?Prudencia pastoral?
Los obispos tienen razones fundadas para rechazar la inclusi¨®n de la uni¨®n de las personas del mismo sexo en la instituci¨®n del matrimonio. Tal es la postura, por ejemplo, de Lionel Jospin, que siendo primer ministro socialista franc¨¦s promovi¨® en 1999, a trav¨¦s del Pacto Civil de Solidaridad, el reconocimiento jur¨ªdico de las parejas homosexuales. Recientemente afirmaba que "el matrimonio es por principio una instituci¨®n a partir de la uni¨®n de un hombre y una mujer". Y a?ad¨ªa que "uno puede desaprobar y combatir la homofobia al mismo tiempo que no favorecer el matrimonio homosexual, como es mi caso" (Le Journal du Dimanche 16-5-04). Tal posici¨®n no es compartida por el movimiento de gays y lesbianas, que consideran en el fondo tal diferencia discriminatoria.
Los obispos deben mirar al d¨ªa despu¨¦s de la batalla con el Gobierno
Sin embargo las razones antropol¨®gicas de la Iglesia no justifican cualquier tipo de oposici¨®n a la decisi¨®n del Parlamento. Hay dos tradiciones cat¨®licas, al menos, en la manera de concebir la relaci¨®n entre moral y pol¨ªtica. La primera, la prof¨¦tica, guiada por la proclamaci¨®n de los principios, de la que son buen ejemplo Isa¨ªas y Jerem¨ªas. Se asemeja a la ¨¦tica de la convicci¨®n (Weber). La segunda, la prudencial, que arraiga en la tradici¨®n sapiencial, bien representada por san Pablo o Tom¨¢s de Aquino, orientada a la elecci¨®n de los medios adecuados para la consecuci¨®n del fin. Emparentada con la ¨¦tica de la responsabilidad. La prudencia se detiene en los caminos m¨¢s adecuados para el logro del fin verdadero en las circunstancias presentes. El evangelio est¨¢ plagado de pasajes en los que Jes¨²s act¨²a con este sentido de prudencia que desconcierta y escandaliza a quienes quer¨ªan poner un c¨®digo moral vigente por encima de las personas.
A esta tradici¨®n quiero apelar. Los obispos deben mirar al d¨ªa despu¨¦s de la batalla con el Gobierno. Es verdad que ¨¦ste pod¨ªa haber actuado de una manera m¨¢s prudencial, ayudando a una posici¨®n m¨¢s madura en el conjunto social, pero la Iglesia no puede, es m¨¢s, no debe quemar todas las naves, pues no debe verse imposibilitada para realizar tareas que por fidelidad al Evangelio, no admiten dilaci¨®n.
Primera tarea, el reconocimiento de la existencia de personas homosexuales y el apoyo firme a las mismas en el interior de la Iglesia. Hay hombres y mujeres homosexuales en la comunidad cristiana, entre curas, religiosos y laicos. Viven su condici¨®n con doble vida. Padecen falta de aceptaci¨®n y reconocimiento. La propuesta doctrinal es vivida en realidad como negaci¨®n de su identidad, dignidad y derechos. La fe cristiana lejos de significar liberaci¨®n ha provocado y est¨¢ provocando bloqueos emocionales y vivencias angustiosas. No pocos y pocas se mantienen en la experiencia del Amor de Dios a pesar de la misma Iglesia. Muchos no han tenido otro remedio que realizar su particular ¨¦xodo de liberaci¨®n hasta encontrar espacios de aire fresco lejos de la Iglesia. Bastantes han abandonado la fe, aunque no pocos conservan rescoldos que les llevan a seguir viviendo en clave de compromiso cristiano pero alejados profundamente de la comunidad cristiana. Desde las primeras reivindicaciones en los a?os 70, la Iglesia espa?ola no ha dado un solo paso adelante. ?Por qu¨¦ la renuencia a un di¨¢logo p¨²blico entre un obispo y una persona cristiana gay o lesbiana? Si hace tres a?os la Iglesia se hubiera posicionado a favor de un Pacto Civil hoy no tendr¨ªa que oponerse a la equiparaci¨®n al matrimonio.
Segunda, repensar la propuesta que hace a la pareja homosexual. La Iglesia ya no pone tanto el ¨¦nfasis en la no regulaci¨®n legal de la uni¨®n homosexual sino en la no equiparaci¨®n jur¨ªdica al matrimonio. El Compendio para la Doctrina Social de la Iglesia deja abierta la cuesti¨®n sobre el reconocimiento jur¨ªdico de la uni¨®n homosexual (n. 228). Si esto es as¨ª, la Iglesia tiene ante s¨ª el desaf¨ªo de seguir proponiendo la perspectiva evang¨¦lica del amor a la pareja homosexual. La persona homosexual, cristiana o no, puede encontrar en el compromiso de la donaci¨®n mutua sin reservas y sin plazos una inspiraci¨®n y una referencia para orientar, apoyar y enriquecer el amor rec¨ªproco. Hace un par de d¨¦cadas la Iglesia propuso la castidad como cualidad del amor cristiano a los esposos, no en el sentido de la abstinencia sexual, sino en el de una sexualidad vivida con radicalidad en el seno del amor: "La castidad es vivir en el orden del coraz¨®n" (Juan Pablo II). Si hay una pr¨¢ctica homosexual desde la perspectiva cristiana mejor ser¨¢ que ¨¦sta sea inspirada y significada por la donaci¨®n mutua.
Tercera, el combate a la homofobia con decisi¨®n y sin concesi¨®n. Existen comportamientos y actitudes hom¨®fobas en nuestra sociedad y pueden incrementarse. El tipo de oposici¨®n de la Iglesia al matrimonio de personas del mismo sexo no debe servir en ning¨²n caso de legitimaci¨®n a conductas hom¨®fobas. No es pretensi¨®n de la Iglesia pero hay que prevenir efectos indeseados. Lo que dice en sus textos debe convertirse en una acci¨®n decidida: "Es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todav¨ªa objeto de expresiones mal¨¦volas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen. La dignidad propia de toda persona siempre debe ser respetada en las palabras, en las acciones y en las legislaciones" (J. Ratzinger, 1-10-86). El movimiento de gays y lesbianas echa en falta con raz¨®n una actitud de la Iglesia a nivel internacional m¨¢s decidida contra la eliminaci¨®n de la legislaci¨®n hom¨®foba que a¨²n persiste en un notable n¨²mero de pa¨ªses. La Iglesia podr¨ªa suscribir la propuesta de declarar el 17 de mayo como D¨ªa internacional contra la homofobia. En esta fecha, en 1990, la OMS elimin¨® la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales.
Apelar a la objeci¨®n de conciencia del rey Juan Carlos I o apoyar una manifestaci¨®n como la de ayer, cuando por otro lado la Iglesia espa?ola call¨® ante la decisi¨®n de Aznar de meternos en una guerra preventiva con Irak, no parecen ser precisamente signos de prudencia pastoral.
Carlos Garc¨ªa de Andoin es coordinador federal de Cristianos Socialistas (CRIS-PSOE)
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