Vulgaridad

Ni siquiera Pablo Hermoso de Mendoza salv¨® la tarde a la vulgaridad m¨¢s supina. Su primer toro, blando y tan soso por falta de acometividad que todo lo ten¨ªa que hacer el rejoneador. En su segundo, cuando sali¨® el caballo, Chenel dio la impresi¨®n de que entonces empezaba el espect¨¢culo. El caballo llev¨® al toro en hermosas carreras. Estaban en eso, cuando todo se vino abajo porque a la hora de banderillear realiz¨® demasiadas pasadas en falso sin prender las banderillas.

La actuaci¨®n de Salvador Vega en sus dos toros estuvo marcada por la vulgaridad. En su primero deambul¨® en constantes dudas, y en su segundo exhibi¨® una antolog¨ªa de pases vac¨ªos. Lo mejor de su segundo toro lo puso un subalterno, Juan Jos¨¦ Trujillo, colocando dos buenos pares de banderillas. Mat¨® mal en ambos.

A Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares le toc¨® en suerte un buen toro. Ten¨ªa cadencia en la embestida y continuidad en los viajes, adem¨¢s de fijaci¨®n en los enga?os. Manzanares, tanto con el capote como con la franela, se desenvolvi¨® en tonos suaves y pintureros. Pero le sobr¨® aceleraci¨®n. En su contra, hay que se?alar que no consigui¨® dar con la m¨¦dula brava que el toro pose¨ªa. Era un toro de dos orejas y ocurri¨® que por matar mal -estocada baja- no gan¨® ni siquiera una.

En el sexto de la corrida se dieron dos aconteceres que no tienen justificaci¨®n. Uno de los toros nada m¨¢s recibir cuatro capotazos demostr¨® ser adicto al co?ac. Empez¨® a tambalearse dando tumbos a diestro y siniestro. Lamentablemente, ver a un toro bravo en esa posici¨®n es deprimente. Como es deprimente lo que sucedi¨® una vez que fuera devuelto ese toro, ya que sali¨® un hermano suyo al que un banderillero, por una mala acci¨®n torera, hizo que se diera un topetazo descomunal en uno de los burladeros.