De la mentira y su eco
La gran impostura, el libro de Thierry Meyssan subtitulado Ning¨²n avi¨®n se estrell¨® contra el Pent¨¢gono, fue publicado hace tres a?os en Espa?a por La Esfera de los Libros. Su tesis es conocida: el 11-S fue un complot de los servicios secretos norteamericanos destinado a instalar una dictadura en Am¨¦rica y en el mundo. Entre los rasgos del complot destacaba la evidencia del subt¨ªtulo, probada (?vaya si probada!) por Meyssan. El libro fue un ¨¦xito editorial en Francia: se vendieron varios centenares de miles de libros. Fue un ¨¦xito en Espa?a: decenas de miles. Y fue un ¨¦xito en el mundo: traducido a 20 lenguas y publicado en 50 pa¨ªses. Despu¨¦s del libro Meyssan se ha convertido en una figura de referencia en el mundo ¨¢rabe y su web (el r¨¦seau Voltaire) en uno de los ¨¢mbitos clave del discurso pol¨ªtico antiglobalizador.
Las mentiras se propagan con facilidad, pero sus correcciones, aunque m¨²ltiples, tienen, sin embargo, un radio limitado
El libro es pura basura, naturalmente. Perfectamente comparable en su cr¨¦dito y en la sofisticaci¨®n de sus argumentos con una de las fuentes pr¨ªstinas de la literatura complotista de todos los tiempos, los muy da?inos Protocolos de Si¨®n. Sobre los Protocolos, que han cumplido 100 a?os, acaba de publicarse en Espa?a, por cierto, un libro fascinante (?y qu¨¦ dir¨ªa de ¨¦l de haber estado bien escrito!), La mentira que no ha querido morir, de la juez Hadassa Ben-Itto. Volviendo a Meyssan. Dado el car¨¢cter de sus argumentaciones las respuestas no tardaron en aparecer. Tal vez la primera fuese la de Guillaume Dasqui¨¦ y Jean Guisnel, que en L'effroyable mensonge (2002) desmontaban con una facilidad p¨¢rvula todas las mal¨¦volas y rentables estupideces de Meyssan. Posteriormente, Daniel Schneidermann, en un cap¨ªtulo de Le cauchemar m¨¦diatique (2003), se dedicaba a analizar con su habitual competencia c¨®mo la f¨¢bula hab¨ªa logrado romper las barreras de los medios tradicionales, a partir de su inclusi¨®n en el influyente programa de Thierry Ardisson en France 2. Por ¨²ltimo, hace tres meses ha aparecido el libro definitivo, escrito por Fiammeta Venner, vieja compa?era de luchas (y f¨¢bulas) de Thierry Meyssan. El libro se llama L'effroyable imposteur y supone mucho m¨¢s que la implacable deconstrucci¨®n de un hombre. Escribe Venner sobre sus objetivos: "El ¨¦xito del libro no es m¨¢s que un s¨ªntoma. El de una ¨¦poca en la que la desconfianza respecto a la prensa tradicional y sus carencias ha permitido abrir una brecha que hoy colma la tentaci¨®n conspiranoica. Este es el objetivo verdadero de este libro: escribir, a partir de una impostura individual, la cr¨®nica de una quiebra colectiva".
En la quiebra colectiva percibida por Venner se juntan muchas quiebras. Por ejemplo, la de una izquierda que ha entendido sus fracasos como un fracaso de la raz¨®n y que se ha entregado terap¨¦uticamente a la superstici¨®n y el mito. O bien la quiebra posmoderna que convierte los hechos en textos. E incluso, esa funesta ¨¦tica del tacticismo y el mal menor que acompa?a tantas veces las acciones de los buenos (especialmente de las bondadosas minor¨ªas pol¨ªticas, culturales y sexuales) y que se advierte con tan dram¨¢tica tristeza en el relato de la se?ora Venner: hac¨ªa muchos a?os que ella sospechaba de Meyssan y de sus m¨¦todos de trabajo: pero siempre call¨® por el temor a que desprestigiarlo socavase los nobles objetivos finales por los que ambos luchaban. Desde este punto de vista el libro tiene un inter¨¦s cat¨¢rquico que supera el de otras imposturas, incluso tr¨¢gicas, como la de Jean-Claude Romand descrita en El adversario, de Emmanuel Carr¨¦re; o la dom¨¦stica, y tal vez a¨²n pendiente de un examen final, de Tierno Galv¨¢n, descrita en el interesant¨ªsimo libro de C¨¦sar Alonso de los R¨ªos. Hay agudezas muy notables en el relato de Venner, que llaman a aplicarlas en ¨¢mbitos muy diversos. Por ejemplo, ese concepto de "verdad transitoria", en construcci¨®n, provisional, que tanto usa Meyssan y que tanto place a la vacua elegancia relativista. Una de las escapatorias del impostor es, sin duda, la de proponer, con franciscana humildad, que sus conclusiones respecto a lo que de verdad ocurri¨® el 11 de septiembre forman parte, en cualquier caso, de una verdad provisional. As¨ª, sin cortarse un pelo, puede pasar de proponer, primero, que fue un cami¨®n el que se inscrust¨® explosivamente sobre la fachada del Pent¨¢gono a concluir (por ahora definitivamente) en un libro posterior que, en realidad, se trat¨® de un misil. Esa verdad tan chispeante y democr¨¢tica, tan en tr¨¢nsito, se ofrece como alternativa a la herc¨²lea, desaprensiva y absoluta (esta palabra les gusta repetirla mucho a los peque?uelos) verdad de George W. Bush y el Gobierno norteamericano cuando afirman (?desp¨®ticos!) que un avi¨®n se estrell¨® contra el Pent¨¢gono.
Puestos en la vara de medir de Google L'effroyable imposture y L'effroyable imposteur, los resultados no son del todo desalentadores. Hay 6.620 googles para el primero y 4.600 para el segundo. No son desalentadores... en Francia. Porque las referencias espa?olas contra Meyssan son nulas: ni Dasqui¨¦ o Guisnel, ni Schneidermann, ni la magn¨ªfica se?ora Venner aparecen citados. Y las b¨²squedas espa?olas, que incluyen Suram¨¦rica, pueden ser el s¨ªmbolo n¨ªtido de lo que ocurre en otros lugares de la periferia. Las mentiras se propagan con facilidad effroyable, pero sus correcciones, aunque m¨²ltiples y desactivadoras en el centro del se¨ªsmo, tienen, sin embargo, un radio limitado. Lo que resulta una ampliaci¨®n no desde?able de la teor¨ªa period¨ªstica del kil¨®metro sentimental. Si un muerto es m¨¢s muerto cerca que lejos, una mentira es m¨¢s mentira cuanto m¨¢s lejos.
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