Disculpadme, pero voy a hablar de f¨²tbol
"Yo no soy del Benfica, soy del Nen¨¦"
Jos¨¦ Cardoso Pires, mil veces, conversando
Creo que ha dejado de gustarme el f¨²tbol porque ya no hay jugadores que me hagan feliz. Ahora, como dicen los entrenadores, todo es cuesti¨®n de profesionalismo, trabajo y paciencia: se acabaron la improvisaci¨®n, la fantas¨ªa, lo inesperado, se acab¨® mi equipo, Costa Pereira, M¨¢rio Jo?o, Germano, ?ngelo, Cavem, Cruz, Jos¨¦ Augusto, Eus¨¦bio, ?guas, Coluna y Sim?es, para quienes el juego no era trabajo ni paciencia, era alegr¨ªa y alma, era el Benfica. El f¨²tbol ha perdido el humor, la poes¨ªa, el placer. Sim?es volv¨ªa atr¨¢s para regatear otra vez. Germano y ?guas pose¨ªan una elegancia irrepetible. ?ngelo, como el poeta Maiakovski, s¨®lo ten¨ªa coraz¨®n. Coluna fue, por s¨ª solo, todo un equipo: no jugaba al f¨²tbol, creaba el f¨²tbol, en el que introdujo el poder de la inteligencia y descubri¨® lo que no existe: la perfecci¨®n. Se cuenta que un entrenador
El sentido com¨²n, en el deporte, no me interesa: s¨®lo me interesa que me dejen con la boca abierta
(a¨²n no los llamaban t¨¦cnicos)
dec¨ªa, antes de que entrase el equipo, t¨² haces esto, t¨² aquello, t¨² haces eso otro, y despu¨¦s, a Coluna
-T¨² haz lo que quieras
y Coluna hac¨ªa, en realidad, lo que quer¨ªa: sacaba a todo un equipo derecho a ganar. Otto Gl¨®ria, que sab¨ªa de f¨²tbol, afirm¨® en m¨¢s de una ocasi¨®n que nunca hab¨ªa encontrado a nadie como Coluna. Si Coluna volviese al Benfica, yo volver¨ªa al estadio porque, con Coluna en el campo, se acabar¨ªan los jugadores bur¨®cratas, subordinados, escribiendo memorandos, copiando minutas, distribuyendo circulares. Lo que veo ahora, en los raros momentos en que enciendo el televisor, son subordinados. Escrupulosos, obedientes, aburridos. Una especie de perfecci¨®n negativa. Una monoton¨ªa oficinesca. Paulo Mendes Campos, poeta brasile?o a quien le tengo mucho afecto, escribe que Ari Barroso, el gran comentarista, se hac¨ªa eco del estilo de Garrincha. Le doy la palabra: "Ari transmit¨ªa en la tele un partido del Botafogo y dec¨ªa pausadamente: Garrincha con la pelota. Va a regatear. Claro. Va a regatear de nuevo. Va a perder la pelota. Atenci¨®n, una floritura por aqu¨ª, otra por all¨¢. Garrincha se la pasa al adversario. Eso no es posible. ?Lo veis? Garrincha va a regatear de nuevo. Va a perder. ?Por qu¨¦ no centr¨® enseguida? Claro que va a perder. Gol de Garrincha". Y a?ade: "la ¨²ltima fue seca y malhumorada: tambi¨¦n a Ari le hicieron un regate en la tribuna". Es justamente eso lo que le pido al f¨²tbol: la improvisaci¨®n, lo inesperado, la falta de l¨®gica, la locura, el genio. Que me hagan regates. Que me enardezcan. Que me sorprendan. Claro que siguen naciendo jugadores as¨ª: s¨®lo que los t¨¦cnicos, la direcci¨®n, los agentes, los transforman en robots previsibles. El ¨²nico jugador imprevisible que he visto ¨²ltimamente se llama Ronaldinho y juega en el Barcelona. Entre los portugueses no encuentro ni uno solo: Figo, que parece ser
(as¨ª dicen)
lo mejor que hay aqu¨ª, no pasa de un correcto amanuense. Cumplidor. Y a m¨ª no me gustan los jugadores cumplidores. No me asombra, no hace milagros: ejecuta. Es un profesional serio. Y, Dios m¨ªo, estoy cansado de los profesionales serios. Lo que quiero es que inventen en el campo lo que Felipe II le pidi¨® al arquitecto del Escorial: "Hagamos lo que sea para que el mundo pueda decir de nosotros que est¨¢bamos locos". El sentido com¨²n, en el deporte, no me interesa un pimiento: s¨®lo me interesa que me dejen con la boca abierta, que me apasionen, que deliren: "una floritura por aqu¨ª, otra por all¨¢. Claro que va a perder. Gol de Garrincha". Pero ?c¨®mo, si ahora el h¨¦roe es un t¨¦cnico? Pero ?c¨®mo, si las virtudes son el trabajo y la paciencia? De modo que no me encaja. Me agobia. ?Y los t¨¦rminos? "L¨ªneas de pase", "presi¨®n alta", "armar el equipo". La improvisaci¨®n truncada, las "jugadas de laboratorio". Voy a un estadio a perder la cabeza, no a mirar por el microscopio. Y, por tanto, ha dejado de gustarme el f¨²tbol: no me hace feliz. Quien me har¨ªa feliz ser¨ªa el entrenador de un equipo de provincias, hace muchos a?os: el equipo muy preparado, dispuesto a entrar en el campo, y ¨¦l que trazaba en la pizarra de los esquemas t¨¢cticos una cruz con tiza, enorme, de ¨¢ngulo a ¨¢ngulo, despu¨¦s de lo cual se volv¨ªa hacia los muchachos con un grito que hac¨ªa estremecer la cabina:
-No hay t¨¢cticas ni medias t¨¢cticas: lo que hay que hacer es marearlos.
As¨ª, pues, ¨¦sta es la ¨²nica clase de t¨¦cnicos que acepto:
-Lo que hay que hacer es marearlos.
Garrincha mareaba, Coluna mareaba, ?guas mareaba, Eus¨¦bio mareaba o Benfica mareaba. Los amanuenses no marean: repiten lo que el t¨¦cnico manda. No piensan: reproducen. No crean: copian. Pobre Benfica, pobre f¨²tbol, pobre de m¨ª. Cuando se acaben los t¨¦cnicos y regresen los euf¨®ricos que entran con pantalones cortos a por todas, sin trabajo ni paciencia ni presi¨®n alta ni l¨ªneas de pase, yo volver¨¦. Con bufanda, bandera y gorra, abrazando a desconocidos en las gradas, y regresar¨¦ a casa haciendo florituras porque yo tambi¨¦n ser¨¦ el que habr¨¢ metido el gol. Escribo goal como lo escribir¨ªa Paulo Mendes Campos. En su homenaje, por haber llamado a Didi cosa mental. En la ¨¦poca en que el guardameta era un solitario bajo tres estacas, y veinte locos me arrebataban. Dios ser¨ªa mi amigo y ya va siendo hora de mostrar que es mi amigo, si hiciese nacer a Coluna otra vez.
Traducci¨®n de Mario Merlino
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