30 metros
A la ministra Trujillo le han llovido las cr¨ªticas desde que dio a conocer su plan de construcci¨®n de viviendas de treinta metros cuadrados. Una barbaridad. La cr¨ªtica, se entiende.
Voces sensatas nos han recordado que pisos de tales dimensiones son frecuentes en las grandes y no tan grandes urbes europeas. Y en las estadounidenses, sobre todo en Nueva York. Usted se pasea por Manhattan y si no est¨¢ en el ajo no sospecha que una gran cantidad de los grandes edificios de viviendas contienen studios, o sea, apartamentos de unos treinta metros. Sus habitantes suelen ser parejas en fase de prueba, hombres o mujeres a los que se les pas¨® el arroz, secretarias, aves de paso, corredores de bolsa que no est¨¢n en la ¨®rbita de Tom Wolfe, jubilados de clase media, estudiantes... Hablo con conocimiento de causa. Tanto, que tras largos a?os all¨ª, hoy habito un piso de 110 metros cuadrados aqu¨ª en Valencia, y tanto espacio me inspira recelo. Un vago malestar que no es miedo, sino m¨¢s bien la sensaci¨®n de p¨¦rdida de control de mi territorio ¨ªntimo. Estar en el dormitorio o en el despachito y no saber lo que pasa al otro extremo, donde est¨¢ el acceso a la vivienda, me produce cierta angustia, la de que en ninguna parte se siente uno menos due?o de su destino que en su propia casa. En cuanto a los habitantes adinerados que conoc¨ª, ninguno quer¨ªa trasladarse a una casa espaciosa y en propiedad en el extrarradio. No era cuesti¨®n de dinero, pues con el alquiler del minipiso pod¨ªan pagarse c¨®modamente los plazos de la vivienda en propiedad.
No ignoro que existen trabajos cient¨ªficos contrarios a la reducci¨®n del espacio. Al parecer, algunas investigaciones han demostrado que el hacinamiento produce aut¨¦nticas cat¨¢strofes. Conejos, ratas, ciervos, son testigos. Colocadas estas criaturas en un entorno ideal (comida y temperatura sobre todo) no resisten la excesiva compa?¨ªa. Las pautas de la reproducci¨®n y crianza se rompen. Las ratas macho abdican de su funci¨®n de guardi¨¢n del nicho y las hembras pasan ol¨ªmpicamente de sus reto?os. Surge la violencia y causa estragos.
Tales estudios son perfectamente objetables si de ellos se obtienen conclusiones aplicables a los seres humanos. Dos personas en un espacio de 30 metros, ?es hacinamiento? Hombre, depende. Si no se quieren, y mucho m¨¢s si se odian, por supuesto que hay hacinamiento. Pero el plan de la vivienda de la ministra Trujillo no empieza y termina ah¨ª. Los minipisos est¨¢n concebidos para estudiantes y parejas que quieren emanciparse, pero no tienen los medios para adquirir una vivienda permanente. Todos sabemos que tales parejas abundan y que la mayor¨ªa de ellas "van en serio". Entonces quieren verse y tocarse y comer juntos; y para lo que quiero yo a mi sacrist¨¢n, tanto lat¨ªn sabe como Cicer¨®n. Quiero decir, que les sobran metros. Se duchan juntos, duermen enchufados y ven la tele arremolinados. Y no porque el sof¨¢ y la cama no den m¨¢s de s¨ª.
Evidentemente, el espacio es tanto m¨¢s visible cuanto mejor dise?ado est¨¢ y cuantos menos cachivaches se le introduzcan. Uno abr¨ªa la puerta y a su derecha hab¨ªa un armario empotrado suficiente para la ropa de dos. A la izquierda, una cocina bastante holgada, y delante una sala con un juego de sof¨¢s, uno de ellos desplegable. Un sill¨®n y mesita para el caf¨¦. La pared izquierda se truncaba a la mitad y uno pod¨ªa aprovechar el espacio para colocar una estanter¨ªa con libros y la televisi¨®n. Se dejaba un trecho sin cubrir y por all¨ª se acced¨ªa a un amplio lecho. Enfrente, el ba?o con ducha, ba?era y otro armario empotrado. Todo eso cabe sin ahogos en 30 metros cuadrados.
No s¨¦ si la ministra habr¨¢ tenido en cuenta un inconveniente de los minipisos. Deben distribuirse de modo que el inquilino no est¨¦ rodeado de recintos de las mismas reducidas dimensiones. Los vecinos no van a renunciar a sus ruidos, sobre todo la m¨²sica, porque espacio para trasladarla a otro lugar, no tienen. Y siendo, las m¨¢s de las veces, transe¨²ntes sus ocupantes, les importa un bledo la incomodidad de alguien con quien no piensan establecer v¨ªnculos. Tal vez pueda hablarse de una especie de curioso hacinamiento. Uno insultaba y era insultado ferozmente, a gritos, por un vecino de minipiso al que nunca vio. Y fueron algunos a?os. En un edificio colmena nadie conoce a nadie, y si no hay horarios coincidentes, ni de vista.
Otra idea de la ministra, el fomento del alquiler, est¨¢ destinada al fracaso. La avenencia entre propietario e inquilino, suele distar mucho de ser la deseable, como sabe todo el mundo. Las leyes existen, pero no son expeditivas. En otras partes el asunto est¨¢ en manos de grandes inmobiliarias, impersonales como son y nada propensas a la piedad y la simpat¨ªa. Pero el problema mayor del alquiler es conocido por todos y no se le habr¨¢ escapado a la ministra: en este pa¨ªs la gente no quiere vivir alquilada, por mucho que la legislaci¨®n haga m¨¢s favorable esta salida. El cambio cultural habido en los ¨²ltimos tiempos no ha calado tan hondo. No nos ha hecho capitalistas de esp¨ªritu aventurero. Nuestra juventud es escasamente emprendedora, aunque cabe preguntarse si ello es debido, al menos en parte, a que los apoyos institucionales y financieros no son m¨ªnimamente bastantes para despertar el esp¨ªritu emprendedor. Adem¨¢s, el tiempo es demasiado convulso, la "edad de la incertidumbre" sacude incluso a la naci¨®n m¨¢s din¨¢mica. He le¨ªdo, en efecto, que los licenciados estadounidenses priman la oferta de trabajo que les ofrece mayor estabilidad. Lo que aqu¨ª llamamos empleo indefinido o fijo, aunque ambos t¨¦rminos no sean la misma cosa. En suma, la gente busca seguridad y m¨¢s en un pa¨ªs como ¨¦ste que la ha conocido poco y que ofrece una protecci¨®n social claramente inferior a la de nuestros vecinos, as¨ª algunos de ellos -Francia y Alemania- est¨¦n al borde de la quiebra. Si todo me va mal, se dicen mis paisanos, al menos me caer¨¦ muerto en mi piso, no en un banco o en el cauce del r¨ªo. El piso propio es, tambi¨¦n, una especie de carta de naturaleza entre nosotros. Quien no lo tiene es sospechoso de "inadaptaci¨®n".
Todo sumado y restado, la ministra Trujillo merece un voto de confianza, dado el caos gangsteril de la vivienda. Y adelante con los minipisos, no se encoja ante cr¨ªticas cerriles y partidistas, las del t¨² dices s¨ª, yo digo no y a la inversa.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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