Inocencia y corrupci¨®n
Autor de una pel¨ªcula anterior, estrenada en Espa?a, West Beirut, el liban¨¦s Ziad Doueiri cambia en esta su segunda pel¨ªcula comercial la ¨®ptica de sus intereses y se desplaza hasta una Marsella en la que musulmanes de primera y segunda generaci¨®n viven una vida como en cualquier otra ciudad de la antigua metr¨®polis francesa: en barrios poblados sobre todo por ellos, entre rituales que tienen mucho que ver con sus costumbres ancestrales, con refriegas peri¨®dicas con el resto de los moradores del barrio.
Pero una descripci¨®n como ¨¦sta puede condicionar, junto con el antecedente de West Beirut, la visi¨®n que arroja Doueiri sobre una realidad que contempla con ojos un tanto distantes. Porque, de hecho, Lila dice no es una historia de inmigrantes musulmanes en Francia, sino una peculiar, extra?a, absorbente historia de amores adolescentes, los que establece la Lila del t¨ªtulo, una chica francesa en territorio que parece no pertenecerle, y el narrador impl¨ªcito de la peripecia que la pel¨ªcula cuenta, Chimo, un chico de origen norteafricano.
LILA DICE
Direcci¨®n: Ziad Doueiri. Int¨¦rpretes: Vahina Giocante, Mohammed Khouas, Karim Ben Haddou, Edmonde Franchi, Lotfi Chakri. G¨¦nero: drama, Francia, 2004. Duraci¨®n: 89 minutos.
Estamos pues m¨¢s que ante un filme social, ante una historia amorosa que se desarrolla en un contexto determinado, y en la que los malentendidos (tambi¨¦n los derivados del origen de cada uno) cumplen un papel de primer rango, pero sin olvidar jam¨¢s que lo que en verdad importa est¨¢ en otro lado: en el tierno, convulso despertar de los protagonistas al amor y al sexo, en la insalvable distancia que, en algunas edades de la vida (y en la adolescencia, mucho m¨¢s), separa lo que decimos de lo que hacemos, o lo que narramos con desparpajo de lo que en verdad nos preocupa hasta el escozor.
Ah¨ª, en la narraci¨®n de la historia de Lila y de Chimo, reside la extra?a fascinaci¨®n que despierta el filme, que se ve durante alg¨²n momento de su desarrollo con un desasosiego que se transforma en gran sorpresa hacia el tercio final, cuando se termina entendiendo el extra?o comportamiento de la muchacha. Este cambio de ¨®ptica nos obliga, como espectadores, a realizar la nada f¨¢cil tarea de resituarnos con respecto a lo contado, hasta hallar el punto de equilibrio capaz de resituarnos frente a la narraci¨®n. Y por si esta sorpresa no justificara por s¨ª sola toda la funci¨®n, queda en pie tambi¨¦n una visi¨®n de la vida cotidiana en barrios perif¨¦ricos y de inmigrantes hecha como al sesgo, con mucha verdad y ninguna contemplaci¨®n..., un ejercicio ¨¦tico que coloca el cine de Doueiri m¨¢s alto a¨²n de lo que ya hab¨ªa hecho West Beirut.
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