Gl¨¢ndula
Ciertas especies de mam¨ªferos superiores, del orden de los primates, donde se incluyen desde gorilas de Ruanda hasta los obispos de Roma, pasando por los h¨¦roes del rock, tienen la costumbre de golpearse el pecho para expresar un sentimiento de euforia, de dolor, de poder o de culpa. Cuando el bienaventurado King Kong se percut¨ªa el t¨®rax como un timbal, no lo hac¨ªa para pedir perd¨®n por sus pecados, sino para mostrar su c¨®lera. No le faltaban motivos. Se hab¨ªa enamorado de una rubia que iba a ser sacrificada a un poderoso dios. El timo es una gl¨¢ndula de secreci¨®n interna situada detr¨¢s del estern¨®n, que participa del sistema inmunitario del organismo. Al principio tiene el tama?o de una naranja y su funci¨®n es muy activa, pero al llegar a la pubertad se vuelve peque?o como un guisante y deja de intervenir en las emociones, salvo que se le despierte a pu?etazos. No est¨¢ demostrado que King Kong se batiera el pecho para excitar esa gl¨¢ndula antes de llevar a su novia Ann, una vez rescatada, a la cima del Empire State; en cambio, parece fuera de duda que ese gesto pas¨® de los primates a las culturas m¨¢s primitivas y a trav¨¦s de los siglos ha llegado a nuestros d¨ªas. Cuando en Bagdad la multitud entierra a las v¨ªctimas de un bombardeo expresa su dolor y su ira sacudi¨¦ndose las costillas con el pu?o. Los viejos cristianos piden a Dios perd¨®n por sus pecados entonando el mea culpa con tres golpes rituales a la altura del estern¨®n. Los anacoretas se daban en el pecho con un mendrugo de pan duro y cuando no hab¨ªa pan usaban una piedra; los guardaespaldas de banqueros y jerarcas se sirven de la culata del rev¨®lver que llevan bailando en la axila; algunos sicarios se cuelgan un escapulario del cuello para sacar fuerzas antes de apretar el gatillo y, aunque parece que los pol¨ªticos anglosajones extienden la mano sobre el coraz¨®n cuando suena el himno nacional, en realidad no est¨¢n sino calentando el timo para que segregue un sue?o de ¨¢guilas, leones y misiles. Esa gl¨¢ndula tambi¨¦n se excita vociferando insultos contra el gobierno en las manifestaciones hasta volverse af¨®nico, pero existen otras formas m¨¢s amables de despertar ese guisante dormido. Basta con roncar a pierna suelta, re¨ªrse a carcajadas, cantar desaforadamente bajo la ducha, emitir el grito de Tarz¨¢n, pasarse un vibrador por el diafragma o frotarse el pecho con agua brava. Despu¨¦s de este ejercicio uno puede sacudirse el timbal como King Kong y ya est¨¢ preparado para conquistar el amor de la mujer rubia.
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