Algunas virtudes inocentes
Entre lo que se sabe y lo que se presume media el abismo de los tribunales de justicia y la parsimonia de su mucha jurisprudencia, pero hay sujetos (por ejemplo, en Castell¨®n) de los que se sabe todo incluso en los bares de copas
Simplicidad
Es atroz lo que se ense?a a los ni?os en algunos espect¨¢culos infantiles de fin de semana. Como si no fuera de agradecer a la industria humana que pulses un conmutador y se encienda la luz, le des a un bot¨®n y gire el dvd, abras la ducha y fluya el agua caliente. No. Todo debe ser nostalgia y reivindicaci¨®n. Qu¨¦ felices ¨¦ramos caminando por senderos de huerta o transitando en carros tirados por caballos, sin coches, ni ruidos ajenos al rebuzno, sin m¨¢s contaminaci¨®n que la quema de la paja de los arrozales. Espl¨¦ndido. El ecologismo cient¨ªfico se solapa con el de la nostalgia, ofrecido a un p¨²blico infantil que sabe de burros tanto como de barraquetas de adobe. Es el modelo reivindicativo de la penuria festiva. Lo vi el otro d¨ªa, en un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme. Bajo la luz de potentes focos el¨¦ctricos, eso s¨ª, en el interior de un centro de mucha tecnolog¨ªa de dise?o.
A navajazos
Simone de Beauvoir, que no escribi¨® una a derechas, se ve que debido a su afici¨®n por la izquierda, argument¨® en alguna ocasi¨®n (tal vez de matute) que la burgues¨ªa se asent¨® como poder pol¨ªtico en cuanto descubri¨® que se pod¨ªa liquidar al adversario a distancia, mediante las armas de fuego, sin recurrir a ese comprometido contacto directo de la espada o el pu?al sobre el cuerpo ajeno. As¨ª que el recurso a la navaja ha quedado reducido a las obras de Garc¨ªa Lorca o Valle-Incl¨¢n, aunque pervive en institutos de secundaria y en algunos ajustes de cuentas m¨¢s o menos callejeros. El mismo Eduardo Mendoza, en su columna de los lunes de este peri¨®dico, no se resiste a mencionar las palabras de un profesor de instituto: "Aqu¨ª no hay s¨ªntomas, sino navajas". Pero el navajeo de la adolescencia temprana, pese a su contundencia exasperada, es a la vez s¨ªntoma y resoluci¨®n. Y, s¨ª, la sociolog¨ªa temprana es ¨²til para evitar los pinchazos.
Con flores a mar¨ªa
Se ignoran los m¨¦ritos acumulados por Carlos Fabra para recibir el homenaje de algunos cientos de conciudadanos, se supone que afines a su notable presencia en Castell¨®n, como no sea precisamente esa dilatada permanencia y sus beneficios colaterales para los convocantes del acto. A fin de cuentas, cientos de a?os de poder institucional familiar en esa provincia bien merecen el reconocimiento de unos cientos o miles de paisanos, pues es mucho, quiz¨¢s demasiado, lo que los Fabra de toda la vida han hecho por su tierra. Ante la certidumbre de esa constancia, qu¨¦ pueden importar algunas sombras o sombrajos, un qu¨ªtame all¨¢ esas pajas de fraude fiscal o de equ¨ªvocos sin importancia en el recto entendimiento de la Administraci¨®n P¨²blica. ?Qu¨¦ alma no tiene defectos? ?Y qu¨¦ pasa si en la persona de Carlos Fabra se homenajean de una tacada tanto m¨¦ritos como defectos?
Manifestaciones
Ahora que el PP parece dispuesto a entretenerse cada s¨¢bado convocando manifestaciones callejeras o sum¨¢ndose a las que promueven sus amigos, hay que decir que ya era hora de que la derecha retome las saludables costumbres de las anta?o c¨¦lebres concentraciones en la madrile?a Plaza de Oriente, cuando no hab¨ªa Parlamento digno de ese nombre y los plebiscitos eran de a pie, bocadillo y refresco mediante. Los tiempos han cambiado. No mucho, pero s¨ª lo bastante como para desconfiar de esa constante deslegitimaci¨®n del Gobierno actual con trucos de chamarilero. Las bodas entre personas del mismo sexo no son una obligaci¨®n sino una disposici¨®n legal, y nadie obliga a Mariano Rajoy a casarse con Fraga Iribarne, ignoro por qu¨¦ raz¨®n, por lo mismo que se calcula en un 000,1 % el n¨²mero de historiadores solventes que acudieron a embroncar por los archivos de Salamanca. Mucho lazarillo de picaresca es lo que hay.
C¨¦sar o nada
No ya la mujer del C¨¦sar, sino el C¨¦sar mismo, ll¨¢mese Angel Franco o su testaferro, no s¨®lo ha de ser honrado, sino que adem¨¢s debe parecerlo. Detr¨¢s de cada pelotazo urban¨ªstico no hay m¨¢s ideolog¨ªa que la que atiende a la codicia, y eso hasta el punto de cabe preguntarse si cuando alguien decide dedicarse a la pol¨ªtica profesional ejecuta antes una prospecci¨®n de mercado para determinar qu¨¦ afiliaci¨®n convendr¨¢ m¨¢s a su bolsillo. En cualquier caso, ocurre que no s¨®lo los pobres son m¨¢s numerosos que los ricos: adem¨¢s, son cada vez m¨¢s pobres que los que pronto dejan de serlo por su intervenci¨®n municipal en la recalificaci¨®n del paisaje terrenal. Cualquier socialista que descubra su propensi¨®n sobrevenida a forrarse a costa de lo que sea deber¨ªa, como primera providencia, abandonar su partido y sumarse al de los otros, donde hay sitio para todos y mucha recalificaci¨®n pendiente.
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