"Darle el ri?¨®n a mi hija fue darme a m¨ª la vida"
"Entregarle a mi hija el ri?¨®n fue darme a m¨ª la vida", afirma Rosa Alonso, de 62 a?os, la donante. Su hija Reyes Guti¨¦rrez, de 33 a?os, apenas lleva unos meses con su ri?¨®n nuevo: uno de los dos que hab¨ªan acompa?ado a su madre durante d¨¦cadas. En cierto modo, su madre le ha dado la vida dos veces. "?C¨®mo iba a dejar yo que mi hija estuviera tan mal? La miraba y cada d¨ªa se encontraba peor. Nada m¨¢s pon¨¦rselo le cambi¨® la vida", resume Rosa Alonso, a¨²n convaleciente. "Tengo molestias, pero no importa. S¨®lo siento el vac¨ªo que me ha dejado su hueco tras la operaci¨®n", dice.
A Reyes, licenciada en Derecho, de 33 a?os, le hicieron unos an¨¢lisis de sangre hace tres a?os y le detectaron un problema renal. "Me cambiaron la dieta, pero el deterioro de mis ri?ones fue muy r¨¢pido", relata. En septiembre de 2003, los m¨¦dicos vieron que su opci¨®n era el transplante. En la comida de Navidad de 2004, la familia hizo planes para cuando a Reyes le operaran. En esa reuni¨®n ya se sab¨ªa que Rosa le dar¨ªa uno de sus ri?ones a su hija. "Yo no viv¨ªa. Quer¨ªa ver bien a mi hija, pero me quedaban muchos escalones que subir para conseguirlo. He estado tres meses de pruebas para ver el grado de compatibilidad", recuerda. Adem¨¢s, Rosa tuvo que someterse a una dieta para perder peso. Su generosidad dio resultado. "Es mejor el transplante de vivo que de muerto, y mejor siendo yo su madre. As¨ª no hac¨ªa falta esperar a encontrar el ri?¨®n adecuado entre los que fallecieran", a?ade. A primeros de 2005 Reyes empeor¨® y pas¨® a di¨¢lisis. "El 10 de enero empec¨¦ las sesiones. No fue agradable. Pero era vivir; seguir viviendo". Por poco tiempo. La intervenci¨®n se aceler¨®.
Ahora Reyes toma 13 pastillas al d¨ªa entre inmunodepresores y otros f¨¢rmacos para evitar infecciones. Algunos se los retirar¨¢n a los seis meses, otros la acompa?ar¨¢n de por vida. En tres a?os, su vida ha cambiado varias veces. Como una ruleta loca, ha ido de bien a mal primero y luego definitivamente a mejor. En su casa a¨²n se asombran de la rapidez con que se ha atajado su mal. "?Qu¨¦ cosas hacen los m¨¦dicos", dice Rosa. "S¨®lo tem¨ªa que el ri?¨®n no estuviera bien porque he trabajado mucho y me he cargado mucho en esta vida", dice la madre. Si el ri?¨®n de la madre no hubiera servido, lo habr¨ªan intentado con el del padre u otro familiar. No hizo falta.
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