El p¨¢nico del p¨¢nico
FUE UNA cuesti¨®n de zapping, una treta algo bellaca, una broma de Halloween y una obra maestra. La CBS y el Mercury Theatre de Orson Welles no pod¨ªan competir con la inalcanzable simpat¨ªa del ventr¨ªlocuo Edgar Bergen y su mu?eco Charlie McCarthy, las estrellas de una emisora rival en su misma franja horaria. La ¨²nica opci¨®n era que el radioyente se quedase enganchado al mover el dial si no era de su gusto el cantante que sol¨ªa invitar el delicioso mu?eco. De ah¨ª surgi¨® la idea de adaptar La guerra de los mundos como una falsa interrupci¨®n informativa. Lo curioso del asunto, y algo que se suele olvidar, es que la adaptaci¨®n resulta fidel¨ªsima al esp¨ªritu del original. Ah¨ª est¨¢n la torpe confusi¨®n de los medios y lo impensable, pero probable, de una invasi¨®n en los alrededores de una metr¨®polis; y hasta se recoge lo que el original brinda en bandeja: la que ser¨ªa obligada aria de Orson en forma de mon¨®logo desolado. Antes de burlarse del p¨¢nico que caus¨® esa emisi¨®n de la noche del 30 de octubre de 1938 por una falta de, dig¨¢moslo as¨ª, astucia medi¨¢tica, me gustar¨ªa que el lector recordara la expresi¨®n exacta de su rostro cada vez que, meses despu¨¦s del 23-F, Televisi¨®n Espa?ola interrump¨ªa su emisi¨®n con un Avance informativo. Cuando se emiti¨® la controvertida versi¨®n de La guerra de los mundos, el uso pol¨ªtico de la radio era tan extremo como su fiabilidad en cuanto a transmisor de noticias urgentes. S¨®lo seis meses antes, una interrupci¨®n general hab¨ªa anunciado en todas las emisoras americanas la anexi¨®n de Austria por parte de los alemanes. Cuando la ocasi¨®n lo requer¨ªa, el presidente Roosevelt sosegaba a sus compatriotas con un calmo discurso. El hecho cierto es que esa noche el poder de la radio fue burlado y algo se quebr¨® en los reinos de la propaganda y el simulacro. El resto es historia del p¨¢nico.
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