Trajes del Siglo de las Luces
El Museo Galliera de Par¨ªs re¨²ne importantes colecciones de ropa europea del siglo XVIII bajo la influencia de Francia y Holanda
La conservaci¨®n ¨®ptima de la ropa antigua es uno de los dolores de cabeza de los museos modernos. En el Museo Galliera de Par¨ªs, especializado en indumentaria, se ha inaugurado una soberbia exposici¨®n sobre ropa del siglo XVIII que demuestra el desarrollo de las t¨¦cnicas actuales de restauraci¨®n y manteniento de esas joyas cotidianas que a¨²n conservan todo su car¨¢cter y colorido.
Para muchos, la moda, tal como la entendemos hoy, es un invento italofranc¨¦s con apenas unos 500 a?os de existencia. Pero Francia demostr¨® muy pronto su capacidad para la ¨¦gida en este terreno, algo que indiscutiblemente conserva hasta hoy. En el pabell¨®n Galliera, que ha implicado toda su superficie en esta muestra, pueden verse indumentarias inglesas, francesas y de los Pa¨ªses Bajos de esa ¨¦poca de esplendor y enciclopedistas, de cortesan¨ªa y excesos.
Los trajes expuestos ahora en Galliera est¨¢n custodiados en su mayor¨ªa en instituciones p¨²blicas (el propio Galliera, el Louvre y el de Artes Decorativas en Par¨ªs; el Museo de Arles, el Rijksmuseum de Amsterdan y el Koninklijk de La Haya; el Centraal de Utrecht, el Museo de Londres, entre otros), pero la mayor¨ªa proceden en origen del pasional coleccionismo privado. A¨²n hoy, varios de estos grandes coleccionistas particulares han prestado sus piezas para esta muestra excepcional, y al criterio de los especialistas, irrepetible.
El discurso, ilustrativo de la ¨¦poca y sutilmente did¨¢ctico, parte de los tejidos y deriva hacia la confecci¨®n, a la relaci¨®n de vasos comunicantes que se estableci¨® entonces entre las influencias inglesa y francesa sobre la moda holandesa, de gran impronta gracias al mercado con Oriente y la riqueza de los tejidos que viajaban desde Jap¨®n y China al mercado europeo. En Francia, una ley proteccionista con las manufacturas de la seda local prohib¨ªa la importaci¨®n de las sedas orientales, pero lo m¨¢s chic era llevar un traje con seda prohibida, lo que gener¨® un enorme contrabando de tejidos desde Holanda. Igual protagonismo y demanda ten¨ªan ya entonces los algodones de la Compa?¨ªa de Indias con sus vistosas estampaciones vegetales, filigranas o p¨¢jaros.
La moda de esos trabajados quimonos acolchados fue un boom, lo que comenz¨® por ser una prenda ¨ªntima para el hogar hasta que la gente empez¨® a salir a la calle "en bata", y eso fue el resultado de la importaci¨®n de prendas originales de Jap¨®n, que se tra¨ªan a Europa como obsequio cuando se firmaban grandes tratados comerciales. Otro detalle sorprendente es el de la ropa en serie y modular, otra invenci¨®n del siglo XVIII y que preconiza la llegada, en el siglo XX, del pr¨ºt-¨¤-porter. Hab¨ªa en Ly¨®n y Par¨ªs varias firmas y boutiques especializadas en prefabricar los trajes, las partes m¨¢s complejas y adornadas eran producidas en serie para ser luego ensambladas en la prenda definitiva; en La Haya, la publicidad de Foire ofrec¨ªa "las ¨²ltimas tendencias internacionales", y este trabajo en serie se extendi¨® al de los tacones de las mules (que ya alcanzaban facilmente los 10 cent¨ªmetros de altura).
La exposici¨®n se llama con justicia Modas en el espejo. El t¨ªtulo alude a ese tiempo de las luces y a la importancia que adquiri¨® el espejo como tal en la decoraci¨®n rococ¨®, y que sit¨²a al vestido en una visi¨®n circular por todas sus partes y lados, no solamente con un desarrollo decorativol frontal, como suced¨ªa en siglos anteriores. Tambi¨¦n hay all¨ª una alusi¨®n al predominio de lo franc¨¦s y a la llegada de una primera "globalizaci¨®n" del estilo en la moda. Una cita del marqu¨¦s de Caraccioli de 1777 lo dice claramente: "Las distancias se han acortado, y fuera de algunos detalles, cada traje es ahora franc¨¦s".
La pieza estrella (entre otras muchas excepcionales) es una casaca azul turquesa bordada en rosa, oro y verde que perteneci¨® al pr¨ªncipe de Ligne (el que acogi¨® a Casanova al final de su vida), se la hab¨ªa hecho bordar seg¨²n el dibujo previo de una conocida acuarelista de la ¨¦poca, porque eso era una costumbre, as¨ª tambi¨¦n est¨¢n expuestos los bocetos de los encajes y de los bordados, lo que permite entrar al espectador en la verdadera anatom¨ªa constructiva de los vestidos y en el origen de la disposici¨®n de los motivos. No se pasa por alto tampoco a los distribuidores de tan preciosas estofas: en una vitrina est¨¢ un libro de muestras de 1742 de un tratantes de sedas, rico mosaico pol¨ªcromo lleno de motivos diferentes. Tampoco falta el humor: unas ligas para las medias donde el bordado interior reza: "Yo no puedo respirar" y en otra se lee en tenue hilo salm¨®n: "Tanta virtud a vuestra edad".
La exposici¨®n se remata con una amplia secci¨®n de trajes regionales flamencos, con los que se establece una severa demarcaci¨®n entre la moda propiamente dicha y la vestimenta popular que reconoce sus infuencias.
La riqueza de Modas en el espejo, que estar¨¢ abierta hasta el 21 de agosto, pide una visita sin prisas: el desarrollo de la robe ¨¤ l'anglaise, que hizo furor en Francia tanto en el ajustado frac de los hombres como en el entalle femenino; el encaje de Marsella y sus usos; la extravangante dimensi¨®n de las "mantuas inglesas (sus proporciones evocan la silueta de las meninas velazque?as); la evoluci¨®n de las t¨²nicas que preconizaban el estilo imperio; los abanicos holandeses, capaces de reunir en su pa¨ªs los motivos rococ¨® con los chinos en una recargada armon¨ªa, todo un conjunto que permite decir que el traje, como la vida, es sue?o.
Babelia
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