La "superaci¨®n del pasado" en Alemania
El 10 de mayo, 60 a?os despu¨¦s de terminada la II Guerra Mundial, a pocos metros de la Puerta de Brandeburgo se inaugur¨® un monumento que ha de mantener en el coraz¨®n de Berl¨ªn la memoria del Holocausto. Alemania sigue confrontada con un pasado que permanece ah¨ª, siempre presente. ?Acaso la llamada "superaci¨®n del pasado" (Vergangenheitsbew?ltigung) ha supuesto un fracaso absoluto? En lo primero que se piensa es que no se habr¨ªan hecho bien las cosas, pero pronto se cae en la cuenta de que probablemente no cupiese otro resultado, no s¨®lo porque, en principio, ning¨²n pasado puede ser "superado" -pesa siempre sobre el presente, modelando de alguna manera el futuro-, sino porque habr¨ªa historias, como los cr¨ªmenes nazis contra la humanidad, que por su propia ¨ªndole no podr¨ªan superarse nunca. "Superar el pasado", una expresi¨®n hoy muy deca¨ªda, que ha prevalecido en Alemania durante decenios ser¨ªa una pretensi¨®n inalcanzable.
Lo m¨¢s probable es que las dos explicaciones tengan algo de verdad. Por un lado, no se puede decir que la historia alemana de "superaci¨®n del pasado" en los ¨²ltimos 60 a?os haya sido un rosario de aciertos, pero, por otro, tampoco faltan los que creen que tal vez sea una exageraci¨®n definir como ¨²nicos, sin precedentes, ni repeticiones posibles, los cr¨ªmenes nazis contra la humanidad. Una mirada retrospectiva pudiera confirmar que en la historia nada se repite -la singularidad de lo hist¨®rico es un rasgo que ya subray¨® el historicismo decimon¨®nico- sacando la conclusi¨®n, harto cuestionable, de que el m¨¦todo comparativo no ser¨ªa aplicable a la historia, tal como luego s¨ª se ha hecho en el siglo XX en el af¨¢n de ir descubriendo estructuras constantes que de alg¨²n modo se repiten. Para manejar el presente se puede aprender, y mucho, de la historia, historia magistra vitae.
Para la primera interpretaci¨®n, la historia de estos 60 a?os de "superaci¨®n del pasado" habr¨ªa sido un fracaso por no haber sabido enfrentarse a ¨¦l con coraje y verdad. Se habr¨ªa exagerado mucho en algunos puntos y ocultado otros; se culpabiliz¨® a todo el pueblo alem¨¢n, a la vez que se trat¨® de salvar las profesiones y sectores sociales m¨¢s implicados. La historia de la "superaci¨®n del pasado" nazi ser¨ªa as¨ª la de las distintas manipulaciones llevadas a cabo seg¨²n la coyuntura. A esto se suma el hecho fundamental de no haber explicado por qu¨¦ la mayor parte de los alemanes, y no s¨®lo a partir de 1938, cuando se alcanz¨® el pleno empleo, se entusiasmaran con Hitler, marcharan a la guerra seguros de la victoria y se mantuviesen leales hasta el ¨²ltimo momento. Fueron los alemanes los que identificaron nazismo y Alemania, el F¨¹hrer y la patria. Pese a que desde 1943 la derrota era previsible, hasta el ¨²ltimo d¨ªa creyeron en la propaganda, ya fuese la bomba milagrosa, bien las crueldades que sufrir¨ªan si los rusos lograban entrar en Berl¨ªn.
Al pueblo alem¨¢n la derrota le cogi¨® tan de improviso que recurri¨® a conceptos como "desplome" (Zusammenbruch), "hundimiento" (Untergang, todav¨ªa es el t¨ªtulo de una pel¨ªcula alemana sobre las ¨²ltimas semanas del F¨¹hrer), que parecen m¨¢s bien apropiadas para describir una cat¨¢strofe natural. La poblaci¨®n se mov¨ªa entre los escombros sin poder hacerse a la idea de que yacieran sepultados todos los ideales en los que hab¨ªan cre¨ªdo y muertos o desaparecidos los grandes h¨¦roes del r¨¦gimen, como si un terremoto hubiera arrumbado con todo en pocos minutos. En efecto, los t¨¦rminos que se emplearon durante mucho tiempo aluden m¨¢s bien a una cat¨¢strofe natural de incalculables dimensiones y no a un acontecimiento hist¨®rico-social, como es una guerra perdida. As¨ª como nadie busca a los responsables de un terremoto, sino que todos se compadecen mutuamente por lo ocurrido, en un primer momento el pueblo alem¨¢n se sinti¨®, no el responsable, sino la gran v¨ªctima de lo ocurrido.
De la noche a la ma?ana un pueblo fanatizado que en palabras y obras no hab¨ªa ocultado su entusiasmo por el nacionalsocialismo, se convence de que nada habr¨ªa tenido que ver con el r¨¦gimen fenecido, fruto de un monstruo. La Alemania de la posguerra convierte a Hitler en un loco o demonio, el ¨²nico culpable de tanta destrucci¨®n, como si tambi¨¦n se tratase de una cat¨¢strofe natural que hubiera ca¨ªdo sobre los alemanes. En los dos primeros decenios, m¨¢s que los responsables, se consideraron las mayores v¨ªctimas del nazismo. Todos los informes de los ocupantes atestiguan una misma extra?eza al comprobar que nadie hab¨ªa tenido nada que ver con el r¨¦gimen ca¨ªdo. Daba la impresi¨®n de que Hitler hubiera gobernado, si no con la oposici¨®n, al menos con la pasividad de todo un pueblo.
Sobrevivir se convirti¨® en la ¨²nica tarea, con la ventaja a?adida de que no dejaba respiro para poder echar una mirada atr¨¢s y preguntarse por la responsabilidad que a cada cual incumb¨ªa. En la r¨¢pida reconstrucci¨®n del pa¨ªs, el llamado "milagro alem¨¢n", a nadie preguntaron por su pasado pol¨ªtico ?Ay del que se atreviera a se?alar con el dedo a maestros, profesores de secundaria y de universidad, empresarios, jueces y un largo etc¨¦tera! Los vencedores, despu¨¦s de una desnazificaci¨®n bastante superficial, emplearon a los que necesitaban, sin hacer demasiadas averiguaciones sobre el comportamiento anterior. Los entusiastas de la vieja Alemania se prestaron a servir con la misma lealtad a los nuevos reg¨ªmenes establecidos.
A mitad de los sesenta, la generaci¨®n nacida despu¨¦s de la guerra rechaza la hipocres¨ªa de los padres que han evitado encararse con el nazismo, a la vez que desenmascara a la potencia que los ha protegido, y ahora en nombre de la libertad y la democracia atacan a un pueblo indefenso que lucha por su independencia (Vietnam) o protegen a un dictador como el sha de Persia. La ruptura con los padres y con sus protectores lleva a una primera indagaci¨®n sobre el pasado nazi que permite plantear por vez primera el tema tan peliagudo de las causas del nazismo. Para dome?ar el pasado la cuesti¨®n clave es identificar a las fuerzas sociales que lo llevaron al poder. La respuesta del movimiento estudiantil es bien conocida: ante el avance del movimiento obrero, el fascismo es la forma que adopta un capitalismo a la defensiva. Por fin se ha encontrado al verdadero responsable del nazismo, el capitalismo. Superar el fascismo significa, por tanto, superar el capitalismo.
En base a esta misma argumentaci¨®n, la Alemania Oriental, que hab¨ªa suprimido el capitalismo, se consideraba a s¨ª misma el baluarte seguro del antifascismo, mientras que la Alemania Occidental, al estar en manos del"capitalismo monopolista", continuar¨ªa siendo fascista. La paradoja que ten¨ªa que digerir el movimiento estudiantil anticapitalista era que con la dictadura del partido ¨²nico, la Alemania que se enorgullec¨ªa de su antifascismo mostraba muchos puntos de contacto con el fascismo. Contradicci¨®n que a¨²n quedaba m¨¢s patente al apelar la revoluci¨®n juvenil a la violencia -callar en las clases a los profesores que se opusieran, quemar peri¨®dicos que mienten sistem¨¢ticamente-, lo que llev¨® al l¨ªder te¨®rico de la izquierda intelectual, J¨¹rgen Habermas, a condenar los m¨¦todos de estos j¨®venes revolucionarios que recordaban a los del fascismo.
Despu¨¦s de haberse disuelto en mil peque?as sectas para al final descarriar en la violencia terrorista, el movimiento estudiantil engendra un nueva generaci¨®n, la de los nietos, que se caracteriz¨® por un conservadurismo que supuso un mayor distanciamiento del pasado nazi, lo que facilit¨® un tratamiento m¨¢s objetivo. Se va abriendo paso una nueva interpretaci¨®n del fin de la guerra, ?cat¨¢strofe?, ?hundimiento? o m¨¢s bien ?liberaci¨®n? En la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana se celebraba el 8 de mayo como el d¨ªa de la liberaci¨®n del fascismo; en la Rep¨²blica Federal, esta fecha pasaba inadvertida con un silencio embarazoso. Hoy en toda Alemania se celebra el d¨ªa de la liberaci¨®n. Es tal vez el ¨²nico s¨ªmbolo proviniente del Este que se ha aceptado. Los alemanes reconocen hoy que han sido liberados del fascismo por los Aliados, a la vez que asumen la responsabilidad por lo ocurrido.
En una Alemania libre y unificada que ha recuperado la soberan¨ªa ten¨ªa que surgir una nueva reflexi¨®n sobre el pasado nazi. Pero, cuanto m¨¢s pretende hacerse cargo de la historia, m¨¢s dif¨ªcil es mantener los tab¨²es del pasado. En una Alemania controlada por las Cuatro Potencias no se pod¨ªa recordar las injusticias sufridas: la destrucci¨®n de Dresde, las violaciones masivas de los rusos al tomar Berl¨ªn, y sobre la expulsi¨®n de varios millones de alemanes de los territorios que se anexionaron a Polonia y Rusia. La "limpieza ¨¦tnica" que aplicaron serbios y croatas en la guerra civil de Yugoslavia la practicaron con ¨¦xito los Aliados en los territorios arrancados a Alemania, de modo que no cabe que vuelva a plantearse en el futuro, m¨¢xime cuando la unificaci¨®n de Alemania se hizo garantizando a Polonia y dem¨¢s pa¨ªses las fronteras establecidas despu¨¦s de la II Guerra Mundial. Es una soluci¨®n que a la larga refuerza el proceso de integraci¨®n de Europa.
Aunque hoy es doctrina oficial que s¨®lo la Alemania de Hitler es la ¨²nica responsable de que estallara la II Guerra Mundial y los alemanes los ¨²nicos responsables de que Hitler llegara al poder, no me cabe la menor duda de que con el proceso de integraci¨®n europea y con una perspectiva hist¨®rica que supere las visiones parciales de los Estados nacionales quedar¨¢ patente la corresponsabilidad que en el ascenso del nazismo tuvieron los vencedores de la I Guerra Mundial con el tratado impuesto de Versalles, as¨ª como se reconocer¨¢ que la causa inmediata de que el Reino Unido y Francia declarasen la guerra a Alemania tras la invasi¨®n de Polonia fue el pacto Ribbentrop-M¨®lotov entre la Rusia sovi¨¦tica y la Alemania nazi, por el que, adem¨¢s de que se compromet¨ªan a no atacarse, Rusia se quedaba con los Estados b¨¢lticos y Alemania con Polonia. No se olvide que en el verano de 1939, desde la perspectiva de que el enfrentamiento de Alemania con la Rusia Sovi¨¦tica era irremediable, Gran Breta?a estaba negociando con Hitler un tratado de mutua ayuda.
La segunda interpretaci¨®n pregunta hasta qu¨¦ punto un pasado que incluye el asesinato de millones de personas en los campos de exterminio constituye un crimen sin precedentes ni posibles imitadores en el futuro, algo tan singular que habr¨ªa que calificar de insuperable. Alemania arrastrar¨¢ para siempre la responsabilidad hist¨®rica de los cr¨ªmenes cometidos. La construcci¨®n en el centro de Berl¨ªn de un monumento a las v¨ªctimas del Holocausto quiere dejar memoria material sempiterna de esta responsabilidad asumida.
Justamente, la excepcionalidad absoluta del Holocausto desencadena en los a?os ochenta la llamada "pol¨¦mica de los historiadores" (Historiker-Streit). Ernest Nolte es, sin duda, el historiador que mejor ha criticado esta tesis. El declarar el pasado insuperable, es decir, el fijarlo de una manera definitiva, supone eliminar la complejidad que tiene todo pasado y congelarlo ya definitivamente en un negro-blanco que rechaza todos los grises. Nolte se pregunta si "?acaso el Archipi¨¦lago Gulag no fue anterior a Auschwitz? ?No fueron los 'asesinatos de clase' de los bolcheviques el antecedente l¨®gico y f¨¢ctico de los 'asesinatos racistas' de los nazis?". No cabe retomar la "pol¨¦mica de los historiadores" en toda su amplitud, pero me parece que seg¨²n pase el tiempo se ir¨¢ abriendo paso un an¨¢lisis del Tercer Reich que empiece por dar cuenta de la adhesi¨®n que cont¨®, no s¨®lo entre el pueblo alem¨¢n, sino entre muchos europeos. En 1945 ten¨ªa yo 9 a?os, y recuerdo la admiraci¨®n que algunos de mis t¨ªos, no mi padre, que era aliad¨®filo, sent¨ªan por Hitler y los alemanes. Despu¨¦s he sabido que algunas de las personas que en mi juventud fueron mis tutores intelectuales, en aquellos a?os eran german¨®filos fervientes.
Dar cuenta de aquella admiraci¨®n extrema por el r¨¦gimen nazi no es una cuesti¨®n que concierna ¨²nicamente a los alemanes, sino a los europeos en su conjunto. Nos acercaremos a una objetivizaci¨®n del pasado cuando deje de ser una cuesti¨®n exclusivamente alemana y la planteemos como una europea. El antisemitismo, el racismo y el fascismo son productos de nuestra com¨²n cultura cristiana y civilizaci¨®n cient¨ªfico-t¨¦cnica, fen¨®menos europeos ambos que es preciso estudiar en este contexto, y en ning¨²n caso una particularidad espec¨ªfica de Alemania. Alemania sola nunca podr¨¢ superar el pasado, porque hacerlo es una tarea de todos los europeos, cuando empecemos a asumir nuestras responsabilidades, sin descargar todas sobre los alemanes.
Ignacio Sotelo es catedr¨¢tico excedente de Sociolog¨ªa.
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