Se busca una ola
Mundaka, el para¨ªso europeo del surf, investiga la p¨¦rdida de su oleaje
En Mundaka, municipio costero de Vizcaya, qui¨¦n m¨¢s, qui¨¦n menos, busca una ola. La ola que ha hecho famoso a un pueblo de apenas 1.800 habitantes al que peregrinan los surfistas de todo el mundo en busca de la mejor ola izquierda de Europa. Hace a?o y medio desapareci¨® del mar y unos y otros buscan razones, humanas o naturales, para explicar los motivos de un problema que amenaza la pujanza comercial de un pueblo que vive del mar y del surf. Mundaka est¨¢ incluida en el Campeonato del Mundo, pero la pasada edici¨®n tuvo que trasladar la prueba a la cercana playa de Bakio por falta de olas.
Los expertos se re¨²nen hoy en el Ayuntamiento para encontrar las razones de la desaparici¨®n de la ola y, consecuentemente, tomar las decisiones que faciliten su regreso. Mundaka est¨¢ enclavado en Urdaibai, una reserva de la biosfera, donde conviven la ecolog¨ªa, el urbanismo y la actividad industrial, encarnada en los astilleros de Murueta, lo que multiplica los focos del conflicto. "Hay quien piensa que el ¨²ltimo dragado, efectuado en 2003 con el control de los surfistas, se cort¨® en seco y eso ha podido afectar a las corrientes; otros piensan que el viento norte actual, cuando antes era de noroeste, tambi¨¦n ha influido; algunos estiman que la naturaleza tiene sus c¨®digos propios. No se sabe. Ma?ana [por hoy] tenemos una reuni¨®n para poner encima de la mesa todos los estudios", afirma Xabier Arana, director del Patronato de Urdaibai, que gobierna el control ecol¨®gico de la zona.
La ola era de izquierda a derecha, en forma de tubo, y se generaba por la arena, en octubre sobre todo
Los estudios han sido encargados a la Universidad del Pa¨ªs Vasco; a la Fundaci¨®n Azti, dedicada a la investigaci¨®n oceanogr¨¢fica y pesquera; a Demarcaci¨®n de Costas. Una movilizaci¨®n investigadora para encontrar una ola perdida. En realidad, nadie sabe nada.
En la entrada de la cafeter¨ªa del primer hotel del pueblo (ahora hay cuatro que han crecido al calor del surf), un cartel anuncia una conferencia en la casa de cultura. El tema es obvio y contundente: "?Qu¨¦ pasa con la ola de Mundaka?". El due?o del bar no tiene respuesta. "En octubre, cuando se celebra el campeonato del mundo, no damos abasto. Aqu¨ª se aloj¨® un campe¨®n australiano y el mirador se llena de gente [unas 10.000 personas siguen las pruebas] y con dos trabajadores en la cocina casi no consegu¨ªamos atender la petici¨®n de bocadillos. ?La ola?, no s¨¦, no s¨¦. Nadie dice nada". Justo al lado, el bar contiguo refleja en la pared el ayer y el hoy del pueblo. Sobre las fotograf¨ªas del surf y los anuncios del Mundial, un cuadro t¨ªpico de una trainera, la Mundakarra, representa el pasado y el presente de un pueblo que ha asumido a aquellos hippies en furgoneta y hoy convive con inmigrantes de distintas razas al calor del fragor comercial.
La ola perdida romp¨ªa en la barra, junto a las rocas, y se estiraba en forma de tubo hasta el otro margen del estuario. Una ola de izquierda a derecha, en forma de tubo, que se genera por la arena, en octubre especialmente. "Antes, cuando se dragaba, la arena se utilizaba para rellenar la barra y ahora la han usado para recuperar las dunas de la marisma. La consecuencia ha sido que ahora la ola rompe m¨¢s cerca de la playa y no tiene aquella fuerza", comenta un surfista local que s¨®lo tiene un deseo: "?Quiero hacer surf en mi casa!", reclama, obligado a desplazarse a las playas cercanas en busca de olas con menos pedigr¨ª.
Mientras aparece la ola, los hosteleros y comerciantes de la zona tienen un problema m¨¢s urgente. "Ahora empiezan las fiestas y en Mundaka no hay quien aparque". Lo inmediato siempre puede con el futuro.
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