Sabe lat¨ªn
Este Barenboim sabe lat¨ªn. No s¨®lo es que sea un hombre inteligente y un gran m¨²sico -no crean, a veces no cuadran las dos cosas-, sino que, adem¨¢s, es lo que un castizo llamar¨ªa un t¨ªo listo, avispado, intuitivo. Lo demostr¨® el viernes, en el primero de los conciertos que marcan el cierre de esta edici¨®n del Festival de Granada, frente a un p¨²blico un poquito de ocasi¨®n -quiero decir, ido m¨¢s que nada a ver en carne mortal a un icono del ¨¦xito- que reaccion¨® con una frialdad perfectamente previsible frente a la versi¨®n -extraordinaria de veras, con un inolvidable Farben- que acababa de escuchar de las Cinco piezas para orquesta, op. 16 de Arnold Sch?nberg. Este cronista puede decir que no hab¨ªa visto en su vida -no estuvo en el estreno de La consagraci¨®n de la primavera- una reacci¨®n menos adecuada entre la calidad de lo ofrecido -que no era precisamente lo ¨²ltimo de Stockhausen, sino una obra estrenada por sir Henry Wood en los Proms de 1912- y la respuesta del respetable.
Staatskapelle Berlin
Daniel Barenboim, piano y director. Obras de Sch?nberg y Beethoven. Palacio de Carlos V. Granada, 8 de julio.
Y todav¨ªa quedaban las Variaciones para orquesta. "No quer¨ªamos caldo y nos van a dar dos tazas", o¨ª detr¨¢s de m¨ª. Pero ah¨ª sali¨® el Barenboim que se las sabe todas. Antes de empezar le cont¨® al p¨²blico que era la primera vez que la obra se daba en el Festival, que no era f¨¢cil y que le gustar¨ªa explicarla un poco. Dicho y hecho. Tema principal y variaciones una a una. A la cuarta exposici¨®n de aqu¨¦l la gente sonre¨ªa satisfecha pensando que ya no iba a perderse. "Lo malo es que ahora van a saber si la tocamos bien o mal", cerr¨® el maestro su lecci¨®n. Aplausos, arrobos y a escuchar. De nuevo una excepcional lectura sch?nbergiana, luciendo la Staatskapelle de Berl¨ªn un virtuosismo individual que no siempre parece su se?a de identidad frente a ese buen sonido de conjunto que le ha otorgado Barenboim en estos a?os.
El director, tras la estupenda te¨®rica, analiz¨® muy bien la pieza, desbroz¨® con absoluta claridad la senda intrincada que propone, siempre en esa orilla de la m¨²sica pura desde la que logr¨® su extraordinaria versi¨®n de las Cinco piezas. Ni expresionismo en un caso ni puro juego formal en el otro. Ausencia, plenamente justificada, de emoci¨®n alguna frente a la presencia de la realidad sonora, y que cada cual saque las conclusiones que pueda.
El Concierto n? 3 de Beethoven puso las cosas en el punto que deseaban muchos, pero tambi¨¦n en ese otro que muestra la diferencia -y esta vez tambi¨¦n para el int¨¦rprete- entre lo que hay que descubrir cada nueva vez y lo que se da por sabido. El inicio fue vacilante, inestable por parte de la orquesta y la entrada del solista pareci¨® dar a entender que el instrumento disponible en el palacio de Carlos V vivi¨® noches mejores.
El caso es que no acababa de encontrarse la amalgama necesaria, que iban a tener raz¨®n los que no acaban de ver claro eso de ser solista y director al mismo tiempo. Barenboim estaba muy bien en el teclado -excelente la cadencia del primer movimiento-, pero la versi¨®n iba siendo un poquito rutinaria, quiere decirse que perfectamente aceptable en muchos casos, pero no cuando los responsables atesoran semejante clase.
Mas he aqu¨ª que la cosa fue vini¨¦ndose arriba, el Largo exhibi¨® un lirismo de buena ley y, sobre todo, se acab¨® alcanzando en el Rond¨® esa energ¨ªa sin gangas, esa grandeza beethoveniana que Barenboim aprendi¨® de Furtw?ngler y de Klemperer -a m¨¢s de uno le vendr¨ªa a la memoria c¨®mo resolv¨ªa el adusto maestro la transici¨®n a la coda, v¨ªa timbal, en el Allegro con brio; en fin, batallitas-.
Ser¨ªa el esfuerzo tras el Sch?nberg, ser¨ªa ese piano tan regularcito, ser¨ªa lo que fuere, pero al final result¨® medio Beethoven por m¨¢s que digan eso de que bien est¨¢ lo que bien acaba. Muy bueno, pero medio. As¨ª es que el balance, para los que sab¨ªan lo que iban a escuchar, fue estupendo: dos y medio sobre tres. A los que acudieron al reclamo de la fama medi¨¢tica les sali¨® menos a cuenta: medio sobre tres. De donde se deduce que vale m¨¢s ir a o¨ªr m¨²sica que a ver m¨²sicos.
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