Las sombras de Eros

Valeria Ciompi ha escrito una novela que son varias. En el bar insin¨²a el proyecto metaliterario. Hay un personaje que escribe una novela. Hay una novela que leen al un¨ªsono el lector y un personaje. Hay tambi¨¦n la insinuaci¨®n de un plagio, dada la posibilidad de la existencia de un texto anterior de baja entidad literaria pero sobre el cual se reescribe una parecida historia del presente. ?stas parecer¨ªan ser marcas inconfundibles de metaficci¨®n. Y sin embargo no lo es. Valeria Ciompi ha escrito una novela sobre el donjuanismo, sobre el adulterio y sobre esa dial¨¦ctica del deseo absoluto que es Eros y Tanatos. Hay tambi¨¦n la culpa, como no pod¨ªa ser de otra manera andando como anda entre sus p¨¢ginas la infidelidad. No dejaba de ser la estructura de la novela de Ciompi algo prohibitiva en manos menos duchas. Pero la autora y editora, nacida en Italia (1956), se las ingeni¨® con arte y sentido de la forma para sacar adelante una muy interesante novela y una no menos atractiva reflexi¨®n sobre la funci¨®n de la palabra y la composici¨®n narrativa para comprender. Comprender, as¨ª sin m¨¢s.

Un hombre (V¨ªctor), una mujer (Liliana, mujer de V¨ªctor), un hijo (Iv¨¢n, hijo de Liliana y V¨ªctor) y un autor (Octavio) construyen con sus fantasmas personales, con sus deudas y exigencias morales, con sus memorias inevitables una trama exigente pero a la vez transparente a la hora de detectar las m¨²ltiples fragilidades y desafectos de las criaturas que transitan por esta novela. Octavio enga?a la amistad de V¨ªctor acost¨¢ndose durante a?os con su mujer, Liliana. Aqu¨ª, en este dibujo, parecer¨ªa situarse el meollo argumental y moral de la novela. El met¨®dico adulterio, una especie de rara silueta de la felicidad inmediata, caiga quien caiga. Pero Octavio es tambi¨¦n el mujeriego compulsivo, el hombre que suma gestos sensuales sin la conciencia de ninguna herida. Pero la herida est¨¢. Surge cuando menos se la espera. Un hombre viene del pasado a informar a Octavio de su infelicidad, de la culpa que a ¨¦l le cupo en ese extra?o infierno de la posesi¨®n compartida.

En el bar, dije al principio, es una novela con varios motivos. Culpa, adulterio, abandono, desapego. Fisuras morales que conducen indefectiblemente al conocimiento del dolor. A un conocimiento cartesiano, casi dir¨ªa. No hay sanci¨®n. En todo caso, el castigo es la comprensi¨®n de lo que se ha cometido. El lector asiste a este rosario de irresponsabilidades como seguramente el lector del siglo XVIII franc¨¦s asist¨ªa a las mismas en las novelas epistolares m¨¢s relevantes. Valeria Ciompi ha escrito una muy buena novela. Con esa prosa algo heredera de la narraci¨®n objetivista. Explicitando la naturaleza metaliteraria de su novela, no porque lo sea voluntariamente sino porque los textos, como la memoria, tienen siempre ese rasgo de escritura de las debilidades humanas, de enfrentamiento con el error y la culpa. El v¨¦rtigo de la culpa, dir¨ªa. En el bar, el que escribe, como el que vive, no tiene m¨¢s remedio que plagiar. Siempre se escribe sobre lo que se escribi¨® antes y se vive con el peso de esa infinita rutina moral de no alcanzar jam¨¢s la felicidad o la bondad absolutas.