El precio del fraude
La justicia estadounidense est¨¢ siendo diligente en el castigo de los esc¨¢ndalos que originaron la gran crisis financiera en empresas como Enron o WorldCom, que convulsionaron los mercados apenas hace tres a?os y obligaron a las autoridades econ¨®micas a modificar dr¨¢sticamente las normas contables nacionales e internacionales. Bernard Ebbers, ex consejero delegado y fundador de WorldCom, ha sido declarado culpable de nueve cargos por la trama contable que provoc¨® la quiebra de la compa?¨ªa de telecomunicaciones en julio de 2002, y condenado a 25 a?os de c¨¢rcel. Se trata del mayor castigo impuesto a una persona por fraude financiero, pero lo cierto es que resulta proporcional a la magnitud de la quiebra, un agujero de 11.000 millones de d¨®lares, que socav¨® la confianza de los accionistas en los directivos de las grandes compa?¨ªas estadounidenses y de paso arruin¨® la credibilidad de los reguladores de los mercados.
La sentencia revela n¨ªtidamente un aspecto que en otros mercados -en el espa?ol, por ejemplo- parece menos perfilado: la responsabilidad de las compa?¨ªas se atribuye y exige a rajatabla. Los abogados de Ebbers arguyeron que el acusado "era el patr¨®n del barco, pero no el responsable del fraude". Pero los cargos directivos no son figuras ret¨®ricas y los accionistas e inversores depositaron en Ebbers la confianza para conducir la empresa, dirigiera o no el fraude. La lecci¨®n de la sentencia es que la responsabilidad empresarial no debe difuminarse y es proporcional al da?o causado.
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