P¨¢jaros en East London
Por mucho que queramos resistir, contradecir la afirmaci¨®n de que el terrorismo nos puede y oponerle, en el mismo instante en que irrumpe, destellos de resistencia, de rebeld¨ªa, lo cierto es que nos puede. Nos obliga a parar lo que estamos haciendo o pensando; a posponer e incluso a descartar la normalidad cotidiana. Nos obliga a prestarle atenci¨®n, a entrar en su surco, en la estela de su obra infame. Entre otras razones porque crea un contexto o una escala en relaci¨®n con los cuales algunas reflexiones se vuelven min¨²sculas o disparatadas.
Dejo entonces el texto que estaba preparando para este domingo y pienso en Londres. En que Londres ha sido para m¨ª una ciudad faro; en que le debo muchos aprendizajes y descubrimientos. En Espa?a a¨²n viv¨ªamos encerrados en la cruel monocrom¨ªa de la dictadura, y aquellas escapadas a Londres eran a todo color. Significaban el primer contacto con una realidad aut¨¦nticamente cosmopolita. La primera experiencia de un mundo intelectual y sensualmente multicultural (llevarse por primera vez un curry a la boca es una fundaci¨®n; y la m¨ªa se produjo en un restaurantito de White Chapel). Y sobre todo esa ciudad nos ofrec¨ªa m¨²ltiples pruebas, innumerables ejemplos pr¨¢cticos de lo que significaba la libertad de expresi¨®n. Si tuviera que elegir una sola representaci¨®n de Londres me quedar¨ªa con el s¨ªmbolo del Speaker?s Corner en Hyde Park: un lugar donde cualquiera pod¨ªa decir lo que pensaba; un lugar para que siempre hubiera alguien diciendo, en voz alta, lo que pensaba.
Recortar la libertad es hacerle el juego a los liberticidas. Para combatirlos hay que blindarla de justicia
Pienso en Londres y en la libertad, precisamente hoy, porque el terrorismo encierra, adem¨¢s del evidente, otro peligro: el de hacer aparecer los derechos y libertades individuales como fragilidades de nuestro sistema frente a las amenazas violentas. Como si las garant¨ªas ciudadanas fueran la osteoporosis del esqueleto de las sociedades occidentales, el punto d¨¦bil por donde pueden partirse al primer ataque. Lo que conduce a la idea de que como mejor se combate al terrorismo -que es en s¨ª un radical atentado contra la libertad- es limitando la propia libertad desde dentro y de antemano. As¨ª vamos perdiendo parcelas de libertad a ojos vista; sin por ello ganar seguridad, o al menos, sin ganar seguridades contra el terrorismo, como desgraciadamente acabamos de comprobar. Y sin embargo, despu¨¦s de lo sucedido el jueves en Londres, lo ¨²nico seguro es que se van a reforzar los controles de entrada a cualquier parte; que vamos a tener que abrir m¨¢s veces los bolsos, y poner datos m¨¢s ¨ªntimos y dejar huellas m¨¢s indelebles en los papeles; y consentir someternos en pr¨¢cticamente cualquier lugar al implacable cacheo de los rayos X.
Pienso en lo sucedido el jueves y recuerdo estos versos del poeta londinense Stephen Watts, a quien tuvimos el privilegio de escuchar hace unas semanas en San Sebasti¨¢n: "Incluso el lenguaje se queda sin respuesta, incluso las palabras fallan -algunas duelen- cuando m¨¢s la necesitamos...". La libertad no puede doler ni fallar cuando m¨¢s la necesitamos. La libertad siempre ha tenido los mismos enemigos cuyas intenciones y m¨¦todos, expresos o insidiosos, conocemos por eso de sobra. Recortar la libertad es hacerle el juego a los liberticidas. Para combatirlos hay que reforzarla. Blindarla de justicia y de coherencia. El bienestar que queremos para Occidente tenemos que quererlo e intentarlo para todos los mundos. El valor de una vida humana no puede ser cuesti¨®n de geograf¨ªa. No se debe seguir amparando la impunidad financiera de muchas organizaciones terroristas s¨®lo porque para acabar con ella hay que desmantelar para¨ªsos fiscales que a otros tambi¨¦n benefician. Dice Stephen Watts en el mismo poema titulado Birds of East London: "Las multinacionales ponen nombres de animal a los coches; los gobiernos ponen nombre de p¨¢jaro a las bombas". Pero un p¨¢jaro no es una bomba aunque a veces coincidan en el mismo cielo. Un p¨¢jaro no puede ser nunca una bomba. Y la libertad est¨¢ del lado de los p¨¢jaros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.