S¨ªntomas
La semana pasada, en una poblaci¨®n de Catalu?a, un joven muere en una reyerta durante la celebraci¨®n de una fiesta de profundo aunque oscuro significado ritual, al que en este caso se suman nuevos factores de amplio eco en los medios: los implicados pertenecen a diversas nacionalidades, entre los j¨®venes de la localidad y la polic¨ªa ya hab¨ªa habido anteriormente conflictos y hostilidades. Por las mismas fechas, en otro lugar, los estudiantes de un instituto se pelean y salen a relucir navajas. No son hechos ins¨®litos ni aislados: entre la juventud prolifera la violencia. En el r¨ªo revuelto de la alarma social, no faltan quienes act¨²an o se expresan como si quisieran pescar en provecho personal o de partido y a veces asoma la oreja alguna postura ideol¨®gica extremada, pero en general y de puertas afuera, todos hacen un llamamiento a la calma. Lo m¨¢s importante es preservar la convivencia.
Claro que para atajar el mal es preciso conocer sus causas, ir al fondo de la cuesti¨®n. Por el lado de los j¨®venes, inadaptaci¨®n, falta de expectativas, familias desestructuradas. Por el de la sociedad, p¨¦rdida de valores, un cuerpo de polic¨ªa biso?o e inseguro, un sistema judicial laxo y moroso que propicia la impunidad y estimula el delito. No falta quien relaciona los sucesos con el no franc¨¦s a una Europa demasiado neoliberal. Nadie saca a colaci¨®n el problema de los inmigrantes, aunque a veces la nube de la xenofobia cruza el cielo de las buenas intenciones. Lo mismo da. El diagn¨®stico es acertado, pero es lo que hay y la soluci¨®n no es f¨¢cil, ni r¨¢pida, ni mucho menos barata.
Entre todas las voces, apenas se deja o¨ªr la de un profesor del instituto donde se han producido los sucesos. Conoce el terreno mejor que nadie y es evidente que no persigue otro objetivo que poner fin al descalabro. Aqu¨ª no hay s¨ªntomas, viene a decir, sino navajas. Tiene raz¨®n. Habr¨¢ que aumentar los medios y extremar la severidad si queremos evitar el riesgo de que se venga la casa abajo. Sobran ejemplos de sociedades ricas y pobres, homog¨¦neas o mestizas, donde el caos es la norma. Uno se acostumbra a todo. Sin duda un crimen es un s¨ªntoma de que algo pasa, pero tambi¨¦n es un crimen. Y a la hora de la verdad, no sirve de mucho la sociolog¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.