Fotos por San Prudencio
Un a?o m¨¢s, la vitoriana sala de cultura Ignacio Aldecoa nos regala con lo m¨¢s selecto del concurso fotogr¨¢fico San Prudencio. Este tipo de cert¨¢menes resultan una autentica prueba de fuego para los participantes. Se trata de la presentaci¨®n de sus trabajos para que sean evaluadas por un grupo de expertos. Todas las valoraciones, m¨¢xime trat¨¢ndose de im¨¢genes, se prestan a consideraciones subjetivas. No obstante, siempre y cuando se establezca un equilibrio entre las distintas sensibilidades que merodean la interpretaci¨®n fotogr¨¢fica, los resultados no resultan discutibles. Si a ello puede sumarse la continuidad en los circuitos y mercado de los autores laureados se puede hablar de todo un ¨¦xito. En buena l¨®gica las cosas no siempre resultan de esta manera. Sin embargo, en el caso que nos ocupa se ha producido con cierta regularidad.
En esta 36? edici¨®n se ha cumplido el rito de publicar un peque?o cat¨¢logo financiado por la Diputaci¨®n alavesa. Viene precedido por un escueto e interesante texto de Antonio Altarriba. Sin comentar las obras expuestas, ofrece una muy atinada definici¨®n de la fotograf¨ªa desde una perspectiva general. Despu¨¦s de un telegr¨¢fico razonamiento, le acusa de ladrona de almas y asesina del tiempo, coincidiendo en ello con algunas de las opiniones vertidas por Roland Barthes. La disertaci¨®n concluye tach¨¢ndola de pecado mortal y, aunque raramente alcance la gracia, le permite tener abierta la ventana del revelado, porque "con eso le basta". Un escrito divertido, esclarecedor, cargado de sentencias acertadas en su brevedad.
Con respecto a las fotograf¨ªas presentadas, el premio de honor le ha correspondido a ?scar Carrasco Ragel, del que desafortunadamente no se dan precisiones biogr¨¢ficas en el cat¨¢logo. Debemos conformarnos en conocer solamente la obra presentada, una serie de cuatro fotograf¨ªas tituladas De la carne a la casa realizadas en un interior con luz natural. Registradas digitalmente y tratadas en el color, representan distintos poses y detalles de un maniqu¨ª con fisonom¨ªa femenina. Algunos de los planos parecen guardar la intenci¨®n de humanizar el objeto. Gestos en los brazos o un sensual culebreo del cuerpo vierten la idea de una danza solitaria en la intimidad. Arrinconada, mirando frontalmente a la c¨¢mara en un plano pr¨®ximo, protege levemente el rostro con su mano izquierda a la vez que con la derecha parece decir alto a esa c¨¢mara agresora que llega para robarle un alma que ser¨¢ vendida al m¨¢s inesperado voyeur. Un trabajo de envergadura rodeado, entre otras, por obras tan bellas como Paseando bajo la niebla, de Juan Antonio Unzurrunzaga.
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