Escuela de calor
S¨¦ que escribir sobre el calor puede parecer un recurso f¨¢cil, pero es una cuesti¨®n que tiene derivaciones sociales, energ¨¦ticas, medioambientales y psicol¨®gicas. Si el periodismo debe estar atento a lo que preocupa a la gente, el calor es noticia. En Italia y en Francia ya se han hecho p¨²blicos los primeros fallecimientos a causa de la can¨ªcula y aqu¨ª hemos sabido que el pasado viernes muri¨® un alba?il en Matar¨® de un golpe de calor. La autoridad sanitaria tambi¨¦n ha enviado una carta a nuestros ancianos en la que los previenen en los siguientes t¨¦rminos: "El calor excesivo y mantenido comporta un aumento de la mortalidad, especialmente en la gente mayor y las personas que padecen enfermedades cr¨®nicas intercurrentes". Para compensar este aviso sombr¨ªo, se adjunta una lista de consejos. Beber agua con frecuencia aunque no se tenga sed. Evitar las comidas calientes. Evitar el esfuerzo f¨ªsico. Refrescarse con duchas y crema hidratante. Evitar las salidas al mediod¨ªa, procurar andar por la sombra y utilizar sombreros y parasoles. Utilizar ropa ligera, de colores claros y que no sea ajustada. Ventilar las casas adecuadamente. Y mi preferido: evitar el sol.
Quien no pertenezca a este segmento de la poblaci¨®n y desee refrescarse sin atentar contra el entorno deber¨¢ tener en cuenta varios factores. No puede abusar del agua para refrescarse porque hay sequ¨ªa. El aire acondicionado es un recurso que, a juzgar por lo que dicen las autoridades, es m¨¢s decorativo que pr¨¢ctico, ya que resulta dif¨ªcil conectarlo sin sentirse culpable. Queda la calle, donde estos d¨ªas ha hecho casi tanto calor como dentro de un horno. Refugiarse en lugares p¨²blicos provistos de potentes aires acondicionados tampoco vale: nos hace c¨®mplices de un despilfarro ajeno y nos degrada como personas ecoconcienciadas. Adem¨¢s, quiz¨¢ superaremos el calor pero caeremos en la tentaci¨®n de los grandes almacenes, barridos por vendavales de rebajas y fr¨ªo artificial. Hay recursos m¨¢s baratos. Un conocido ex entrenador de f¨²tbol sol¨ªa decir que el calor y el fr¨ªo son fen¨®menos mentales, con lo cual se ahorraba inversiones en abrigos y sistemas de refrigeraci¨®n.
Dando un paseo por la ciudad, observo que el sistema del entrenador est¨¢ bastante extendido. El p¨²blico que acudi¨® al estreno del Grec, por ejemplo, fing¨ªa no estar sudando, al igual que fing¨ªa no percatarse de lo ruidoso que es ese supuesto marco incomparable, pozo de pegajosas humedades que te disparan las ganas de zamparte un gelato al limone como el que inmortaliz¨® Paolo Conte. De vez en cuando, caen enormes gotas y no sabes si es la primera de un repentino chaparr¨®n, la meada de algunos de los muchos gatos que corren por all¨ª, una furtiva l¨¢grima o una gota de sudor propio o ajeno. Quedan, por suerte, algunos secretos oasis que ayudan a soportar la can¨ªcula. Hay que buscarlos en parques, t¨²neles e incluso en iglesias donde algunos falsos creyentes pasan la tarde en busca de una sombra espiritualmente reparadora. Y cuando consigues encontrar un rinc¨®n en el que, sin cometer ning¨²n pecado medioambiental, logras respirar, tienes que compartirlo con otros adictos a la sombra. El martes me encontr¨¦ a un editor totalmente empapado. Le pregunt¨¦ qu¨¦ le ocurr¨ªa y me dijo que no sudaba por el calor sino por la crisis del sector, que le provocaba un permanente sudor frio. Por lo visto, acababa de enterarse de que el negocio est¨¢ fatal. Ni siquiera se venden los libros que aparecen en las listas de libros m¨¢s vendidos, me dijo. "?Notas el calor?", le pregunt¨¦. "No", respondi¨®. De lo que se deduce que una buena manera de soportar estas temperaturas es tener problemas m¨¢s graves.
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