Ni puentes de plata ni juicios temerarios
A Maite Pagazaurtund¨²a y a Rosa D¨ªez, amigas y compa?eras a quienes, en el acuerdo o en el desacuerdo, espero seguir encontrando dentro del socialismo.
Un tema ocupa hoy el primer plano en nuestro debate pol¨ªtico: el de la posibilidad del fin de la violencia de ETA y, en la medida en que esta posibilidad se confirme, el del di¨¢logo para despu¨¦s de este final. Hay otro tema que hoy se presenta quiz¨¢s con menor urgencia, pero que afecta tanto o m¨¢s a los ciudadanos: el de la institucionalizaci¨®n del Estado y el de la integraci¨®n de nuestra sociedad. ?Estamos asistiendo a, o propiciando, una capitulaci¨®n de ETA? ?Estamos afirmando y perfeccionando nuestras instituciones, o las estamos poniendo en peligro? Ahora me limitar¨¦ al primer interrogante, aunque el segundo supone un tel¨®n de fondo de constante presencia.
La propuesta de Rodr¨ªguez Zapatero es, desde luego, arriesgada. Son grandes las posibilidades de que no salga adelante porque no se cumpla la condici¨®n primera, que ETA abandone las armas. En ese caso nada se habr¨ªa conseguido porque no se habr¨ªa cumplido el primero y fundamental requisito. Pero el intento actual est¨¢ hecho formulando el campo del acuerdo y sus bases posibles y, por ello, asumiendo el riesgo del fracaso: la decisi¨®n de los terroristas de abandonar las armas, que no depende de los dem¨®cratas, sino de los asesinos de ETA. Luego queda pendiente un segundo paso: se ha de negar una concesi¨®n pol¨ªtica a cambio de la paz. Y, con estas condiciones cumplidas, positiva y negativa, a¨²n estar¨ªa pendiente el di¨¢logo que decidiera cu¨¢l es la soluci¨®n aceptable que hiciera compatible el af¨¢n de justicia ofendida de las v¨ªctimas con el otorgamiento de medidas de reinserci¨®n ofrecidas a los miembros de ETA. Porque algo debe quedar claro: en el momento de la pretendida paz, los representantes o los valedores de los terroristas no van a coincidir con nosotros en las razones de la paz, sino en la eficacia de que la paz se alcance. All¨¢ podr¨¢n otros, los de Batasuna, o tambi¨¦n gente del PNV como Joseba Egu¨ªbar, argumentar que el campo de encuentro es el di¨¢logo pol¨ªtico con ETA o con sus valedores. Por el contrario, si dem¨®cratas y v¨ªctimas pactamos, es porque conviene ofrecer una soluci¨®n al enquistamiento del conflicto de la violencia. No, desde luego, porque vayamos a aceptar la iniquidad de su causa. Pues s¨®lo en la medida en que nos reafirmemos en la justicia de la nuestra podremos consentir, m¨¢s que en la justicia, en la utilidad del "pacto tras la cesi¨®n de las armas". A pesar de la contundente mayor¨ªa que se ha manifestado en el Congreso y en la opini¨®n p¨²blica en favor de las conversaciones de paz, reconozco mi inseguridad sobre la perspectiva de buen ¨¦xito de la iniciativa del Gobierno. Esta inseguridad podr¨ªa llevarnos a un juicio de conveniencia: si ETA est¨¢ visiblemente derrotada, ?por qu¨¦ cambiar de pol¨ªtica antiterrorista? Pero no es desde esta posici¨®n desde la que sostengo mi juicio, sino desde otra: precisamente porque ETA est¨¢ tan derrotada es por lo que son oportunas ahora las conversaciones. En favor de esta alternativa podemos acumular razones diversas.
La primera se sostiene en el sentido que debemos dar a la idea de ETA derrotada. ETA est¨¢ derrotada, pero todav¨ªa su brazo pol¨ªtico moviliza a ciento cincuenta mil votos que, cuanto menos razonables sean desde el an¨¢lisis de la realidad, m¨¢s nocivos resultan como reducto de a?oranzas. En esta situaci¨®n hay una batalla pendiente que librar: la movilizaci¨®n ciudadana contra el crimen. En esto consiste la creciente toma de conciencia, el compromiso de voluntades y, de ah¨ª, la capacidad de movilizaci¨®n ciudadana contra los asesinos y terroristas. Pues bien, el presente proyecto para el abandono de las armas tiene que sostenerse en la pol¨ªtica de afirmaci¨®n del Estado de ciudadanos, pero tambi¨¦n en que la sociedad de ciudadanos, al sentirse implicada en el proyecto de paz, acepta el reto de la movilizaci¨®n democr¨¢tica para derrotarle a ETA en su ¨²ltima batalla, la de la opini¨®n y la movilizaci¨®n popular. Por eso es importante que el Gobierno, si percibe indicios de busca de la paz por parte de los terroristas, responda comprometi¨¦ndose p¨²blicamente ante los ciudadanos a mantener el marco del posible acuerdo. Primero, el abandono de las armas, y luego, la prohibici¨®n de concesi¨®n pol¨ªtica al grupo terrorista o a sus valedores. Ni al nacionalismo. Y, a partir de estas condiciones de entrada, habr¨¢ que componer las pretensiones de reinserci¨®n de los criminales con las esperanzas de las v¨ªctimas (y de quienes se sienten movilizados por ¨¦stas) de que los criminales sean castigados. En este enfrentamiento, los miembros de ETA que abandonen las armas podr¨¢n lograr mejores condiciones en la medida, no s¨®lo de su renuncia, aunque ¨¦sta es condici¨®n previa para el acuerdo de paz, sino de la movilizaci¨®n de los ciudadanos en favor de ese acuerdo y de su capacidad de conexi¨®n con el sentimiento de las v¨ªctimas.
No se trata, por tanto, de que nos hagan tragar, ni a los ciudadanos, ni menos a las v¨ªctimas, que criminales y ciudadanos est¨¦n en el mismo plano. La paz debe ser el resultado del abandono de las armas por parte de los criminales y, con independencia de c¨®mo vivan ¨¦stos el acuerdo, con sentido de realidad o como puente de plata, los ciudadanos han de verlo, primero como un triunfo y, s¨®lo despu¨¦s, acaso tambi¨¦n, como puente de plata.
Con estas condiciones previas y con la experiencia de anteriores condiciones u ofertas de paz m¨¢s condescendientes con ETA y fallidas, est¨¢ claro que las posibilidades de triunfo del proyecto de Rodr¨ªguez Zapatero son, cuando menos, dudosas. ?Por qu¨¦ apostar, entonces, por la v¨ªa del acuerdo? Pues, adem¨¢s de por todo lo dicho hasta ahora, por una confianza en la propuesta. Confianza en la medida en que nos sentimos solidarios con el dato objetivo de la general aceptaci¨®n que se percibe en la sociedad, y tambi¨¦n confianza subjetiva en la decisi¨®n pol¨ªtica de Rodr¨ªguez Zapatero. Como conclusi¨®n provisional est¨¢ la de un juicio suspendido ante que, tras nuevas apuestas y esperanzas, los criminales -tan fanatizados como siempre- confundan su derrota con su victoria y se nieguen al ¨²nico acuerdo posible. Es nuestro riesgo, pero tam
bi¨¦n nos equivoca-
r¨ªamos si nos neg¨¢ramos a decidir por miedo.
Frente a nuestra confianza se plantea tambi¨¦n nuestra desconfianza ante la acumulaci¨®n de los juicios de intenciones con los que se ha combatido este proyecto. En injusta correspondencia a las dif¨ªciles condiciones del eventual pacto, se ha vertido un aluvi¨®n de juicios temerarios contra el proyecto de Rodr¨ªguez Zapatero: "Ya ver¨¦is c¨®mo lo que busca Zapatero es el pacto pol¨ªtico con ETA; o es el pacto para el Gobierno o, peor a¨²n, es la participaci¨®n en el Gobierno con el PNV...". He percibido en esta pol¨ªtica, entre mis adversarios, la sustituci¨®n del debate por los juicios temerarios y, entre algunos de mis amigos, la pol¨ªtica agorera en lugar del razonamiento.
He comenzado diciendo que, junto al tema de la violencia y de su fin, existe otro que es el de la organizaci¨®n del Estado y el de la composici¨®n arm¨®nica de una sociedad de ciudadanos. Que quede claro que el precio de la paz no puede pasar por el de las concesiones al nacionalismo. El objetivo de acabar con el monopolio del poder por parte del PNV es una exigencia democr¨¢tica fundamental, objetivo independiente de la capitulaci¨®n de ETA y ni siquiera tentaci¨®n de pacto en la que se pudiera caer. No hay precio que pagar que requiera el pacto con el PNV. Ni siquiera podemos aceptar que, a pesar del error pol¨ªtico de la derecha nacionalista espa?ola, que tantos da?os electorales ha causado, esto pudiera justificar el abandono de la l¨ªnea de la defensa de la Constituci¨®n y del Estatuto. Pero este tema, aunque debe ser anunciado ya por raz¨®n de urgencia, ha de ser aplazado por raz¨®n de espacio.
Jos¨¦ Ram¨®n Recalde fue consejero socialista del Gobierno vasco.
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