Cosas de ni?os
La sexualidad est¨¢ en el ser humano desde el momento de su nacimiento; por tanto, la educaci¨®n sexual es necesaria para crear adultos que se acepten y vivan una er¨®tica feliz. ?stas son algunas pautas para que los padres hablen de sexo a los m¨¢s peque?os.
Educaci¨®n sexual. "Nuestros hijos son sexuados desde que nacen, y lo ser¨¢n, al igual que nosotros, hasta que se mueran; por tanto, la educaci¨®n sexual es necesaria", afirma Carlos de la Cruz, educador sexual y director del Centro de J¨®venes de Legan¨¦s (Madrid).
?Qui¨¦nes? "Hay una parte de esta educaci¨®n que debemos abordar desde las familias. No hace falta ser especialistas y se puede pedir ayuda". Tambi¨¦n la escuela debe. Desde la LOGSE (y la LOCE no lo ha cambiado) se ha contemplado como una materia de la que se encarga todo el profesorado.
Objetivos. Hay quien cree que lo prioritario es la prevenci¨®n del embarazo y de las enfermedades de transmisi¨®n sexual. Pero esto es s¨®lo una parte. "El verdadero objetivo de la educaci¨®n sexual es que nuestros hijos aprendan a conocerse, a aceptarse y a expresar su er¨®tica de modo que sean felices". Conocerse significa aprender c¨®mo somos y c¨®mo funcionamos. Incluye conocer a los dem¨¢s, y no pensamos s¨®lo en el sexo contrario. Aceptarse en el sentido de que est¨¦n a gusto consigo mismos, sintiendo que no hay nadie mejor o peor en ese aspecto. Que aprendan a expresar su er¨®tica significa que aprendan a disfrutar.
?Cu¨¢ndo? "O bien empezamos desde el principio, o bien empezamos tarde". No hay que esperar a que el ni?o comience a preguntar o a acariciarse los genitales. "Se educa con los abrazos, con las caricias, con las muestras de afecto?, y esto se empieza a educar en la cuna". Cuando se estrecha a un beb¨¦ en los brazos est¨¢ empezando a aprender a querer y ser querido, a expresar emociones y reconocer las ajenas. Esto nos sit¨²a en el punto de partida de la educaci¨®n sexual.
Y seguir. "Habr¨ªa que procurar que el paso del tiempo no elimine las muestras de afecto. Que los ni?os puedan seguir expresando sus sentimientos, sabiendo que los adultos que les quieren har¨¢n todo lo posible por entenderlos y acogerlos. Adem¨¢s, si esos adultos expresan tambi¨¦n sus sentimientos, estar¨¢n siendo buenos modelos". Lo que pasa es que, con el paso del tiempo, las muestras van a ir cambiando. No es raro que los ni?os ya no sean tan efusivos, por ejemplo, delante de sus compa?eros. "Nos est¨¢n mandando el mensaje de que evitemos ciertos comportamientos que podr¨ªan ser interpretados como demasiado infantiles. No pasa nada por respetar que prefiera que los afectos los expresemos en la intimidad de casa".
Ni?os y ni?as. Unos y otras tienen las mismas necesidades afectivas. Pero ambos se ir¨¢n dando cuenta de que pertenecen a un sexo y no al otro. "Hacia los dos a?os, la mayor¨ªa, aunque no sean capaces de decirlo, ya se autoclasifican como ni?o o ni?a. Lo curioso es que esta autoclasificaci¨®n no est¨¢ en funci¨®n de lo que son, sus hormonas o sus genitales, sino en funci¨®n de lo que parecen". A eso de los seis a?os, ya casi todos se sienten chico o chica con independencia de sus gustos, sus juegos? "Como padres debemos contribuir a que aprendan que su identidad se mantiene constante, pero tambi¨¦n que el resto de cosas es m¨¢s flexible. Es decir, que los juegos, los trabajos, la forma de vestir? no son de chicas o de chicos, sino de quien quiera, y que, por tanto, unos y otras pueden hacer las mismas cosas".
La desnudez. Dentro de la educaci¨®n sexual que toca a los padres est¨¢ el contribuir a que los genitales sean una parte aceptada de un cuerpo aceptado. Para ello es preciso que tengan su nombre, que ¨¦stos no sean despectivos y que ayuden a distinguir cada una de las partes. "Lo l¨®gico es que en estas primeras edades aparezca la curiosidad por los genitales y por las diferencias entre los del ni?o y los de la ni?a o con las personas adultas". Si hemos sido capaces de ponerles nombre y de hablar de ellos, esta curiosidad se vuelve casi inevitable. Y es aqu¨ª donde surge la naturalidad. "Ser natural significa mostrarte como eres. Y quien tiene pudor, lo tiene, y quien no, no. Puede que sea bueno esforzarse por cambiar, pero lo que es malo es fingir lo que no se es".
Masturbaci¨®n infantil. La curiosidad por explorar el propio cuerpo y el de los otros se suele manifestar desde muy temprana edad. Y llega un momento en que descubren sus genitales, normalmente a partir de que se les quita el pa?al. "Los tocamientos, o masturbaci¨®n infantil, al principio tienen como objetivo la autoexploraci¨®n; pero enseguida tendr¨¢n tambi¨¦n como objeto sensaciones agradables". No hay que verlo con ojos adultos (existe placer, pero nada comparable a lo que vendr¨¢ despu¨¦s; no hay deseo er¨®tico, nada de fantas¨ªa). Hay que tener claro que no acarrea consecuencias futuras, no predice comportamientos ni altera el desarrollo. Esa conducta tiene que ver, en un primer momento, con conocerse, y m¨¢s tarde, con procurarse sensaciones agradables.
Se tocan entre dos. Es habitual que en alg¨²n momento jueguen a tocarse o a desnudarse, y lo suelen hacer por curiosidad por el propio cuerpo y el del otro, imitaci¨®n de lo que consideran que puede pasar en el mundo adulto y por lo agradable que puede resultar el juego en s¨ª. Igual que en el punto anterior, "no hay que verlo con ojos adultos; no hay significados er¨®ticos, y no los habr¨¢ salvo que los adultos, a fuerza de preguntas, gestos o comportamientos extra?os, acaben otorg¨¢ndoselos". Aunque estos juegos no tienen trascendencia y casi siempre s¨ª fecha de caducidad (cuando dejen de ser novedosos), no todos los adultos lo ver¨¢n del mismo modo. As¨ª que, en algunos casos, lo mejor ser¨¢ se?alar: "A pap¨¢ o a mam¨¢ no le gusta que juegues tanto a? porque?". Es importante decir el "porqu¨¦" para ir dando criterios. Igual cuesta explicarlo, pero resulta menos educativo fingir que nos da igual o suprimirlo con un "porque no" como ¨²nico criterio.
Preguntas y silencios. "Lo importante es la buena disposici¨®n, que el ni?o perciba que le quieres responder". Si al responder se titubea, se suben los colores, se tarda en encontrar los t¨¦rminos adecuados? poco importa. Al rev¨¦s, nos mostramos como somos y haciendo el esfuerzo de responder. Parece obvio, pero no est¨¢ de m¨¢s recordarlo: mentir est¨¢ feo. Si no queremos que nos mientan, no debemos mentir. Si sabemos las respuestas a sus preguntas, hay que darlas. "Sobre las preguntas complicadas (?c¨®mo puede un hombre convertirse en mujer?, ?qu¨¦ es el incesto??) contaremos lo que sepamos, advirtiendo que quiz¨¢ lo que contamos no es del todo completo. Mejor a¨²n si quedamos emplazados a intentar averiguar algo m¨¢s". En cuanto a cuestiones que aludan a temas ¨ªntimos (?sigues haciendo el amor con mam¨¢ o pap¨¢?), lo importante es que el ni?o perciba que no nos molesta su inter¨¦s. Pero decir la verdad no excluye el derecho a la intimidad: "No estamos obligados a contarlo todo, igual que ellos tampoco".
Hay ni?os que preguntan poco o casi nada, y si esperamos a que salga de ellos, nunca hablaremos de sexualidad. "Hay que tener un plan B. Si nos parece importante o viene a cuento, hay que hacer lo mismo que con el resto de los temas, porque con nuestros hijos no s¨®lo hablamos de aquello que nos preguntan".
Interpretaciones correctas
?Pero si tiene seis meses! Es habitual masajear al beb¨¦. Todo va bien hasta que un d¨ªa el adulto observa c¨®mo los genitales del ni?o entran en erecci¨®n (a las ni?as tambi¨¦n les sucede, pero pasa m¨¢s inadvertido). Lo que ocurre es que los genitales del beb¨¦ tienen sensibilidad y capacidad para transmitir sensaciones agradables, que pueden responder de manera mec¨¢nica a est¨ªmulos. De ah¨ª a considerar que hay algo parecido a la er¨®tica adulta va un abismo.
Los ni?os no juegan con mu?ecas. Entre los dos y los seis a?os puede haber ni?os y ni?as que prefieran los juegos que muchos consideran propios del otro sexo. "Esto no les supone ning¨²n conflicto en cuanto a su identidad. La confusi¨®n suele estar del lado de los adultos. Una cuesti¨®n es sentirse ni?o o ni?a, y otra es la orientaci¨®n del deseo, que no se manifiesta hasta la adolescencia y que no est¨¢ influida por los juguetes a estas edades".
?Se est¨¢ tocando! No se trata de situarse a favor o en contra, sino de valorar si la conducta se presenta de forma adecuada o inadecuada. No debemos actuar igual si se realiza en un sitio p¨²blico o a solas en su cuarto. Si se le proporcionan criterios, el ni?o vivir¨¢ esa conducta desde la intimidad sin sentimientos de prohibici¨®n o culpa.
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