?Y qui¨¦n es mi pr¨®jimo?
Millones de ciudadanos asumen el respeto y la defensa de los derechos de colectivos como los homosexuales
En una tarde turbia de julio, recostado a la sombra de una de las paredes del templo de Jerusal¨¦n, el viejo Maestro de Palestina fue interpelado por un doctor de la Ley, manto de lino y anillos de oro, que buscaba desacreditarlo delante de aquel numeroso grupo de pescadores, alfareros, limpiadoras, que segu¨ªan al Maestro por plazas de aldeas, lagos y caminos de arena y polvo. Con displicencia, y como prob¨¢ndole para poderlo desacreditar, el doctor le espet¨®: "?Y qui¨¦n es mi pr¨®jimo?"
El nazareno se rasc¨® la barba de los picores de los mosquitos del verano, se trag¨® una mala contestaci¨®n que le hab¨ªa venido a la punta de la lengua ante la aviesa intenci¨®n del doctor, y mirando con ternura al grupo de amigos y seguidores les cont¨® una historia ejemplar, o par¨¢bola: Un hombre bajaba de Jerusal¨¦n a Jeric¨®. Le asaltaron bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon.
?Cu¨¢ntos molidos a palos y cu¨¢ntos apaleadores a lo largo de la historia! No me resisto, movido por la actualidad de nuestro pa¨ªs, a bajar de la historieta ejemplar evang¨¦lica a la historia real de la humanidad y poner un determinado rostro, nombres concretos a aquel desconocido personaje: en el largo viaje de la raza humana las personas de tendencia homosexual han sido condenadas por inmorales; han sido perseguidas, despreciadas, escarnecidas; han sido encarceladas, ajusticiadas; han sido obligadas a no exteriorizar su identidad sexual (dejar de ser ellos mismos) para no sufrir afrentas y represalias. Es decir, han sido asaltadas, desnudadas y molidas a palos, como el hombre de la par¨¢bola.Todo ello en tiempos pasados y en el presente. Lo han sido en pa¨ªses y por gobiernos de unos u otros colores, por iglesias y confesiones de una y otra fe; por padres, hermanos, compa?eros, amigos; a trav¨¦s de altas y solemnes leyes o de barriobajeros chistes y befas de la cultura popular. Y todo por una determinada y distinta naturaleza sexual que no era capaz de procrear soldados para las guerras o mano de obra para el trabajo, cuando hac¨ªa tanta falta. Y hoy, que las m¨¢quinas han suplido a soldados y trabajadores, lo son por el peso de la inercia de las sagradas tradiciones, de las sagradas instituciones, de las sagradas construcciones mentales. Mientras, Carlos, y Luis, y Ana..., se mueren de desprecio y rabia oculta rumiando d¨ªa a d¨ªa, desde que despertaron a una forma de sexualidad diferente, su drama de incomprendidos y rechazados en su familia, escuela, trabajo, iglesia, calle. Rumiando su estigma de desiguales ante las leyes y los derechos de los heterosexuales omnipotentes.
Pero volvamos a la antigua par¨¢bola del Maestro, el mismo que un d¨ªa urgido por la enfermedad y el dolor de unos, se salt¨® la sagrada instituci¨®n jud¨ªa del S¨¢bado y los cur¨®. Y ante las cr¨ªticas de los fariseos, tambi¨¦n especialistas en leyes viejas y tradiciones, tambi¨¦n de lino y oro, a?adi¨®: no est¨¢ hecho el hombre para el S¨¢bado, sino el S¨¢bado para el hombre. La par¨¢bola, despu¨¦s del robo y la paliza a aquel desconocido, segu¨ªa: Baj¨® por aquel mismo camino un sacerdote. Vio al herido y pas¨® de largo. Lo mismo hizo un levita. Estas dos figuras, t¨¦tricas por su vaciedad, deshumanizadas, fatuas, eran funcionarios del culto.
Los asuntos de actualidad me impelen a saltar de nuevo de la par¨¢bola a la historia real: El papel de ese sacerdote y ese levita lo ha cumplido en el pasado occidental la vieja tradici¨®n hom¨®foba judeo cristiana. Hoy, para m¨ª, lo cumplen las distintas jerarqu¨ªas religiosas de uno y otro signo que siguen condenando moralmente, sin dar una salida humanizadora, la sexualidad de las personas de tendencia homosexual "por ser contrarias a la ley natural"; porque esa sexualidad (dada por la naturaleza, la suya, la de cada uno, la de Carlos, Luis, Ana, no por una naturaleza abstracta, metaf¨ªsica, definida a gusto de parte, que no existe sino en los libros) "no est¨¢ abierta a la generaci¨®n de nuevos seres". Son las mismas jerarqu¨ªas que est¨¢n auspiciando la manifestaci¨®n de hoy, 18 de junio, en Madrid de obispos, dirigentes pol¨ªticos, asociaciones y foros familiares contrarios al proyecto de ley que permite el matrimonio civil -no el cat¨®lico, ni el protestante, ni el jud¨ªo, que regulan sus propias autoridades, sino el civil- a personas del mismo sexo. No me convencen los argumentos de la manifestaci¨®n, veo una clara condena y discriminaci¨®n de las sexualidades distintas, que si est¨¢n en la naturaleza habr¨¢ que valorar. Esa manifestaci¨®n no cura heridas, las reabre. Por eso, que no la hagan en mi nombre, aunque yo tambi¨¦n est¨¦ a favor de la familia, de las m¨²ltiples formas de familia con que la humanidad se sigue dotando. ?Pero que se manifiesten, claro!, si necesitan la calle adem¨¢s de los p¨²lpitos, las clases en colegios privados y p¨²blicos, en institutos y universidades; las radios, televisiones, peri¨®dicos, propios y ajenos; los miles de revistas, folletos, carteles, propagandas, campa?as, cursos, pastorales y m¨¢s pastorales.... S¨®lo pido que nos respeten a los dem¨¢s cuando disentimos en el seno de la Iglesia, que no haya amenazas, ni exclusiones, como siempre, sino libertad para buscar el rostro de Dios y al pr¨®jimo aherrojado.
Dolorido por esta actualidad lacerante, gustoso vuelvo la vista de nuevo, como quien regresa a un refugio dulce, a las palabras de la par¨¢bola: Pero un samaritano, viendo al herido, se movi¨® a compasi¨®n, le cur¨® con vino y aceite, le vend¨®, le llev¨® a una posada y pag¨® para que le siguieran curando. Es un final provocador y subversivo el que pone Jes¨²s a la par¨¢bola, que hiri¨® el orgullo del sabio de la ley: resulta que el compasivo que se porta bien con el herido no es un jud¨ªo, sino un heterodoxo, un enemigo pol¨ªtico y religioso de los jud¨ªos: un samaritano.
Tambi¨¦n en esta parte de la par¨¢bola quiero dejarme interpelar por la historia real ?Qui¨¦nes est¨¢n siendo hoy pr¨®jimos con las personas de tendencia homosexual?: Las distintas ciencias que han abolido mediante el estudio psicol¨®gico, gen¨¦tico, m¨¦dico, el car¨¢cter de desviaci¨®n o enfermedad, que han aclarado la no libertad de las tendencias sexuales (nos son dadas). La Declaraci¨®n de los Derechos Humanos que nos reconoce a todos iguales por el hecho de ser personas, por encima de distinciones de raza, sexo, religi¨®n... Los colectivos homosexuales en sus distintas ramas que con su lucha heroica est¨¢n abriendo los ojos a muchos corazones limpios (pienso en las luchas ¨¦picas de los negros contra el racismo, de los esclavos contra la esclavitud, del padre Vitoria en la defensa de la dignidad de los indios conquistados). Las nuevas generaciones que vienen con otra mentalidad m¨¢s respetuosa en este tema (encuesta del Instituto de la Juventud de hace unos meses). Los ciudadanos que mayoritariamente votaron en las ¨²ltimas elecciones programas pol¨ªticos diversos donde se inclu¨ªa el proyecto de esta ley que ahora se tramita. Los partidos pol¨ªticos que est¨¢n aprobando esa ley. Nuevos y minoritarios moralistas y comunidades cristianas que est¨¢n afrontando los textos b¨ªblicos y las tradiciones religiosas heredadas con otra sensibilidad samaritana. Los millones de ciudadanos que vamos aprendiendo a respetar los derechos de los dem¨¢s, incluidos los derechos a vivir su sexualidad distinta, como una forma de practicar la justicia y el amor al pr¨®jimo, seamos religiosos o no.
Ep¨ªlogo: Cuando la ¨²ltima luz se mor¨ªa contra las paredes resquebrajadas del templo y el est¨®mago de alfareros y pescadores tocaba a arrebato con los agudosos graznidos de las grajetas que sobrevolaban, infinitas, el Maestro de la antigua Palestina mir¨® con cierta iron¨ªa al doctor de la Ley y termin¨® su par¨¢bola: Ve y haz t¨² lo mismo.
Quint¨ªn Garc¨ªa Gonz¨¢lez es sacerdote dominico, periodista y escritor.
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