Del papel a los juzgados
El conflicto sobre la protecci¨®n de fuentes est¨¢ salpicado por un gran embrollo pol¨ªtico
El caso Miller une la pol¨¦mica sobre la protecci¨®n de las fuentes a la divisi¨®n entre los medios implicados -la revista Time ha decidido colaborar con la justicia y The New York Times ha preferido la "desobediencia civil"- y al embrollo pol¨ªtico: si se confirma que la filtraci¨®n que est¨¢ en el origen del asunto procede del Gobierno -esto es lo que trata de determinar un Gran Jurado, la instancia que escucha testimonios y determina si hay materia para la acusaci¨®n- o se concluye que la fuente ha incurrido en prevaricaci¨®n la explosi¨®n pol¨ªtica remover¨¢ los cimientos de la Casa Blanca.
Todo empez¨® en julio de 2003. El d¨ªa 6, el ex embajador Joseph Wilson -que en febrero de 2002 hab¨ªa ido a N¨ªger para contrastar un supuesto intento iraqu¨ª de comprar uranio- denunci¨® en The New York Times (en un art¨ªculo titulado Lo que no encontr¨¦ en ?frica) que el Gobierno no tuvo en cuenta su informe en el que dec¨ªa que era "altamente dudosa" la informaci¨®n, y acusaba a la Casa Blanca de "exagerar la amenaza iraqu¨ª". El 14 de julio, Bob Novack escribi¨® una columna en la que dec¨ªa que la mujer de Wilson era una agente de la CIA -no especificaba que fuera secreta- a partir de la informaci¨®n de dos altas fuentes del Gobierno.
Los dos periodistas que rechazaron declarar fueron condenados hace un a?o por desacato
Otros periodistas, entre ellos Matthew Cooper, en Time, escribieron despu¨¦s sobre el asunto y dijeron haber recibido la misma informaci¨®n que Novack. Judith Miller hizo llamadas e investig¨®, pero nunca lleg¨® a publicar nada.
Revelar de manera consciente -y este ¨²ltimo punto no es un dato menor, seg¨²n la ley aprobada en 1972- la identidad de un agente secreto es un delito que se castiga hasta con 10 a?os de c¨¢rcel. Justicia y FBI abrieron sendas investigaciones.
Por parte de Justicia se encarg¨® un fiscal independiente, Patrick Fitzgerald, que cit¨® para declarar ante un Gran Jurado a cinco periodistas, porque consider¨® que sus testimonios eran fundamentales.
Nunca se supo si adem¨¢s de esos cinco (Walter Pincus y Glenn Kessler, de The Washington Post, y Tim Russert, de la NBC, adem¨¢s de Cooper y Miller) se cit¨® a Novack, y si Novack ha hablado, pero todo indica que ha llegado a un acuerdo con Fitzgerald. El columnista ha dicho que no hablar¨¢ "hasta que el caso no se haya resuelto".
Los dos periodistas que rechazaron declarar, Cooper y Miller, fueron condenados hace un a?o por desacato por el juez Thomas Hogan. Ambos recurrieron y buscaron amparo en la Primera Enmienda de la Constituci¨®n, que protege la libertad de prensa. En febrero, un Tribunal de Apelaciones consider¨® que la Primera Enmienda no exime a los periodistas de sus deberes ante un Gran Jurado. El recurso ante el Supremo no prosper¨®.
El 1 de julio, Time anunci¨® la entrega al Gran Jurado -en contra del criterio de su reportero, Matt Cooper- de documentos con informaci¨®n sobre el caso. El pasado mi¨¦rcoles, Cooper revel¨® que su fuente le hab¨ªa llamado para eximirle del compromiso de confidencialidad, con lo que iba a declarar.
Pero Judith Miller mantuvo su negativa: "Se?or¨ªa, no puedo romper mi palabra s¨®lo para no ir a la c¨¢rcel. Mi motivo es muy claro: la promesa de confidencialidad debe respetarse o el periodista perder¨¢ toda credibilidad y el p¨²blico, al final, sufrir¨¢ las consecuencias".
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