Weimar
Muchos esper¨¢bamos que, tras el debate sobre el estado de la naci¨®n, Rajoy recuperar¨ªa el control de su partido, si es que su ataque contra Zapatero le permit¨ªa ponerse a la cabeza de la manifestaci¨®n para tratar de dominarla. Pero no ha sido as¨ª. Por el contrario, aquel ataque ha sido interpretado como un respaldo legitimador que conced¨ªa licencia para excederse. De ah¨ª que el PP haya desbordado a Rajoy lanzando una serie de ataques masivos en cadena que pretenden desestabilizar al Gobierno cuando concluye el curso pol¨ªtico.
La primera ofensiva que ocup¨® Madrid exigiendo venganza para las v¨ªctimas de ETA alcanz¨® gran ¨¦xito de p¨²blico y de cr¨ªtica, y enseguida nos encontramos con otros dos despliegues semejantes, uno agitando los papeles de Salamanca para convocar al esp¨ªritu de la victoria del 39 (?Para esto ganamos una guerra civil?), el otro para recordar a los obispos cat¨®licos (tan comprensivos con su legi¨®n de eclesi¨¢sticos homosexuales) cu¨¢nto le deben a la derecha espa?ola. Y entretanto, se usar¨¢ el cierre de la Comisi¨®n del 11-M para elevar un voto particular que atribuir¨¢ la matanza (y la derrota del 14-M) a la traici¨®n de los guardianes infieles.
?Qu¨¦ sentido tiene tanto esc¨¢ndalo? No puede deberse a una estrategia pol¨ªtica convencional, porque al decisivo voto de clase media le asusta la trifulca. Y como este apocalipsis distorsiona el c¨¢lculo electoral, para poder entenderlo hay que pensar en un escenario wagneriano como los que le gustan a tan siniestro personaje como es Aznar, el lado oscuro de la fuerza del PP, al que domina desde la sombra con su ansia obsesiva de venganza. Sencillamente, los aznaristas desean convertir la legislatura de Zapatero en una reedici¨®n de aquella Rep¨²blica de Weimar que sigui¨® en Alemania a su derrota en la I Guerra Mundial. Weimar fue una democracia naciente a la que le hicieron la vida imposible los dos extremismos opuestos, siendo aprovechada por Hitler para manipular a su antojo el ansia de revancha de los alemanes por las condiciones que les hab¨ªan impuesto sus vencedores en el Tratado de Versalles. Pues bien, eso mismo desear¨ªa hacer Aznar como remedo mim¨¦tico de Hitler: agitar el instinto de venganza de la derecha espa?ola, resentida por una derrota como la del 14-M, a la que tiene por injusta y s¨®lo causada por una traici¨®n infame.
Se me dir¨¢ que esta historia fantasmag¨®rica resulta incre¨ªble para la clase media espa?ola. Pero lo mismo se pens¨® en Weimar, donde la clase media m¨¢s culta del mundo, como era la alemana, se dej¨® enga?ar por la voz medi¨¢tica de Hitler cuando denunciaba la traici¨®n y clamaba justicia exigiendo venganza, lo que lleg¨® a convencer incluso a la ¨¦lite cultural liderada por Heidegger. Y esto mismo es lo que ahora pregona en Espa?a la voz medi¨¢tica de Aznar: la exigencia de justicia por la traici¨®n y de venganza por la derrota. De ah¨ª que todas y cada una de las campa?as que escenifica el PP, como si estuvieran dise?adas por el mismo autor intelectual, est¨¦n encaminadas a sembrar en las mentes de clase media la misma idea obsesiva: se nos ha traicionado y se nos sigue traicionando, ergo debemos vengarnos.
Y el recurso ret¨®rico que por ahora mejor les funciona es la traici¨®n a las v¨ªctimas: un bocado en el cuello de Zapatero que no est¨¢n dispuestos a soltar a ning¨²n precio. Y les funciona, porque no se trata de mentiras masivas, como se cree a la defensiva, sino de una interpretaci¨®n sesgada que los ciudadanos despolitizados pueden considerar veros¨ªmil, dej¨¢ndose enga?ar de buena fe. De ah¨ª que sea necesaria toda la pedagog¨ªa del Gobierno para poder desvirtuar un enga?o tan convincente como el de que se est¨¢ traicionando a las v¨ªctimas. Y no es verdad, pues conviene reiterar que si no se negocia en p¨²blico la rendici¨®n de los terroristas, ¨¦stos se pudrir¨¢n en la c¨¢rcel sin reconocer sus cr¨ªmenes, traicionando as¨ª por duplicado la memoria de unas v¨ªctimas que s¨®lo podr¨¢n recuperar su dignidad cuando sus agresores se confiesen culpables de cr¨ªmenes contra la humanidad. Algo que los terroristas nunca reconocer¨¢n a la fuerza, y por eso hay que dialogar.
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