
Cabr¨ªa pensar que la autora, que se ha dedicado tantos a?os al periodismo, ten¨ªa su cupo cubierto con esa estupenda trilog¨ªa; pero no. Antol¨ªn ha tomado otros trenes y nos ha dado, despu¨¦s, Caminar de noche, su novela m¨¢s ambiciosa, en la que tambi¨¦n estaban presentes los secretos de los adultos, sus historias que determinan el azar del vivir, la fascinaci¨®n por el ausente, que se hace mito en la espesura de la memoria familiar, esos t¨ªos tarambanas o de la c¨¢scara amarga que hab¨ªa -antes- en las familias bien y de orden; su ¨²ltimo libro ha sido Cuentos con Rita. Por no citar su libro de conversaciones con Francisco Ayala, mod¨¦lico, y que re¨²ne, bien mirado, sus obsesiones narrativas: secretos de familia: la historia de este pa¨ªs; y la fascinaci¨®n por el ausente, alguien que tuvo que escapar con su ba¨²l de fotos a cuestas, no por tarambana, desde luego, como es el admirado Paco Ayala.
FINAL FELIZ
Enriqueta Antol¨ªn
Alfaguara. Madrid, 2005
210 p¨¢ginas. 14,94 euros
En fin, este lector ven¨ªa montado desde una lejana estaci¨®n de tren para cambiar -y lo siento especialmente- ahora de v¨ªa, para tomar este vag¨®n de v¨ªa estrecha que es Final feliz, que, a mi modo de ver, no alcanza la velocidad conseguida por sus libros anteriores y esta diferencia de velocidad no hace m¨¢s placentero el viaje, sino que muestra los desconchones de la narraci¨®n. Final feliz parec¨ªa, al inicio del viaje, una historia con todos los ingredientes para agradar. Esa mujer de cierta edad, con ilusiones y preocupaciones, vivencias y tropiezos sentimentales o de salud -ya ha aparecido otras veces en su obra-, decide iniciar un viaje qui¨¦n sabe si a ninguna parte, para olvidar una decepci¨®n amorosa con la excusa de seguir la huella, y entenderle, de su bisabuelo, un ingeniero de caminos que a principios del XX intent¨® conectar Ferrol con el progreso mediante un fracasado plan de ferrocarril de v¨ªa estrecha.
M¨¢s de cien a?os despu¨¦s, la protagonista recorre esos paisajes, se sube a un tren de v¨ªa estrecha e intenta superponer sus ¨¢nimos y decepciones, con los de su antepasado. Y entremedias inserta las p¨¢ginas de un diario excesiva e innecesariamente coloquial (ya s¨¦ que no es un diario para publicar, sino para su desahogo), que, a mi juicio, no le sienta nada bien a las dos historias. La del ingeniero visionario que lo dej¨® todo por una mulata cubana no se ha desarrollado lo suficiente como para atraer nuestra intenci¨®n y la de la protagonista que realiza el viaje hoy mismo m¨¢s que un relato hubiera podido ser un magn¨ªfico, y lo es en muchas p¨¢ginas, relato de viajes por la cornisa cant¨¢brica. As¨ª que, en ning¨²n momento, ambas historias se llegan a tocar. Y es una l¨¢stima. Otra vez ser¨¢, pues este lector va a seguir cogiendo el tren narrativo de Enriqueta Antol¨ªn.
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