Tricornios
Amaneci¨® el mar lleno de tricornios. Los descubrieron, tres adolescentes que cada ma?ana, a primera luz, bajaban de los barrios altos, a coger cangrejos, para la olla o la venta ambulante, si el tama?o y la sustancia de las piezas eran respetables. Los tres adolescentes vieron c¨®mo algunos tricornios flotaban en la orilla de un Mediterr¨¢neo apacible, en tanto algunos permanec¨ªan varados en la arena, o movi¨¦ndose levemente entre las algas y los cantos rodados. Iluminados por tan fulgurante hallazgo, recorrieron la escollera del muelle de Levante y entre las grandes piedras, otros tricornios se mec¨ªan, a la cadencia misma de las suaves olas, y hasta escudri?aron detenidamente el fondo, donde localizaron tres m¨¢s sumergidos a unos dos metros, en las transparentes aguas. Uno de los adolescentes, se desnud¨®, se tir¨® de cabeza y logr¨® rescatarlos, mientras sus amigos los depositaban sobre las rocas, al sol primaveral. Luego, los tres adolescentes se miraron y se encogieron de hombros: no sal¨ªan de su estupor, pero de golpe y tras contemplar la prodigiosa captura, rompieron a re¨ªr y a palmearse los hombros. Eran las once de un d¨ªa de los ¨²ltimos de abril de 1937, y en ninguna mitolog¨ªa ni peri¨®dico nunca jam¨¢s se contar¨ªa tan ins¨®lito episodio. Pero, que se sepa, los tres adolescentes llegaron a sus casas, aquella ma?ana, con los cubos de cinc vac¨ªos, pero con un tricornio calado hasta las narices. La madre del mayor de ellos, ya con los quince cumplidos, lo mir¨® y le dijo desabridamente: "?Y los cangrejos?, porque ?qu¨¦ quieres que haga con esto?, ?un caldo de charol?". El resto del d¨ªa, todas las casas de los barrios altos de pescadores y calafates, permanecieron cerradas y en silencio, mientras por la ciudad circulaban inquietantes rumores. Muchos a?os despu¨¦s, cuando aquel adolescente ya era un hombre bien entrado en a?os, a¨²n insist¨ªa en conocer la naturaleza de la portentosa aparici¨®n. Tengo recuerdos, pero ninguna memoria. Vete a Salamanca, le dijeron, y mira en los archivos. Sin embargo, cuando lleg¨®, s¨®lo descubri¨® un mar de pancartas. Y tuvo un escalofr¨ªo: la derecha invocaba el pared¨®n.
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