Las humanidades
?Qu¨¦ son las humanidades? No es f¨¢cil responder a esta pregunta. A riesgo de equivocarme, me atrever¨¦ a decir que las humanidades est¨¢n integradas por aquellas ramas del conocimiento, incluyendo el sensible, que m¨¢s ¨ªntimamente se relacionan con los seres humanos. Las humanidades comprenden el saber acerca de lo que hemos sido, o sea, la historia y en cierto modo tambi¨¦n la arqueolog¨ªa y la prehistoria. La trayectoria ¨ªntegra de los seres humanos sobre la Tierra es el gran marco espacio-temporal de las humanidades. Por eso, ellas, en cuanto ramas del saber, no conocen otros l¨ªmites. Abarcan asimismo lo que los grandes ingenios han concebido o fantaseado sobre una inmensa gama de comportamientos humanos, es decir, la creaci¨®n literaria, desde las grandes epopeyas cl¨¢sicas y la poes¨ªa en todas sus formas, hasta la novela y otros g¨¦neros narrativos. Pertenece tambi¨¦n a las humanidades cuanto se refiere a las concepciones del mundo, los mitos y leyendas, as¨ª como las elucubraciones de los fil¨®sofos que se han planteado las grandes cuestiones en torno a la posibilidad de decir palabras verdaderas sobre los enigmas de nuestro ser, la divinidad y el m¨¢s all¨¢.
No son ajenas a las humanidades las disquisiones acerca del lenguaje, ni tampoco las que han llevado al establecimiento de ordenamientos jur¨ªdicos dirigidos a hacer posible la coexistencia de las personas y las naciones. Y, por supuesto, que se sit¨²a en el universo de las humanidades el gran conjunto de las artes, creaciones, muchas de ellas sublimes, en las que el esp¨ªritu humano se manifiesta pl¨¢sticamente en la pintura, la escultura y a trav¨¦s de la arquitectura, la m¨²sica y el baile.
Aunque las humanidades se distinguen de los conocimientos cient¨ªficos -las ciencias fis¨ªco-matem¨¢ticas y naturales- no por esto dejan de tener relaci¨®n con ellas. Obvio es que en las humanidades no se busca establecer leyes universales, pero, al entrar en relaci¨®n con las ciencias, pueden, por as¨ª decirlo, humanizarlas. El conocimiento acerca de plantas y animales, y en general de la naturaleza, enriquece a los seres humanos no s¨®lo en un sentido utilitario, sino tambi¨¦n cultural y aun espiritual. Recordar¨¦ aqu¨ª lo expresado por Immanuel Kant a prop¨®sito de las realidades inanimadas que son las estrellas. Dec¨ªa ¨¦l que nada le produc¨ªa mayor contento que la paz de la conciencia y la contemplaci¨®n del cielo cuajado de estrellas.
Las humanidades, no siendo rentables, revelan el sentido humano de cuanto concierne a hombres y mujeres en sus vidas. Pondr¨¦ un ejemplo tomado de un antiguo texto escrito originalmente en n¨¢huatl, la lengua de los aztecas o mexicas. Conlleva ¨¦l una apreciaci¨®n de algo que existe en la naturaleza. Describe lo que puede significar para los humanos la contemplaci¨®n de grandes ¨¢rboles, frondosos y lozanos, digamos que cedros, robles o encinos. El texto en lengua ind¨ªgena expresa: "Los cedros son muy bellos, relucen y dan sombra. A su lado hay frescor, bajo ellos hay vida y descanso. Son para nosotros como una madre y un padre" (C¨®dice florentino, libro 11, folio 112).
En abierto contraste con esta forma de concebir a los cedros, se halla la actitud de quien los contempla desde una perspectiva rentable. Es ella la del maderero que, al verlos, piensa en su valor econ¨®mico y calcula cu¨¢ntos metros c¨²bicos de madera puede obtener de los mismos con la correspondiente ganancia econ¨®mica. ?Es esta comparaci¨®n una simpleza? O es enunciar de alg¨²n modo la diferencia que hay entre pensar y sentir la realidad confiri¨¦ndole un significado humano o fijarse en ella para detectar lo que tiene de rentable.
Reflexionemos un poco siquiera sobre lo que pueden significar las humanidades en nuestras vidas. ?Es igual viajar conociendo al menos un poco de la historia del lugar que se visita, que acercarse a ¨¦l sin tener noticias de lo que se contempla? Y, para los que gobiernan, ?importa o no que est¨¦n enterados de lo que ha sido el pasado de las gentes a las que rigen? ?Qu¨¦ es la historia del arte sino una serie de acercamientos a las mejores creaciones logradas por la humanidad a trav¨¦s de los tiempos? Gustar de la literatura, por ejemplo, es dar vida en nosotros mismos a lo que otros pensaron, vivieron y confiaron a la escritura. Incontables son los caminos de acercamiento a lo m¨¢s hondo de la sabidur¨ªa, abiertos a trav¨¦s de las obras de fil¨®sofos, historiadores, antrop¨®logos, literatos y juristas.
Los m¨¢s grandes ideales que han concebido hombres y mujeres a lo largo de los siglos hunden sus ra¨ªces en el pensamiento humanista. As¨ª las que llamamos obras cl¨¢sicas, por su perdurable significado, hablan de la libertad como supremo valor. Y otro tanto puede afirmarse respecto de cuanto da cimiento a la dignidad humana: el respeto a los derechos ajenos; la concepci¨®n del poder como emanada del pueblo y, en consecuencia, los principios en que se fundan la democracia y el orden jur¨ªdico. Todo esto, sin lo cual la vida social, pol¨ªtica y econ¨®mica, se convertir¨ªa en un caos, deriva en ¨²ltima instancia del gran conjunto de creaciones que integran las humanidades.
Pero ahora bien, o mejor dicho, ahora mal, hay en nuestro presente quienes se empe?an en cerrar caminos que llevan nada menos que a disfrutar en plenitud cuanto puede enriquecer lo m¨¢s noble del ser humano. Quienes as¨ª act¨²an nos dicen que las humanidades son ya obsoletas y acercarse a ellas es p¨¦rdida de tiempo. No siendo rentables, el tiempo que se dedica a ellas es in¨²til despilfarro. Lo que en verdad importa, nos dicen, es capacitarse para obtener un trabajo productivo, de esos que te permitan medrar, bien sea en los negocios y hasta, ?por qu¨¦ no?, en la pol¨ªtica.
Esta actitud no es del todo nueva. Ya se ha manifestado antes como nos lo muestra precisamente una rama de las humanidades, la historia. S¨®lo que ahora, como una consecuencia de los rampantes procesos de una agobiante globalizaci¨®n cultural y econ¨®mica, que se tornan omnipresentes a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n, se nos induce a todos a alejarnos de pamplinas, que as¨ª se califica a veces a las humanidades. Habr¨¢ que dedicarse, en cambio, a esa capacitaci¨®n que redundar¨¢ en provecho econ¨®mico y ser¨¢ puerta abierta para entrar de lleno en la sociedad del consumo. En su propio tiempo San Agust¨ªn describi¨® una parecida atracci¨®n como fascinatio nugacitatis, fascinaci¨®n de una nuez vana.
La acometida en contra delas humanidades, como consecuencia tambi¨¦n de la globalizaci¨®n cultural, adem¨¢s de tender a clonar en la mediocridad a los humanos, que ser¨¢n as¨ª m¨¢s f¨¢cilmente manejables, aparece en m¨²ltiples lugares del mundo. Para dar dos ejemplos, recordar¨¦ que ha resurgido recientemente en Espa?a y en M¨¦xico. Si en la primera se busca eliminar en la educaci¨®n superior ramas del saber como la historia del arte, la filolog¨ªa y la filosof¨ªa, en el caso de M¨¦xico el golpe trata de asestarse desde antes, en el ciclo de ense?anza media. Entre otras cosas se pretende la supresi¨®n o disminuci¨®n del estudio de la historia. Y podr¨ªan aducirse los casos de otros pa¨ªses en los que algo parecido est¨¢ ocurriendo.
?Qu¨¦ se busca con ello? ?Decapitar culturalmente a la juventud? ?No interesa ya formar realmente a los seres humanos? Pienso que el tema es de tal magnitud que debe preocupar a cuantos, gracias precisamente a las humanidades, nos sentimos y queremos ser de verdad humanos.
Miguel Le¨®n-Portilla es antrop¨®logo e historiador mexicano, y autor, entre otros libros, de Am¨¦rica Latina, m¨²ltiples culturas, pluralidad de lenguas, y de Bernardino de Sahag¨²n, pionero de la antropolog¨ªa.
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