T¨®picos
Unos periodistas extranjeros, enviados a Espa?a para hacer un reportaje sobre lo que en su pa¨ªs juzgan el tema del d¨ªa, me preguntan que qu¨¦ opino de la legislaci¨®n sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, la adopci¨®n, los obispos, etc¨¦tera, etc¨¦tera. Les digo que veo bien la cosa; que, a mi juicio, s¨®lo se trata de adaptar la legislaci¨®n a la realidad social y viceversa, y que la cuesti¨®n no da para m¨¢s. La respuesta les parece insuficiente. ?C¨®mo es posible que una sociedad machista, religiosa y ultraconservadora como la espa?ola pueda aceptar e incluso respaldar una medida tan radical? Bueno, en primer lugar, porque en el pasado la homosexualidad siempre ha gozado en Espa?a de cierta tolerancia, relativa, pero mayor que en muchos pa¨ªses m¨¢s liberales en otros terrenos. En t¨¦rminos generales, aqu¨ª el homosexual no era un r¨¦probo ni mucho menos un criminal. En segundo lugar, y esto es lo que importa a efectos del reportaje, el problema est¨¢ en que ellos est¨¢n pensando en una Espa?a anacr¨®nica, la del rosario y la peineta o, como son cultos, en la Espa?a de Bu?uel y Garc¨ªa Lorca. No incurrir¨ªan en este error si leyeran las novelas que se escriben y vieran las pel¨ªculas o las series de televisi¨®n que se hacen actualmente en Espa?a, o si practicaran el turismo de borrachera, como sus compatriotas menos educados pero m¨¢s al loro. Por supuesto, sobrevive la carcunda, pero act¨²a sobre una sociedad nueva y, por consiguiente, en otros campos y bajo otras formas.
Todo esto, claro est¨¢, lo digo en un tono did¨¢ctico, con m¨¢s comprensi¨®n que censura, porque precisamente estos d¨ªas yo mismo me hago cruces cuando veo que la mayor¨ªa de los gallegos ha votado de nuevo a Fraga, vestigio viviente de la Espa?a cuya desaparici¨®n estoy anunciando con m¨¢s aplomo que acierto.
No se puede estar en todo ni asimilar informaci¨®n fresca, suficiente y fidedigna sobre cualquier tema, as¨ª que unos y otros vivimos de medias verdades, de suposiciones y de an¨¦cdotas, propias o prestadas, que elevamos a categor¨ªa universal. T¨®picos vulgares o t¨®picos de biblioteca, pero t¨®picos al fin y al cabo.
Y as¨ª, por pura ignorancia, yo creo que todo ha cambiado. Y ellos, que todo sigue igual que cuando do?a Concha cantaba "Yo soy ¨¦sa".
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