Galicia decide paisaje
Galicia es bella. Lo ha sido y sigue si¨¦ndolo, a pesar de la alteraci¨®n de su paisaje. Ya sea por efecto del progreso y el desarrollo, por intereses individuales o colectivos, o por la ausencia de pol¨ªticas sectoriales, los costes del bienestar han gravitado de forma apreciable sobre amplias zonas de la costa y en las ¨¢reas m¨¢s urbanizadas del interior, en las ciudades y en su periferia.
El paisaje, litoral, agrario, de monta?a, urbano, es el resultado cambiante de la interacci¨®n del factor humano con la naturaleza, transform¨¢ndola con una cultura de lo com¨²n para adaptarla a las necesidades del h¨¢bitat y la producci¨®n. Durante siglos, el medio f¨ªsico gallego se forj¨® en un di¨¢logo equilibrado y sensible en el que era el hombre quien se amoldaba a los condicionantes de la orograf¨ªa y a la distribuci¨®n de los recursos naturales. Incluso los primeros enclaves industriales que fueron surgiendo a lo largo de la costa ponderaban la relaci¨®n con el medio. Pero el equilibrio se ha roto en las ¨²ltimas d¨¦cadas, hasta el punto de que podemos afirmar que en Galicia no se ha creado paisaje. A distancia quiz¨¢ no se aprecia, gracias a la generosidad de la geograf¨ªa, pero en el plano corto el da?o es evidente.
Como en toda Espa?a, tras los estropicios en el intrad¨®s de las ciudades, que engulleron buena parte del patrimonio edificado, se dio paso a un proceso de exventraci¨®n hacia la periferia urbana y el corredor atl¨¢ntico. Al tiempo que el crecimiento se desparramaba como un calidoscopio caprichoso, consumidor voraz de suelo, se modific¨® sustancialmente el perfil de las villas con la reconstrucci¨®n de sus centros y se sacrific¨® buena parte del litoral, que ha sufrido m¨¢s con la urbanizaci¨®n que con el fuel del Prestige.
El medio rural interior se encuentra hoy sumido en el despoblamiento y la crisis del sector productivo. Se est¨¢ especializando en el turismo rural, la implantaci¨®n de peque?os parques empresariales con sus calles y parcelas semivac¨ªas, los aerogeneradores. La concentraci¨®n parcelaria, con su trama de pistas ortogonales, ha fomentado, quiz¨¢ sin pretenderlo, la diseminaci¨®n del h¨¢bitat y se ha implantado una forestaci¨®n que sustituye las especies aut¨®ctonas por otras m¨¢s rentables, menos ecol¨®gicas y que han uniformizado el cromatismo arb¨®reo. Cierto que el futuro del rural es complejo en todas partes. La ausencia de los campesinos como arquitectos del paisaje es, en nuestro caso, muy significativa debido al persistente invierno demogr¨¢fico, hoy por hoy uno de los problemas m¨¢s graves de Galicia. Parad¨®jicamente, esta situaci¨®n frena la aparici¨®n de tensiones y la promoci¨®n de proyectos insostenibles, por lo que nos encontramos en un momento propicio para imaginar, plantear y desarrollar buenas pr¨¢cticas territoriales.
Los sucesivos gobiernos auton¨®micos, junto con las administraciones central y local, han encabezado el significativo aumento del bienestar operado en Galicia, pero cabe preguntarse si la metamorfosis del medio f¨ªsico pod¨ªa haberse hecho de otra manera, y si nos encontramos s¨®lo ante un problema pol¨ªtico y t¨¦cnico o si hay otras razones sociol¨®gicas o antropol¨®gicas.
Al promulgarse en 1926 la Ley de Redenci¨®n de Foros, el campesino gallego accede a la ansiada posesi¨®n de la tierra, pero la emigraci¨®n y la urbanizaci¨®n de las formas de vida llev¨® a la desaparici¨®n de sistemas productivos adaptados a las condiciones ambientales y a la ruptura de la tradicional relaci¨®n del labrador con su entorno. Las remesas de los emigrantes sirven para mostrar la prosperidad y ascender en la escala social, importando una arquitectura poco adecuada al medio, que salpica sin orden el campo sustituyendo aquella otra popular, austera, que evidenciaba las causas de la di¨¢spora.
En cuanto al ¨¢mbito urbano, una burgues¨ªa hist¨®ricamente poco representativa que en su ¨¦poca dispon¨ªa de una visi¨®n urban¨ªstica y estil¨ªstica propia, en el contexto de aquella Galicia subdesarrollada fue sucedida por nuevas clases emergentes que no hicieron precisamente de las cuestiones formales y del patrimonio, ni tampoco de la lengua, los leitmotiven de su proyecto social y empresarial.
En fin, Galicia ha sido como una bella durmiente que, al salir de su letargo, no se despereza poco a poco; m¨¢s bien parec¨ªa sentir la necesidad de desprenderse del sudario de la historia y de sustituir la rica miscel¨¢nea de su patrimonio por otro modelo m¨¢s individualista y menos culto. Sin embargo, la sociedad y la iniciativa privada desarrollan potencialidades nuevas. Es una tierra de buenos arquitectos dispuestos a trabajar de otra manera en la concepci¨®n y dise?o del urbanismo, y un sector innovador como el de la moda funde empresa y est¨¦tica, funci¨®n y forma, y en pocos a?os se implanta y marca estilo en todo el mundo.
La Xunta no ha escatimado leyes y reglamentos minuciosos, pero, hasta hace poco, fue permisiva a la hora de sancionar unos planes generales demasiado constructores y de poca calidad, ante los que pas¨® de largo cuando exced¨ªan los par¨¢metros urban¨ªsticos. Se han construido infraestructuras, equipamientos, vivienda p¨²blica, incluso con buena arquitectura, pero no integrados en una visi¨®n global, basada en la articulaci¨®n de los sistemas generales con el planeamiento y en la concertaci¨®n con los municipios. No se ha fomentado una pedagog¨ªa sobre la trabaz¨®n espacial de las transformaciones territoriales y tampoco han sido muchos los ayuntamientos que, al margen del signo de sus gobiernos, hayan destacado por una pol¨ªtica urban¨ªstica eficaz y rigurosa.
El paisaje no es s¨®lo una cuesti¨®n de sensibilidad o est¨¦tica, o una reivindicaci¨®n progre. Las pol¨ªticas en este ¨¢mbito son todav¨ªa una novedad en Espa?a, en tanto que otras regiones europeas, y no las m¨¢s ricas, las vienen practicando desde hace a?os. Por fin, despu¨¦s de una d¨¦cada de trabajo, todas ellas se han concertado en la Convenci¨®n Europea del Paisaje de 2004, donde se establecen los principios de protecci¨®n, gesti¨®n y ordenaci¨®n, y se da a entender que econom¨ªa, planeamiento, cultura y sociedad deben actuar de consuno para crear paisaje y riqueza. Su gesti¨®n implica tomar medidas conformes al principio de desarrollo sostenible para acompa?ar las transformaciones inducidas por las necesidades de la vida humana.
Gobernar el territorio supone promover planeamientos de calidad, proteger espacios y desarrollarlos, establecer directrices forestales con una perspectiva de presente y de futuro, implantar infraestructuras que no sean s¨®lo corredores entre dos extremos, sino articuladores de las ¨¢reas que atraviesanabraz¨¢ndolas sin da?arlas, cohesionar la costa y el interior, es decir, las zonas de crecimiento y las menos pujantes, vincular pol¨ªticamente el norte y el sur, conjuntar las directrices urban¨ªsticas y ambientales de las ciudades y de ¨¦stas con las ¨¢reas metropolitanas y los sistemas urbanos.
Tambi¨¦n se construye el paisaje con las acciones individuales, ya sea en la edificaci¨®n, el cuidado de las fachadas y los espacios comunes, los jardines, los anuncios, los cableados... Nada sale bien por casualidad. El ¨¦xito, como en el terreno profesional o acad¨¦mico, depende del empe?o y del trabajo. Para construir con sostenibilidad y habitar con cultura se demanda un esfuerzo territorial de la pol¨ªtica, los ciudadanos, las empresas y colectivos. Del mismo modo que empieza a haber una conciencia ambiental, no deber¨ªa ser dif¨ªcil crear una conciencia paisaj¨ªstica si las instituciones se lo proponen, pues monumento y paisaje unen la opini¨®n de la sociedad m¨¢s de lo que la dividen.
Para no estancarnos en la nostalgia de la Galicia id¨ªlica del Rexurdimento, la de Rosal¨ªa de Castro, Eduardo Pondal, Curros Enr¨ªquez..., que Otero Pedrayo compendi¨® con su prosa torrencial, es necesario un nuevo discurso. La autonom¨ªa no es s¨®lo una cuesti¨®n pol¨ªtica, una reivindicaci¨®n identitaria, unos presupuestos propios o la facultad de legislar; es tambi¨¦n articular la sociedad y la econom¨ªa en el territorio para que Galicia sea m¨¢s rica, m¨¢s pr¨®spera, sin hipotecar sus valores naturales. ?stas deber¨ªan ser tambi¨¦n las elecciones del paisaje, la ocasi¨®n de decidir si podemos permitirnos seguir creciendo a expensas de nuestros recursos naturales y paisaj¨ªsticos, o si optamos por un modelo que garantice la riqueza de hoy y de ma?ana.
Xerardo Est¨¦vez es arquitecto.
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