Un hombre de otro planeta
Armstrong pone la primera piedra de su s¨¦ptimo Tour al doblar a Ullrich en una contrarreloj vertiginosa ganada por Zabriskie
Estaba Ivan Basso, hermoso, sensible, derrotado, desgranando una lista: "Botero, Vinok¨²rov, Ullrich, Mayo... ?C¨®mo ha quedado Mayo?..." Estaba buscando un consuelo, d¨®nde agarrarse: "Tengo que comparar mi tiempo con el de otros que luchar¨¢n por la clasificaci¨®n general", dec¨ªa; "en ese sentido, estoy contento".
Dijo muchos nombres. No cit¨® a Lance Armstrong.
"?Qu¨¦ pasa?", le pregunt¨® un bruto; "?es Armstrong de otro planeta?".
Basso, sonriente, amable, empez¨® a pedalear despacio hacia su autob¨²s. "Ya veremos, ya veremos", repet¨ªa, evasivo; "ya veremos".
"Es de otro planeta, s¨ª o no?, insisti¨® el bruto, ahora impaciente.
Acosado, Basso mir¨® a los ojos al interrogador y, por fin, concedi¨®: "S¨ª, Armstrong es de otro planeta".
S¨®lo hicieron falta 19 kil¨®metros del Tour de 2005 para que Basso, quiz¨¢ el ciclista con m¨¢s posibilidades de rivalizar con Armstrong por el triunfo final, llegara a tan desalentadora conclusi¨®n; 19 kil¨®metros que son m¨¢s que un pr¨®logo y menos que una contrarreloj t¨ªpica, recorridos a velocidad r¨¦cord por la llanura del Oeste franc¨¦s, junto al Atl¨¢ntico, viento de espaldas; 19 kil¨®metros en los que Armstrong encontr¨® tiempo para doblar a Jan Ullrich, el alem¨¢n tremendo, un mazacote cuadrado, hinchado, casi amorfo, partido un minuto antes, pero no para ganar la etapa, que por dos segundos fue cosa de otro norteamericano, David Zabriskie, especialista de Salt Lake City, compa?ero de equipo de Basso, ex compa?ero de Armstrong. Entre los dos y el pelot¨®n, un oc¨¦ano.
Armstrong puso con grave solidez la primera piedra de su s¨¦ptimo Tour o, como dijo Laurent Jalabert, m¨¢s torero, comentando la jugada en televisi¨®n: "Clav¨® la primera banderilla a la competencia". Pero, sorprendentemente, no gan¨® la contrarreloj m¨¢s r¨¢pida de la historia del Tour -Zabriskie se marc¨® una media de 54,676 kil¨®metros por hora y borr¨® de la lista una marca m¨ªtica: los 54,540-, ni, por lo tanto, consigui¨® el maillot amarillo. Dos logros que, quiz¨¢, se le escaparon por culpa de un pedal resbaladizo.
"S¨ª, creo que s¨ª. Creo que all¨ª se nos fue la victoria de etapa", concedi¨® Johan Bruyneel, el director del Discovery, el belga tranquilo que sigue a Armstrong manejando el coche, susurr¨¢ndole por el pinganillo tiempos, referencias, sensaciones...
Fue un incidente m¨ªnimo. Le ocurri¨® a Armstrong nada m¨¢s descender la rampa de lanzamiento, empujado por los pulgares elevados y la sonrisa radiante con que su Sheryl Crow le dio los ¨²ltimos ¨¢nimos desde la barrera. Fogoso sali¨® Armstrong y, a la cuarta pedalada, ?zas!, el pie derecho, tan fuertemente apoyado sobre el pedal, sali¨® disparado hacia atr¨¢s. Rumor de sillas removidas en la sala de prensa. ?Presagio? ?Se?al divina? No hubo periodista que inmediatamente no diese con su titular: algo as¨ª como "Armstrong parte con mal pie a la conquista del s¨¦ptimo" o peor. Pero... no, no era eso. Inmediatamente, Armstrong recuper¨® el pulso, hinc¨® otra vez la hendidura de su cala en la cu?a del pedal e, inmutable, puso en marcha el molinillo. A 110 pedaladas por minuto, recorri¨® rectas infinitas trazadas entre campos de ostras, salinas artesanales, campos de patatas de las marismas saladas, entre miles de aficionados que convirtieron los apacibles lugares en improvisado sal¨®n de la caravana. Y, a su frente, en su punto de mira, un punto magenta, el pobre Ullrich.
Faltaban cuatro kil¨®metros. El plano a¨¦reo de la televisi¨®n ofrec¨ªa una visi¨®n terror¨ªfica, la caza del zorro por lo menos. Ullrich, solo, delante. Detr¨¢s, a 50, 30, 20 metros, Armstrong. Y, pegados a su espalda, como una jaur¨ªa, no menos de 12 motos de fot¨®grafos y c¨¢maras, dos o tres coches tambi¨¦n. Y en el suyo, con el coraz¨®n al borde de los labios, pero intentando hablar tranquilo, Bruyneel. Susurraba: "Tranquilo Lance; no te aceleres, no sprintes, no cambies el ritmo. Lo tienes ah¨ª. Lo vas a doblar, seguro. Calma, es tuyo".
"He vivido esos momentos gloriosos antes", explic¨® Bruyneel luego con una sonrisa; "y s¨¦ lo que se siente. Y sab¨ªa que ten¨ªa que decirle eso a Lance, que ten¨ªa que doblarle a la perfecci¨®n".
A Xabier Zandio, de Pamplona, que corre en el Illes Balears, le dobl¨® Zabriskie. "Fue como si yo fuera en un 600 y ¨¦l en un Ferrari", contaba. No muy lejana a esa descripci¨®n debi¨® de ser la sensaci¨®n padecida por Ullrich, quien, cuando le pas¨® Armstrong, gir¨® la cabeza dolorosamente ante el hombre de otro planeta.
El mejor espa?ol fue Igor Gonz¨¢lez de Galdeano, d¨¦cimo, a 1m 6s de Zabriskie. El ¨²ltimo, Mayo, 175?, a 3m 15s.
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