Evitar peleas y hurtos
Jueces dictan ¨®rdenes de alejamiento de tiendas y centros comerciales contra j¨®venes
La violencia y los comportamientos antisociales de los j¨®venes han suscitado reacciones muy diversas. Los colegios e institutos intentan atajar como pueden el acoso escolar, los padres educan o maleducan en el peor de los casos a los adolescentes, que a veces resultan ingobernables, y la polic¨ªa toma cartas en los asuntos m¨¢s feos. Ahora ha sido el turno de los centros comerciales que la sociedad frecuenta cada vez m¨¢s (sus ventas crecieron un 8,4% en Andaluc¨ªa durante abril). Estos centros consideran que no tienen por qu¨¦ seguir soportando que pandillas de j¨®venes descontrolados provoquen peleas con consecuencias negativas para la imagen del centro y la p¨¦rdida de clientes que acarrea. A los centros comerciales se les sumaron en 2004 ciertas tiendas y comercios que ve¨ªan c¨®mo sus negocios eran visitados por clept¨®manos, que sin ning¨²n pudor regresaban para robar m¨¢s y m¨¢s art¨ªculos. Cansados, decidieron pedir poner tierra de por medio.
Desde el a?o pasado en M¨¢laga estos negocios solicitaron a los jueces que dictaran contra estos j¨®venes la prohibici¨®n de acudir a sus negocios. Y fueron escuchados. "Yo mismo dict¨¦ dos ¨®rdenes el a?o pasado. Una contra un joven por causar lesiones y otra contra una chica que comet¨ªa hurtos de manera continuada en una tienda". El juez decano de M¨¢laga, Manuel Caballero Bonald, ejemplifica las decisiones tomadas por los jueces para mantener alejados a estos j¨®venes, nunca menores de edad, alejados de la tentaci¨®n de reincidir. "Entiendo que s¨ª son efectivas, porque estos negocios suelen tener un servicio de vigilancia eficaz cuyo procedimiento habitual es avisar a la polic¨ªa", comenta. Caballero Bonald avisa de la imposici¨®n de estas medidas, que ¨¦l considera debe ser excepcional. "No se pueden dictar con car¨¢cter generalizado, sino s¨®lo por la alteraci¨®n de orden p¨²blico o hurtos, pero s¨®lo cuando son muy reiterados, cuando lo que es falta se convierte en delito por la reiteraci¨®n", aclara.
El centro comercial Plaza Mayor, a las afueras de M¨¢laga, recibe unos seis millones y medio de visitas anuales y combina la oferta diurna de cines y tiendas con la nocturna de bares y discotecas, cuyo cierre se prolonga de madrugada. Ante las peleas y la gravedad que ¨¦stas alcanzaron el a?o pasado, sus responsables solicitaron diez ¨®rdenes de alejamiento para estos j¨®venes violentos, de las cuales cuatro est¨¢n ahora en proceso de instrucci¨®n por la demora habitual que los procesos judiciales conllevan. Algunas de estas reyertas fueron filmadas por las c¨¢maras del centro comercial y los informativos de las televisiones le dieron cobertura nacional.
"Quer¨ªamos que dejaran de da?ar la imagen del centro". Su gerente, Rafael Perea, lo tiene claro: "Desde que el nivel de delitos creci¨®, vimos que la medida podr¨ªa disuadir a otros j¨®venes. Nos interesa el efecto pr¨¢ctico por el que esos j¨®venes deciden no reincidir en los incidentes graves cometidos". De cara a que sus demandas ante los jueces tengan m¨¢s peso, Perea dice que el argumento de las grabaciones resulta decisivo: "El comportamiento conflictivo y antisocial est¨¢ perfectamente acreditado por nuestras 70 c¨¢maras de grabaci¨®n continua", dice satisfecho.
"Para los hurtos no nos planteamos solicitar el alejamiento, por la sencilla raz¨®n de que la incidencia es relativa, y el perjudicado es cada negocio". Perea cuenta que la imagen de vulnerabilidad del centro no queda afectada en el caso de los hurtos, y s¨ª la del negocio, que es quien deber¨ªa reaccionar ante las p¨¦rdidas que los peque?os pero constantes robos les producen.
El abogado que representa al centro comercial, Juan Fern¨¢ndez, explica que las medidas que han solicitado est¨¢n contempladas en el art¨ªculo 96 del c¨®digo penal como medidas de seguridad referidas a la "prohibici¨®n de acudir a determinados lugares". "Durante el a?o pasado solicitamos alrededor de una decena, cuyo perfil habitual eran altercados y peleas de fin de semana", afirma Fern¨¢ndez.
Dependiendo de las sentencias que recaigan sobre los inculpados en las reyertas, el juez estimar¨¢ conveniente que adem¨¢s de c¨¢rcel, o como mal menor y para evitar la reincidencia, estas ¨®rdenes de alejamiento deban ser cumplidas por los j¨®venes. Ser¨¢ entonces cuando los guardas de seguridad deber¨¢n memorizar las caras de ciertos j¨®venes conflictivos. Avisar¨¢n a la polic¨ªa para que los agentes acudan raudos ante la infracci¨®n de estas medidas y estos j¨®venes eviten considerarlo un reto para jugar al escondite con los guardas de seguridad.
Irene no puede dejarlo
"No puedes insistir mucho en las mismas tiendas porque se fijan en ti. Va por rachas, como todo, pero de momento no lo dejo, no puedo". Irene empez¨® a robar en los supermercados con 16 a?os, pero pronto se dio cuenta de "lo f¨¢cil que era" y ahora entra y sale de las tiendas mientras acaricia el cuter para llevarse una media de 200 euros a la semana en ropa.
En su ciudad, Granada, acostumbra a robar sola para concentrarse, ser sigilosa y no despertar las habituales sospechas que provocan estas "caras travesuras" para los grandes almacenes. Irene sabe que la regla n¨²mero uno al entrar en un establecimiento es fijarse en el n¨²mero de c¨¢maras y dependientes, situar bien los probadores y localizar un hueco donde dejar las placas despu¨¦s de separarlas de sus prendas. A pesar de todas sus precauciones la han detenido en un par de ocasiones, pero fue un mal trago breve. Acudi¨® a un juicio r¨¢pido, confes¨® su culpabilidad y nunca llegaron a avisar a sus padres.
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