El moderno Dreyer

J. O.

Reforzar el contenido espiritual de una obra (de arte), ya sea ¨¦ste procedente del orden psicol¨®gico o de la m¨¢s pura est¨¦tica. He ah¨ª el (descomunal) objetivo que persegu¨ªa el cineasta dan¨¦s Karl Theodor Dreyer (1889-1968), un prop¨®sito que puede sonar a chino a la mayor¨ªa de los espectadores, e incluso a buena parte de los actuales directores de cine.

Gracias a una gratificante iniciativa, hoy llegan a las pantallas espa?olas La palabra y Gertrud (1964), dos de las mejores obras de Dreyer, dos pel¨ªculas dif¨ªciles de ver en televisi¨®n y que ni siquiera est¨¢n editadas en DVD en nuestro pa¨ªs. En definitiva, una oportunidad ¨²nica para que las nuevas generaciones de cin¨¦filos contemplen la maestr¨ªa de uno de los grandes de todos los tiempos.

Profundamente cr¨ªtico con el cine de su tiempo, Dreyer buscaba una renovaci¨®n del s¨¦ptimo arte a trav¨¦s de la abstracci¨®n, lo que se traduc¨ªa en la exigencia de que el artista huyera de la realidad. El autor dan¨¦s afirmaba que el arte debe describir la vida interior, no la exterior, convencido de que el abandono del naturalismo era la ¨²nica opci¨®n para llevar al cine a una realidad m¨¢s elevada que deb¨ªa obedecer a un sentido est¨¦tico. De este modo, La palabra, una obra maestra de 126 minutos construida con tan s¨®lo 114 planos,

combinaba una elegant¨ªsima austeridad; unos decorados dotados de alma gracias a la simplificaci¨®n y al rechazo de todo lo superfluo; unos objetos que ejerc¨ªan de testimonio psicol¨®gico del interior de cada personaje; unas interpretaciones basadas en la fuerza de los rostros y una historia tan inveros¨ªmil como la del milagro de una resurrecci¨®n. Un prodigio que convierte en creyente durante dos horas hasta al espectador m¨¢s ateo.

Por su parte, Gertrud, su ¨²ltima pel¨ªcula, cuenta la historia del triple fracaso amoroso de una mujer machacada por el ego¨ªsmo, la debilidad y la crueldad masculina. Una cinta en la que sus m¨¦todos se llevaban tan al l¨ªmite que, por ejemplo, los personajes no se miran a la cara (no ya a los ojos) en ning¨²n momento.