Terror de exportaci¨®n

Ahora, cuando parece que los modos de hacer de los cines nacionales se est¨¢n diluyendo, en parte por la fuerza de una industria de potencia ¨²nica, como es la americana, en parte tambi¨¦n por la falta de memoria (?acaso no es lo mismo?) del espectador medio respecto a sus propias tradiciones f¨ªlmicas, parece l¨ªcita una operaci¨®n como la que subyace detr¨¢s de una pel¨ªcula como El internado. Es decir, una pel¨ªcula nacida de la ¨²nica cinematograf¨ªa europea capaz de asegurar una amplia cuota de su mercado, pero rodada en ingl¨¦s, con s¨®lidos apoyos televisivos, una actriz famosa y, por si fuera poco, con los estilemas propios del filme de g¨¦nero en su versi¨®n m¨¢s ramplona.

Porque de eso va el filme de Pascal Laugier: de un productillo no m¨¢s ni menos entretenido que la media de los filmes de terror que nos llegan de la otra parte del oc¨¦ano (a su lado, las producciones de la Fantastic Factory de Filmax son aut¨¦nticas piezas de autor), con los golpes de efecto que todos esperamos, la espectral ambientaci¨®n en una especie de hospicio de provincias a comienzos de los sesenta (pero en realidad da lo mismo) y un par de bellas se?oritas (aqu¨ª, las desaprovechadas Ledoyen y Doillon) que lo pasan fatal porque oyen voces en un lugar en el que s¨®lo est¨¢n ellas... o sea, le en¨¦sima repetici¨®n de la peripecia t¨¦trica de chicas sufrientes, con una variable sobre la que nada se dir¨¢ en estas l¨ªneas.

Parece astuta pero es simplemente mediocre; le gustar¨¢, no obstante, a esa porci¨®n importante de la audiencia juvenil veraniega en busca de su raci¨®n de aullidos, suspense, adrenalina.