"Al despertar me dijeron: su ri?¨®n ya le funciona a ella"
Todo cambi¨® en pocos meses. Le hab¨ªan detectado una insuficiencia renal en el ecuador de los cuarenta y el diagn¨®stico aclar¨® muchas incertidumbres. Las jugarretas de su salud ya no representaban un jerogl¨ªfico: el cansancio, el tono bajo... Ten¨ªan un nombre. No era una verdad tranquilizadora, pero s¨ª diamantina: sus ri?ones se agotaban. Cristina Pozzi abandon¨® su trabajo como productora de conciertos. Adem¨¢s de seguir una dieta restringida y de poner unos l¨ªmites a una vida que hasta entonces hab¨ªa sido vertiginosa. Se hab¨ªa enterado de su insuficiencia por azar: dos veces no la hab¨ªan dejado donar sangre por tener anemia. Era un aviso. Pero no renunci¨® a todo. No quiso dejar de bucear. Sigui¨® haciendo submarinismo durante el a?o en que se someti¨® a di¨¢lisis. Por la noche se dializaba, y de d¨ªa se sumerg¨ªa en el mar con traje seco. Disfrutaba, volv¨ªa a tierra. Volv¨ªa a la di¨¢lisis.
Hab¨ªa optado por la di¨¢lisis peritoneal, es decir, utilizaba su peritoneo como filtro para purificar la sangre, lo que le permit¨ªa realizarla ella misma en casa. Pero ten¨ªa que llevarse la m¨¢quina en sus desplazamientos. L¨®gicamente, sus viajes menguaron. Pero cuando algo les interesaba, como el buceo, all¨ª estaba el matrimonio Ortega-Pozzi, padres de dos hijos, con el malet¨®n de la m¨¢quina de di¨¢lisis.
Necesitaba un nuevo ri?¨®n. Las opciones eran claras: de vivo o de muerto. Su marido, Antonio Ortega, ingeniero industrial de 56 a?os, se someti¨® a una bater¨ªa de pruebas para que los m¨¦dicos determinaran si uno de sus ri?ones le servir¨ªa a su esposa. Ella no se lo pidi¨®, pero ¨¦l pens¨® que se lo deb¨ªa. Y el resultado fue que s¨ª eran compatibles. "Nos llevaron uno al lado del otro para el quir¨®fano", dice Antonio. Estaba preocupado. "Tem¨ªa que hubiera rechazo y que el ¨®rgano no sirviera para nada". Horas despu¨¦s, al despertarse, esto fue lo primero que le dijeron: "Su ri?¨®n ya le funciona a ella". ?l dej¨® el hospital a los cinco d¨ªas. A ella la mantuvieron aislada y con inmunodepresores para evitar el rechazo, pero a los siete d¨ªas empez¨® a pasear con mascarilla. "La recuperaci¨®n es fabulosa. Ahora me cuido pero no sigo una dieta especial. Una vez que desaparece la limitaci¨®n, aprovechas la vida a tope", afirma Cristina. "Bailamos, viajamos, buceamos". Tiene 54 a?os y lleva cuatro y unos meses con el ri?¨®n de su marido.
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