Ficciones
Hasta la semana pasada, las mujeres solteras ten¨ªan que rellenar una casilla con el nombre del padre al inscribir a su hijo en el Registro Civil. "Pero si mi hijo no tiene padre", protestaban algunas. "No importa, ponga uno cualquiera". Somos hijos de la ficci¨®n, del cuento, de las quimeras. Imagino a esos ni?os de mayores, preguntando a sus madres qui¨¦n era ese tal Luis que aparece en su DNI. "No es nadie, hijo, hab¨ªa que poner un padre ficticio y dije el primer nombre que se me vino a la cabeza". Tambi¨¦n hasta hace poco, cuando ibas a divorciarte, ten¨ªas que rellenar una casilla donde pon¨ªa "culpable". Y no se disolv¨ªa el matrimonio a menos que uno de los c¨®nyuges fuera un malvado. Muchas parejas lo echaban a cara o cruz: otra ficci¨®n, otra novela que el Estado te obligaba a componer para acceder a un derecho real.
Y todav¨ªa hay gente convencida de que la frontera entre la realidad y la ficci¨®n est¨¢ claramente delimitada. Si somos rigurosos, el mayor productor de ficciones es el Estado, que se pasa el d¨ªa expendiendo certificados rar¨ªsimos e inventando cosas que, como el impuesto sobre el valor a?adido, no son sino recursos narrativos para vender m¨¢s. No soy anarquista porque creo que el hombre no puede vivir sin ficciones. Los relatos ordenan el mundo, lo articulan, le dan sentido. El objetivo ¨²ltimo de la anarqu¨ªa no es que no haya jefes, sino que no haya relato. Los anarquistas pretenden hacernos creer que hay vida m¨¢s all¨¢ de la ficci¨®n como los curas quieren convencernos de que hay vida m¨¢s all¨¢ de la muerte. Son dos propuestas sugestivas, pero completamente indemostrables.
El hecho de que la culpabilidad ya no sea obligatoria para obtener el divorcio no mejora ni empeora el relato: lo adecua a los tiempos. Me entender¨¢n si les digo que en tan solo una semana han aparecido tres o cuatro libros sobre la felicidad. Una sociedad en la que est¨¢ de moda la dicha no soporta los argumentos desgraciados. En cuanto a los ni?os sin padre, ya no les perseguir¨¢ un fantasma llamado Luis, o Pedro, que quiz¨¢ se les aparec¨ªa en sue?os para re?irles por sacar malas notas. No tendr¨¢n, como hasta ahora, un padre imaginario. Aunque, para padres de ficci¨®n, los de verdad.
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