Ladrillazo a la educaci¨®n
Ayer a mediod¨ªa, a la hora de siempre, sal¨ª a la calle a pasear a mi perro.
En esta ¨¦poca del a?o el calor es sofocante, as¨ª que solemos tomar una ruta por la sombra. Decid¨ª que lo mejor ser¨ªa buscar cobijo tras uno de los edificios m¨¢s grandes de la zona. Se trata de un instituto de secundaria que data del a?o 1915, en el que yo mismo curs¨¦ mis estudios de BUP. En sus mejores tiempos era considerado como uno de los m¨¢s prestigiosos de la ciudad. Ahora se ha convertido en una guarder¨ªa.
Yo iba caminando por la acera pegado a la fachada del instituto, y en direcci¨®n contraria se acercaban tres chavales de unos 17 a?os. De repente se pararon bajo una de las ventanas abiertas, a un metro sobre sus cabezas, y uno de ellos salt¨® para mirar al interior. Seguidamente y sin mediar palabra, otro, que llevaba en la mano un trozo de ladrillo de tama?o considerable, se limit¨® a lanzarlo al interior a gran velocidad. Despu¨¦s simplemente se marcharon de all¨ª. No repararon en mi presencia ni en la de varios transe¨²ntes m¨¢s que pasaban por la misma calle.
Me dio la sensaci¨®n de que yo fui el ¨²nico al que le llam¨® la atenci¨®n el suceso, y tambi¨¦n de que esos chicos tiraran el ladrillo como quien consulta la hora en un reloj de pulsera. Me estremec¨ª al pensar cu¨¢ntas veces mira el reloj una persona al d¨ªa, sobre todo cuando no sabe c¨®mo matar el tiempo.
Supongo que los tres chicos dispondr¨ªan de mucho tiempo libre si a esa hora estaban por la calle en lugar de estar donde acab¨® el proyectil, en una clase.
Debe ser que a mis 21 a?os ya soy lo bastante viejo como para recordar tiempos mejores, pero no puedo m¨¢s que lanzar una voz de alarma hacia quien corresponda. Y la soluci¨®n, en mi opini¨®n, no s¨®lo pasa por las aulas, sino tambi¨¦n por la responsabilidad de los padres sobre sus propios hijos. ?Cu¨¢l es el futuro de la sociedad si ya no nos parecen intolerables estos actos o no nos extra?amos, como m¨ªnimo, al verlos? ?Qu¨¦ clase de educaci¨®n recibe la juventud, la sociedad del ma?ana, si deja la pluma sobre el pupitre vac¨ªo para empu?ar un ladrillo? Algo falla en el engranaje formativo de los j¨®venes, algo se ha perdido por el camino, y si los cimientos de la colectividad ceden, m¨¢s nos valdr¨¢ tener a mano un paraca¨ªdas. Yo, por mi parte, meditar¨¦ las consecuencias de salir a la calle sin la protecci¨®n adecuada. No, no me refiero a un arma, sino a un casco.
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