La siguiente generaci¨®n
En la famosa serie de culto Star Trek, los viejos actores son sustituidos por otros nuevos en un relevo generacional de viajeros interplanetarios. Lo que permanece inmutable es el gui¨®n, una interminable guerra gal¨¢ctica entre el bien y el mal. La estructura del movimiento yihadista -cuya manifestaci¨®n m¨¢s famosa es Al Qaeda- y sus miembros cambian con la misma rapidez que el reparto de Star Trek. Entre una generaci¨®n y otra, el ¨²nico elemento constante es el gui¨®n de su violencia. Es una lucha profundamente arraigada contra Occidente, motivada por las pol¨ªticas occidentales "de amistad" e intereses compartidos con la ¨¦lite corrupta y olig¨¢rquica que gobierna el mundo musulm¨¢n.
Seguramente, la ¨²ltima generaci¨®n de 'yihadistas' no tiene relaci¨®n directa con Osama Bin Laden, ni se ha entrenado en los campos de Al Qaeda
El 'alqaedismo' es una nueva doctrina antiimperialista y militante, una ideolog¨ªa que llama a un enfrentamiento violento directo con Occidente
El terrorismo islamista considera que los ciudadanos de los pa¨ªses occidentales son responsables de las decisiones de sus dirigentes en pol¨ªtica exterior
El 11-M se coste¨® con peque?as donaciones recogidas entre la red de simpatizantes; los explosivos se obtuvieron cambi¨¢ndolos por hach¨ªs de Marruecos
El 7 de julio, en Londres, el mundo presenci¨® la aparici¨®n, en el escenario del terror, de una nueva generaci¨®n de yihadistas, terroristas suicidas nacidos en el Reino Unido, pero de origen paquistan¨ª. Este simple dato puede ayudar a explicar las dificultades con las que est¨¢n topando los investigadores antiterroristas brit¨¢nicos para encontrar pistas sobre ellos. Se supone que los servicios de informaci¨®n brit¨¢nicos son unos de los mejores del mundo en materia de antiterrorismo, y, sin embargo, no pudieron prevenir el ataque. Varios d¨ªas despu¨¦s de los sucesos, sin ninguna pista s¨®lida, Scotland Yard reconoci¨® que trabajaba con hip¨®tesis. La nueva legislaci¨®n antiterrorista, que hace un mes aboli¨® el h¨¢beas corpus y dio al Gobierno poderes extraordinarios para localizar a los yihadistas que residen en el Reino Unido, no sirvi¨® de nada a la hora de identificar a quienes hab¨ªan realizado los atentados. S¨®lo se les identific¨® cuando se hallaron sus cuerpos entre las v¨ªctimas. Gran diferencia con el hecho de que, tras el 11-S, los servicios de inteligencia de Estados Unidos tardaron s¨®lo unas horas en disponer de los nombres de los secuestradores y poder reconstruir sus movimientos antes de subir a los aviones.
?Qu¨¦ ha cambiado desde el 11-S? ?sa es la pregunta que los servicios de inteligencia, expertos en terrorismo y periodistas brit¨¢nicos se hacen desde la ma?ana del 7 de julio. A medida que avanzan las investigaciones y aumenta el n¨²mero de cad¨¢veres, est¨¢ empezando a aparecer una posible respuesta. Aunque los atentados de Londres llevan la marca de Al Qaeda, lo m¨¢s probable es que fueran idea y obra de los miembros j¨®venes y desconocidos de un grupo, tambi¨¦n mal conocido, que se llama a s¨ª mismo "La organizaci¨®n secreta de Al Qaeda en Europa". Se cree que este grupo forma parte de la red terrorista de la misteriosa "brigada Abu Hafs al Masri", el ¨²ltimo paraguas terrorista de Al Qaeda, bajo el que se agrupa un n¨²mero interminable de nuevas organizaciones armadas islamistas.
Sin entrenamiento
Seguramente, esta ¨²ltima generaci¨®n de yihadistas no tiene relaci¨®n directa con Osama Bin Laden; la mayor¨ªa de sus miembros no han viajado a Afganist¨¢n ni se han entrenado para la guerra en los campos de Al Qaeda, muchos han nacido en Europa y tienen pasaportes europeos. Su adoctrinamiento se ha llevado a cabo en mezquitas informales de toda Europa, casas particulares, salas de oraci¨®n de las universidades, entre grupos de amigos y familiares. Por eso, el hecho de que d¨ªas despu¨¦s de los atentados de Londres, las autoridades no conocieran todav¨ªa la identidad de los cerebros responsables no debe sorprender a nadie; los miembros de la nueva generaci¨®n no forman parte de la vieja red, y tienen v¨ªnculos muy vagos, si es que los tienen, con los yihadistas de generaciones anteriores.
Hasta su adoctrinamiento pol¨ªtico es distinto del de sus predecesores. Recuerda a la propaganda antiimperialista de los grupos armados marxistas de los setenta; la nueva generaci¨®n tiene m¨¢s cosas en com¨²n con estos ¨²ltimos que con los muyahidin de la yihad antisovi¨¦tica. Al Qaeda ya no es la organizaci¨®n so?ada en los a?os ochenta por el jeque Abdallah Azzam, el l¨ªder espiritual de los muyahidin. No es la vanguardia de brigadas internacionales y guerreros ¨¢rabes, ej¨¦rcitos dispuestos a recorrer el mundo para rescatar a sus hermanos musulmanes de las potencias extranjeras hegem¨®nicas. Tampoco es un veh¨ªculo para la lucha armada contra Estados Unidos -el enemigo lejano- y los reg¨ªmenes ¨¢rabes -el enemigo cercano-, como preve¨ªan Bin Laden y Ayman al Zauahiri. Al Qaeda se ha convertido en una ideolog¨ªa, y Osama Bin Laden es su gran s¨ªmbolo. Para la nueva generaci¨®n de yihadistas, es el l¨ªder remoto y carism¨¢tico que les inspira, del mismo modo que el mao¨ªsmo encend¨ªa los corazones de los fundadores de Sendero Luminoso. Es decir, hoy, m¨¢s que hablar de Al Qaeda, deber¨ªamos hablar de alqaedismo, una nueva doctrina antiimperialista y militante. Una ideolog¨ªa que llama a un enfrentamiento violento directo con Occidente, una doctrina que predica la violencia contra los civiles, porque los ciudadanos de Estados democr¨¢ticos son responsables de las pol¨ªticas de sus dirigentes. Igual que en los a?os sesenta y setenta, en Occidente, Latinoam¨¦rica y algunas zonas del sureste asi¨¢tico, el marxismo empuj¨® a un peque?o segmento de la juventud a adoptar la violencia pol¨ªtica, hoy el alqaedismo ejerce, entre una minor¨ªa de j¨®venes musulmanes radicales, un poderoso atractivo mesi¨¢nico y violento.
Dentro de esta nueva doctrina, los atentados indiscriminados contra civiles inocentes est¨¢n justificados por los principios de la democracia. El terrorismo islamista considera que los ciudadanos de los pa¨ªses occidentales son responsables de las decisiones de sus dirigentes en pol¨ªtica exterior. Como la gente escoge a sus representantes, es tan culpable como ellos. Para los yihadistas, la posibilidad de que las masas participen en el proceso de decisi¨®n pol¨ªtica a trav¨¦s de las elecciones nos convierte a todos en enemigos.
Lo ir¨®nico es que, desde el 11-S, la transformaci¨®n de Al Qaeda en una ideolog¨ªa mundial, y las mutaciones generacionales de quienes la han adoptado, son efectos secundarios de la "guerra contra el terrorismo" y la pol¨ªtica del miedo. Sin una respuesta de este tipo por parte de Occidente, Al Qaeda habr¨ªa seguido siendo una organizaci¨®n terrorista como muchas otras, con una caracter¨ªstica fundamental: su car¨¢cter transnacional.
Atentados transnacionales
Se sabe que Al Qaeda no ha organizado m¨¢s que un pu?ado de atentados transnacionales: en 1998, las bombas de las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania, seguidas de atentados similares contra intereses estadounidenses en Sri Lanka, Uganda y Sur¨¢frica, el atentado contra el portaaviones USS Cole, y el 11 de septiembre. Un atentado transnacional implica movimiento de gente y dinero a trav¨¦s de fronteras. Por eso, el linchamiento de 18 soldados estadounidenses a manos de una muchedumbre somal¨ª, en 1993, no puede entrar en esta categor¨ªa, pese a que Al Qaeda lo instig¨® y recompens¨® a sus autores. El 11-S fue el ¨²ltimo atentado terrorista transnacional con la firma de Al Qaeda. Hubo traslado de personas y dinero de unos pa¨ªses a otros. En septiembre de 2001, la organizaci¨®n ya hab¨ªa empezado a transformarse, infestada por la oposici¨®n interna a la direcci¨®n de Bin Laden y su obsesi¨®n con atacar a Estados Unidos. Inmediatamente despu¨¦s del 11-S, el mundo presenci¨® otros atentados de menor escala, el de Bali en octubre de 2002, el de Casablanca en marzo de 2003, y el ¨²ltimo, el de Estambul en agosto de 2004. Fueron ataques terroristas concebidos por grupos locales vinculados a la direcci¨®n de Al Qaeda.
En retrospectiva, es evidente que el an¨¢lisis de los atentados posteriores al 11-S deb¨ªa habernos hecho ver que la organizaci¨®n estaba sufriendo r¨¢pidos cambios y que el terrorismo islamista estaba adoptando una estructura nueva. La invasi¨®n de Afganist¨¢n y la derrota de los talibanes hab¨ªan hecho de catalizadores para la desintegraci¨®n de Al Qaeda, al obligar a sus l¨ªderes a huir y ocultarse en la regi¨®n tribal entre Afganist¨¢n y Pakist¨¢n. A finales de 2001, lo que hab¨ªa sido Al Qaeda -un grupo armado peque?o, muy estructurado, con una c¨²pula y un n¨²mero limitado de miembros- ya no exist¨ªa. La red de dinero que hab¨ªa apoyado a la organizaci¨®n y financiado sus actividades transnacionales tambi¨¦n desapareci¨®, no porque Occidente lograra deshacerla, sino porque la organizaci¨®n a la que alimentaba se hab¨ªa desintegrado. Lo que subsisti¨® fue el car¨¢cter conceptual de Al Qaeda, un credo predicado por Bin Laden y Ayman al Zauahiri.
El est¨ªmulo de Powell
Mientras Occidente celebraba la derrota del r¨¦gimen talib¨¢n y la victoria sobre las fuerzas del mal de Sadam, ese credo se convirti¨® en el alqaedismo, una ideolog¨ªa antiimperialista que inspir¨® el movimiento yihadista, la reserva mundial de j¨®venes musulmanes desencantados. En 2003, la creaci¨®n del mito de Al Zarqaui, presentado por el entonces secretario de Estado de EE UU, Colin Powell, como el nexo entre Al Qaeda y Sadam Husein, estimul¨® el alqaedismo. Aunque Al Zarqaui no formaba parte del grupo original de Al Qaeda y no exist¨ªa ninguna conexi¨®n entre Bin Laden y Sadam, el mero hecho de que el 5 de febrero de 2003, ante las Naciones Unidas, Powell le presentara como nuevo l¨ªder mundial del terrorismo increment¨® su popularidad entre los yihadistas, que, con Bin Laden atrapado en la regi¨®n de las tribus, hab¨ªan perdido a su jefe de operaciones.
La prolongada guerra en Irak, la proliferaci¨®n de grupos insurgentes y la formaci¨®n de una resistencia iraqu¨ª crearon poderosas herramientas de captaci¨®n de yihadistas en potencia. Muchos fueron a Irak para incorporarse a la lucha; otros, sobre todo los que ya viv¨ªan en Europa, buscaron en sus propios pa¨ªses ocasiones para atacar a los miembros de la coalici¨®n dirigida por Bush en Irak. En ese contexto se produjeron los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid.
Sin una red financiera internacional que los subvencionara, y con la mayor¨ªa de los patrocinadores centrados en costear la yihad en Irak, los grupos situados en Europa ten¨ªan que recaudar fondos por su cuenta. Establecieron un sistema de autofinanciaci¨®n utilizando el modelo tradicional terrorista, una mezcla de actividades legales e ilegales. La metodolog¨ªa es muy parecida a la que empleaban el IRA y la OLP, las organizaciones armadas que lograron privatizar el negocio del terror y arrebat¨¢rselo a los grandes patrocinadores. El atentado de Madrid se coste¨® con peque?as donaciones recogidas entre la red de simpatizantes, familiares y amigos, algunos de ellos en el extranjero; los explosivos se obtuvieron cambi¨¢ndolos por hach¨ªs de Marruecos; algunos miembros desempe?aron trabajos informales. Lo m¨¢s importante de todo es que el atentado fue muy barato, entre 10.000 y 15.000 euros. Es decir, las limitaciones econ¨®micas del grupo no impidieron realizar el atentado; s¨®lo obligaron a reducir considerablemente su tama?o respecto al 11-S.
Si se analiza la din¨¢mica de los atentados del 11-S, Madrid y Londres, se ve que el esquema es id¨¦ntico. Atentados simult¨¢neos, a primera hora de la ma?ana, cuando la gente va al trabajo y los medios de comunicaci¨®n empiezan su jornada informativa, con el fin de explotarlos al m¨¢ximo para extender a¨²n m¨¢s el p¨¢nico entre la poblaci¨®n. Incluso el impacto en la Bolsa est¨¢ calculado, cronometrado para golpear los mercados locales a la hora de la apertura y crear confusi¨®n e incertidumbre para debilitarlas. Los blancos son siempre medios de transporte: aviones en Estados Unidos, trenes en Madrid, el metro y un autob¨²s en Londres. Todos los atentados est¨¢n h¨¢bilmente planeados para que causen el m¨¢ximo n¨²mero de v¨ªctimas. En el atentado de Londres, los investigadores creen que el autob¨²s que estall¨® en Tavistock Square quiz¨¢ ten¨ªa que haber explotado un poco m¨¢s tarde, delante de la estaci¨®n de Charing Cross, donde habr¨ªa alcanzado a las personas que sal¨ªan huyendo de la explosi¨®n en el interior.
As¨ª pues, si la idea conceptual de Al Qaeda proporcion¨® al movimiento yihadista una ideolog¨ªa s¨®lida con la que justificar sus acciones violentas, el 11-S les dio el modelo metodol¨®gico y operativo para llevarlas a cabo. Lo que var¨ªa es el blanco, es decir, la localizaci¨®n geogr¨¢fica, as¨ª como los fondos disponibles. Los servicios de inteligencia brit¨¢nicos est¨¢n empezando a aceptar esta nueva situaci¨®n y temen que haya otro ataque inmediato. Pocos d¨ªas despu¨¦s de los atentados de Madrid se encontraron explosivos en una v¨ªa de tren cercana a la ciudad. La bomba deb¨ªa explotar debajo de un tren de alta velocidad que ten¨ªa que pasar a primera hora de la ma?ana. Por suerte, la polic¨ªa impidi¨® el atentado y los autores se suicidaron, volaron por los aires en su escondrijo antes de que la polic¨ªa pudiera detenerlos.
Un paso por delante
A diferencia de Star Trek, donde las fuerzas de la Federaci¨®n de la Galaxia siempre consiguen burlar al enemigo, los yihadistas parecen estar siempre un paso por delante de la coalici¨®n occidental. En respuesta a la "doctrina del ataque preventivo" de Bush, ellos han llevado el terror a las calles de las capitales europeas; para compensar la transformaci¨®n de la red financiera de Al Qaeda, han reducido sus operaciones y recaudan fondos en su entorno; cuando las medidas de seguridad en los aeropuertos se reforzaron, pasaron a los trenes y las redes de metro, unos objetivos imposibles de defender, sobre todo en hora punta. Por ¨²ltimo, las nuevas generaciones sustituyen a las antiguas y obligan a las fuerzas antiterroristas a familiarizarse sin cesar con nuevos enemigos. ?Qu¨¦ har¨¢ la siguiente generaci¨®n o qui¨¦n formar¨¢ parte de ella? ?C¨®mo se financiar¨¢n? ?sa es la pregunta clave que deber¨ªan hacerse los encargados de la lucha contra el terrorismo.
Occidente est¨¢ perdiendo la guerra asim¨¦trica contra el terror islamista porque es incapaz de predecir el siguiente paso de su enemigo. Ha ignorado sus causas fundamentales y se niega a ver las consecuencias tan favorables que ha tenido la guerra de Irak para la captaci¨®n de yihadistas. Los atentados de Londres parecen confirmar que unas legislaciones antiterroristas que limiten seriamente las libertades de los ciudadanos no son la herramienta ideal para luchar contra el terrorismo islamista. Lo que se necesita es comprender mejor su naturaleza y sus motivos y tener una estrategia de futuro que no se centre en la generaci¨®n de yihadistas actuales, sino en la pr¨®xima, la que hoy se est¨¢ fraguando y ma?ana cometer¨¢ los atentados en nuestras ciudades.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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