Pluralismo o intransigencia
La Iglesia cat¨®lica es una de las organizaciones internacionales que m¨¢s veces se ha pronunciado p¨²blicamente sobre la homosexualidad, y siempre con tonos negativos y condenatorios. Otros organismos como la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, el Consejo de Europa, el Parlamento Europeo, etc., se han mostrado m¨¢s comprensivos, tolerantes y abiertos.
El primer dato a tener en cuenta en esta materia es el amplio pluralismo que existe entre los colectivos cristianos (aqu¨ª me circunscribir¨¦ a los cat¨®licos). Por una parte est¨¢n las posiciones de la jerarqu¨ªa en bloque, sin fisuras, al menos externas, y de algunas organizaciones cat¨®licas, que consideran ¨¦ticamente desordenada la mera inclinaci¨®n de la persona homosexual; califican la pr¨¢ctica homosexual de inmoral y abominable; acusan a los gays y lesbianas de personas depravadas, virus para la sociedad y moralmente malos; comparan a los matrimonios homosexuales con la acu?aci¨®n de moneda falsa y acusan a la ley que los aprueba de corrupci¨®n y falsificaci¨®n legal de la instituci¨®n matrimonial, retroceso en el camino de la civilizaci¨®n y lesi¨®n grave de los derechos fundamentales del matrimonio y de la familia.
La jerarqu¨ªa cat¨®lica pretende poner l¨ªmites a los legisladores en el ejercicio de su funci¨®n
Por otra est¨¢n numerosos grupos de te¨®logos, te¨®logas, movimientos de base y colectivos cristianos de lesbianas y gay, que disienten abiertamente de la jerarqu¨ªa. Defienden la homosexualidad como una forma leg¨ªtima de ejercer la sexualidad y reclaman el derecho de las parejas homosexuales a contraer matrimonio tanto civil como religioso en igualdad de condiciones que las personas heterosexuales y a la adopci¨®n.
Los puntos de acuerdo entre unos y otros colectivos son m¨ªnimos y la fractura no puede ser mayor. Intentando objetivar el tema, creo que el problema de fondo radica en una serie de distorsiones que paso a explicitar. La primera es la tendencia a considerar como ley natural y divina lo que en realidad son normas eclesi¨¢sticas. Es la estrategia de los obispos para imponer a toda la ciudadan¨ªa una concepci¨®n del matrimonio y la sexualidad que pertenece a la doctrina moral de la Iglesia cat¨®lica de una determinada ¨¦poca hist¨®rica hoy en revisi¨®n. La jerarqu¨ªa pretende poner l¨ªmites a los legisladores en el ejercicio de su funci¨®n, acus¨¢ndolos de ir contra la ley natural, de negar de manera flagrante datos antropol¨®gicos fundamentales y de llevar a cabo una aut¨¦ntica subversi¨®n de los principios morales. Lo que subyace a este planteamiento es la resistencia a reconocer el Estado no confesional y a aceptar el pluralismo ideol¨®gico, religioso y moral de la sociedad espa?ola.
La segunda distorsi¨®n, consecuencia de lo anterior, es la no aceptaci¨®n de una ¨¦tica laica, v¨¢lida para todos los ciudadanos y ciudadanas, m¨¢s all¨¢ de sus creencias e ideolog¨ªas. El proceso de secularizaci¨®n ha establecido una justificada separaci¨®n entre la esfera religiosa y la c¨ªvica, que los obispos har¨ªan bien en respetar y, a partir de ah¨ª, colaborar en la b¨²squeda consensuada de unos m¨ªnimos de ¨¦tica laica compartidos por todos los ciudadanos y ciudadanas, dentro del respeto a las normas morales de las distintas tradiciones religiosas.
La tercera consiste en una lectura fundamentalista de los textos b¨ªblicos relativos a la homosexualidad. Voy a poner un par de ejemplos. El primero es el de Sodoma y Gomorra (Gn 19,1-11). Seg¨²n la interpretaci¨®n tradicional, el pecado de los habitantes de esas dos ciudades fue mantener relaciones homosexuales. Sin embargo, seg¨²n la interpretaci¨®n que hoy parece m¨¢s correcta, lo que se condena no es la homosexualidad en s¨ª, sino la dureza de coraz¨®n de los sodomitas, la violaci¨®n de hombre con hombre, que implica una humillaci¨®n, la ofensa a los extranjeros a quienes Lot hab¨ªa acogido en su casa ejerciendo la virtud de la hospitalidad. El pecado de estas dos ciudades se concreta en un sistema de injusticia y opresi¨®n. En definitiva es la falta de hospitalidad para con los extranjeros lo que se condena.
El segundo ejemplo son las prescripciones del Lev¨ªtico. En un texto de este libro (18,22) se califica la homosexualidad masculina como abominable. En otro (20,13) se dice que si un var¨®n se acuesta con otro var¨®n, ambos cometen una abominaci¨®n y deben morir. Los dos textos deben ser le¨ªdos en su contexto. En la legislaci¨®n hebrea se ordena pena de muerte para quienes maldicen a sus padres, para los ad¨²lteros, los incestuosos y para quienes transgreden el precepto del descanso sab¨¢tico. Por el contrario, se permite vender a la hija como esclava, poseer esclavos, tanto varones como hembras, siempre que se adquieran en naciones vecinas. Se proh¨ªbe acceder al altar a toda persona con alg¨²n defecto corporal. ?Hay que interpretar estos textos en su sentido literal? Decididamente, no. Lo que estas prohibiciones quieren poner de relieve es el car¨¢cter peculiar del pueblo hebreo como pueblo de Dios, que se distingue del resto de los pueblos. El problema no se plantea en el terreno moral, sino en el de la identidad ¨¦tnica y el de la pureza.
Yo creo que el conflicto entre cristianismo y homosexualidad carece de base tanto antropol¨®gica como teol¨®gica. Coincido con el te¨®logo holand¨¦s Edward Schillebeeckx en que no existe una ¨¦tica cristiana respecto a la homosexualidad. Se trata de una realidad humana que debe asumirse como tal sin apelar a valoraciones morales excluyentes. A mi juicio, no existen criterios espec¨ªficamente cristianos para juzgarla. La incompatibilidad en el cristianismo no se da entre ser cristiano y ser homosexual, sino entre ser cristiano y ser insolidario, entre ser cristiano y ser hom¨®fobo, o, como dice el Evangelio, entre servir a Dios y al dinero.
La actual teolog¨ªa cristiana del matrimonio se elabor¨® en una cultura y una religi¨®n hom¨®fonas y patriarcales, que impon¨ªan la sumisi¨®n de la mujer el var¨®n y la exclusi¨®n de los homosexuales de la experiencia del amor. Hoy se necesita reformular dicha teolog¨ªa, para que sea inclusiva de las distintas tendencias sexuales que deben vivirse desde la libertad, el respeto a la alteridad y dentro de unas relaciones igualitarias.
Juan Jos¨¦ Tamayo es director de la c¨¢tedra de Teolog¨ªa y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid, y autor de Fundamentalismos y di¨¢logo entre religiones (Trotta, Madrid, 2004).
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