Visi¨®n catalana del mundo
?Tendr¨¢n raz¨®n los que sostienen que la definici¨®n de Catalu?a como naci¨®n en el proyecto de nuevo Estatuto es un reconocimiento simb¨®lico sin mayores consecuencias? La inclusi¨®n en el texto del deber de conocer la lengua catalana ?es tambi¨¦n un puro gesto simb¨®lico que no perjudica a nadie? Un posible criterio para decidir si hay que prevenirse frente a esas novedades o dejarlas pasar sin mayor inquietud podr¨ªa ser imaginar lo que un Gobierno dirigido por un nacionalista -Carod-Rovira, por ejemplo- podr¨ªa hacer con un Estatuto que incluyera esos conceptos.
El mismo s¨¢bado 11 en que los l¨ªderes pol¨ªticos catalanes debat¨ªan sobre la inclusi¨®n o no del t¨¦rmino naci¨®n en el proyecto se publicaba en EL PA?S un art¨ªculo de Pilar Bonet titulado Los 'no ciudadanos' de Letonia. Trata sobre los 470.000 habitantes (el 20% de la poblaci¨®n) de origen ruso a los que no se les reconocen derechos pol¨ªticos, el de voto principalmente. Para su renacionalizaci¨®n como ciudadanos de pleno derecho tienen que pasar un examen de lengua, historia y constituci¨®n nacional. Entre esos no ciudadanos figuran 15.000 ni?os nacidos con posterioridad a la independencia y no registrados por sus padres como letones. Letonia es un pa¨ªs miembro de la Uni¨®n Europea (UE), cuyas instituciones vienen presionando desde hace a?os para la supresi¨®n de esa discriminaci¨®n.
Tambi¨¦n Estonia forma parte de la UE. En un art¨ªculo publicado en diciembre de 2003 en la revista Claves, Elena Jurado explicaba la discriminaci¨®n aplicada al medio mill¨®n de habitantes rusohablantes (el 38% de la poblaci¨®n) de esa rep¨²blica b¨¢ltica, a los que se neg¨® la ciudadan¨ªa a partir de la independencia, en marzo de 1991. Lo m¨¢s impactante del art¨ªculo es la referencia a la frustraci¨®n de muchos de esos ciudadanos al comprobar c¨®mo, tras haber apoyado la secesi¨®n de la URSS por asociarla a la idea de democracia y respeto por los derechos humanos, se hab¨ªan encontrado convertidos de la noche a la ma?ana en extranjeros.
Puede ser igualmente ¨²til para los catalanes preocupados por su futuro observar la realidad de Euskadi, la comunidad en la que los nacionalistas han llegado m¨¢s lejos en el intento de perpetuar su hegemon¨ªa pol¨ªtica. En 1990, en pleno debate sobre la autodeterminaci¨®n como remedio a la insatisfacci¨®n que ciertos l¨ªderes nacionalistas hab¨ªan detectado en su coraz¨®n, a alguien se le ocurri¨® que para acabar de una vez por todas con ese debate lo mejor ser¨ªa votar una resoluci¨®n sobre el asunto en el Parlamento vasco: una resoluci¨®n de reconocimiento y delimitaci¨®n del derecho de autodeterminaci¨®n en t¨¦rminos compatibles con el principio auton¨®mico plasmado en el Estatuto de Gernika. La idea fue impulsada por Euskadiko Ezkerra, partido que poco despu¨¦s se fusionar¨ªa con el de los socialistas vascos.
La aprobaci¨®n de la resoluci¨®n no tuvo ninguna consecuencia, ni positiva ni negativa; pero 14 a?os despu¨¦s, el lehendakari Ibarretxe la utiliz¨® como elemento de legitimaci¨®n de su plan soberanista: "El pueblo vasco" -puede leerse en el pre¨¢mbulo- "tiene derecho a decidir su propio futuro, tal y como se aprob¨® por mayor¨ªa absoluta el 15 de febrero de 1990 en el Parlamento vasco". Lo que cuenta no es el contenido, sino la palabra: autodeterminaci¨®n, interpretada como fundamento de un proceso constituyente cuyo desenlace (como ha escrito el profesor R. L. Blanco Vald¨¦s: Nacionalidades hist¨®ricas y regiones sin historia, Alianza Editorial, 2005) "no podr¨ªa ser otro que la misma independencia". A la que se llegar¨ªa a trav¨¦s de un paulatino vaciado de competencias del Estado y la correlativa desprotecci¨®n del ciudadano no nacionalista frente a abusos en terrenos como el judicial o el laboral con el pretexto del idioma.
La idea de que mientras gobiernen los nuestros no habr¨¢ peligro de atropellos antidemocr¨¢ticos es voluntarista. Primero, porque no siempre gobernar¨¢n; segundo, porque una pol¨ªtica filonacionalista impulsada por un partido de izquierda radicaliza a los nacionalistas genuinos y favorece su hegemon¨ªa a medio plazo. La cuesti¨®n es, por tanto, qu¨¦ podr¨ªa hacer en su d¨ªa con la combinaci¨®n entre la definici¨®n de Catalu?a como naci¨®n y la obligatoriedad de hablar catal¨¢n un partido independentista: el de los autores, por ejemplo, de un inolvidable informe sobre la prensa difundido en mayo de 2004 que propon¨ªa crear un "espacio catal¨¢n de comunicaci¨®n" que transmita la "forma catalana de ver el mundo".
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